Idiot

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A veces me preguntaba cómo podía escabullirse la vida en un célere espacio de tiempo. Tres meses se habían sentido como observar un pequeño reloj de arena que tardaba cuarenta y dos segundos en depositar todos sus granos en el fondo. Justo así se sentía. Me resultaba abrumador el torrente de horas que habían transcurrido y que mi cuerpo se hubiese quedado detenido en el mismo sitio. Las cosas no habían cambiado mucho, sólo que Lauren y yo nos dedicábamos miradas avergonzadas cada vez que alguien hablaba de sexo, mi humor se crispaba siempre que Tyron merodeaba cerca de ella y mi corazón se aceleraba cuando a la morena le parecía una buena idea abrazarme. Luego de mi recuperación, mis padres imploraron porque pasara unas cortas vacaciones en casa. No estuve más de dos semanas en Miami; me había dado cuenta que no concebía llevar a cabo mi rutina sin ella. Desde mi salida del hospital nuestra relación se tornó mucho más unida, sin embargo, varios temas seguían soterrados en mi interior. Me costaba responder a esos "te quiero" espontáneos con sinceridad. Tenía que morderme la lengua para no soltar un abrupto "te amo", incluso si veía en sus orbes titilando un deseo incógnito, un enigma para una mente tan turbada como la mía.

Desperté esa mañana por un insistente zumbido proveniente de mi celular. Eran una docena de mensajes de Normani pidiéndome que la acompañara a su agotadora faena de encontrar un vestido apropiado para la fiesta de Año Nuevo. No me hacía mucha ilusión ese plan matutino, sin embargo, preferí aferrarme a esa opción antes que ir con Lauren. Si me ahorraba el mal trago de otear su silueta envuelta en lencería, mucho mejor. Mi estabilidad emocional dependía de cuánta ropa cubriera su cuerpo. Entré a la cocina con un bostezo enredado y una mano rascando mi ojo izquierdo. Mi torpeza habitual me hizo chocar con un suave torso. Amortigüé un jadeo cuando unas suaves manos me sostuvieron de la cintura para mantenerme en pie.

- Buenos días, Camz. - Besó mi frente sin permitirme reaccionar a ese encuentro improvisado. - Por lo visto sigues medio dormida, ¿eh?

- Buenos días, Lern. Ha sido culpa de Mani, sabes que en vacaciones no salgo de la cama antes de las 10:00 a.m. - Volví a bostezar y ella sonrió con dulzura.

- Estoy terminando el desayuno, puedes acostarte en el sofá hasta que esté listo. - Asentí en silencio, agradecida porque mis latidos no podían ser escuchados en el exterior. Dentro de mi cavidad torácica parecía que se desarrollaba una orquesta sinfónica.

Unos quince minutos después una mano sacudió suavemente mi hombro. Abrí mis ojos para encontrarme con el perfecto rostro de mi mejor amiga. Sus casi imperceptibles pecas le adornaban el puente de la nariz como los anillos a Saturno, sus pobladas cejas se arqueaban como la inclinación de 4º de la torre de Pisa y sus ojos que parecían una galaxia ajena a la Vía Láctea con el intenso verde fundiéndose en pequeñas motas doradas. La belleza de Lauren no era tema de discusión, cualquier ser humano con un ápice de buen gusto podía afirmarlo. No obstante, el eje central de mis sentimientos era ajeno a aspectos tan superfluos como la simetría de su mandíbula o los matices cambiantes de sus iris. Me había enamorado de ella por la fiereza con la cual defendía sus ideas, por la suavidad que exudaba cada vez que debía ayudar a alguien, por sus carcajadas infantiles cuando nadie se reía de mis pésimos chistes, por ser la mujer segura de sí misma que era.

- ¿En qué piensas, cielo? - Susurró a escasos centímetros de mis labios, como si supiera que mi mayor anhelo fuera besarla.

- En nada. - Mentí descaradamente, mi mejor estrategia para huir de lo que sentía.

- ¿Qué pasaría si te digo que no te creo? - Interrogó con una sonrisa desconfiada.

- Exactamente eso: nada. - No estaba de ánimos para seguirle el juego hoy, así que estiré mis brazos por encima de mi cabeza antes de sentarme. - ¿Qué has preparado?

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Where stories live. Discover now