Maybe

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La vida era un enigma, más aún para una persona que acababa de despertar de un coma inducido. Entender nunca había sido algo sencillo. Tal vez por eso me costaba entender disímiles asuntos que simplemente crecieron en mi imaginación durante 30 días como una obra de teatro que recaía en los diálogos de la tragicomedia barata. Porque aquellas discusiones con Lauren, los besos, ese "te amo" no eran más que un sueño producido con la ayuda de algún fármaco barbitúrico. Mientras el enfermero terminaba de ajustar el molde de yeso en mi antebrazo, una debacle interna licúo todavía más mis dispersas neuronas. ¿Cómo volvería a hablar con mi mejor amiga sin que el recuerdo de sus labios sobre los míos me invadiera? ¿Cómo iba a actuar frente a ella para disimular que era frágil ante su toque? ¿Tendría que ser hipócrita nuevamente y negarnos a ambas lo que sentía por ella?

- Listo. - El chico me regaló una sonrisa condescendiente antes de ayudarme a volver a la silla de ruedas.

Según me había dicho Matthew no había sufrido ningún daño cerebral ni en ningún otro órgano interno. Sólo debía asistir a fisioterapia para recuperar la movilidad y así evaluar mi coordinación físico-motora. No obstante, debía permanecer una semana más en el hospital hasta asegurarse de que todo estuviese bajo control. Nicholas, el enfermero que acababa de inmovilizar mi brazo, me arrastró por el concurrido pasillo que llevaba a mi habitación. Al abrir la puerta, me encontré con la imagen de una morena dormida en el pequeño sofá de la esquina.

- ¿Puede llevarme hacia allá? - Pedí en voz baja.

- Por supuesto. - Me dejó justo al lado de ella, volviendo a formular una sonrisa amigable. - Cerraré la puerta.

Asentí, demasiado concentrada en las facciones cansadas de la ojiverde como para pensar en algo más. Su nívea epidermis lucía opaca ante las luces fluorescentes y sendas sombras oscuras se extendían bajo sus ojos. Contuve las pérfidas lágrimas que luchaban por salir. Se le veía tan vulnerable que mi corazón se ahogaba dentro de mi pecho. Con un poco de esfuerzo logré sentarme en el reducido espacio que brindaba el asiento. Enseguida noté el calor que desprendía y se me hizo imposible no acercarme más. Mis pupilas se deslizaron por su rostro perfecto que exudaba cansancio; una parte de mí sentía la misma preocupación asfixiante porque yo había estado en esa misma posición, aunque había resultado ser un hecho ficticio, pero se me dificultaba borrar un sentimiento que estuvo latente durante un mes. Permanecí alrededor de cinco minutos observándola dormir, comprobando que sí respiraba por ella y no gracias a un respirador artificial. Mi brazo cayó sobre su hombro en un descuido. Me maldije internamente al ver cómo sus párpados se separaban lánguidamente.

- Camz. - Me llamó con un atisbo de alivio en sus facciones.

- Perdón por despertarte, Lern. - Aparté un mechón rebelde que se interponía entre sus ojos y los míos.

- No pasa nada, tampoco puedo pasar más de dos horas seguidas durmiendo.

- Deberías descansar. - Me carcomía la culpa el saber que apenas conciliaba el sueño.

- Prefiero quedarme aquí contigo. - Se acomodó en el sofá de manera tal que su rostro quedó a escasos centímetros del mío. Mis mejillas se colorearon de un rojo intenso que ella pareció notar. - Tuve tanto miedo, Camz. Incluso ahora me siento desprovista de valentía.

- Ya pasó. - Quise transmitirle tranquilidad pero mi voz trastabilló miserablemente.

- No ha pasado. - Levantó mi brazo escayolado y señaló la silla de ruedas. - Pudo ser peor, ¿sabes? Y no me lo hubiese perdonado jamás.

- ¿Por qué no?

- Porque esa noche discutimos y te fuiste con la idiota de Juno que iba más borracha que una cuba. Debí detenerte en ese instante, pero me paralicé. Yo... yo sólo me quedé ahí a mitad de la calle, escuchando un frenazo una cuadra más adelante y vi cómo el auto se estampó contra un muro del lado del pasajero. - Tragó con fuerza mientras apartaba una lágrima con su dedo índice. - Un minuto nada más y hubiese cambiado el final.

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Where stories live. Discover now