Sex

353 26 69
                                    

Todavía recordaba cómo había sido mi primer beso: dos bocas descoordinadas en una lucha de púberes por entender aquellas anécdotas de sus amigos. Para Austin yo no significaba más que un par de labios magullados por su ficticia experiencia. Para mí era el escape de la fuerte atracción dirigida a mi mejor amiga. En los años restantes besé a varios chicos, más veces de las que en realidad hubiese querido, teniendo en cuenta que día tras día anhelaba besar únicamente a una chica de cautivantes orbes. Pero ninguno de esos intercambios salivales se podía comparar con el intenso morreo que protagonizábamos ambas en medio del recibidor. Lauren no se había molestado en esperar a llegar a su habitación, que era la que se encontraba más próxima a la entrada. Mis manos estaban por encima de mi cabeza mientras ella las sostenía con ese dominio implícito, sólo para incrementar mis deseos de ser sometida por la aplastante libido que desencadenaba su simple presencia. Gruñí en desaprobación cuando se separó de mí. Sin deshacer el agarre en mis muñecas, tomó mi cabello hasta tirar de él con fuerza hacia atrás. Atrapó el lóbulo de mi oreja entre sus dientes y los vellos de mi nuca se elevaron cuando un soplo de aire tibio fue dejado ahí, como si no tuviera suficiente con su rodilla presionando mi entrepierna.

- Voy a esclarecer un par de cosas primero. - Su pierna hizo mayor presión a la vez que su respiración me acariciaba la piel en tortuosos girones eróticos. - No tengo intenciones de ser delicada esta noche, no voy a tratarte como a una princesa, no me aseguraré de que no te queden marcas. Voy a follarte hasta que te corras tantas veces que mañana ni siquiera podrás levantarte de MI cama, quiero que grites mi nombre y otro montón de groserías cuando esté dentro de ti, morderé cada espacio de piel que quede expuesta. Porque hoy eres mía.

- Lauren... - Mi centro se contrajo al escuchar las advertencias de la morena.

- Dicho esto: ¿aún quieres continuar?

Sería una tonta si no aceptara. Por supuesto que quería aquello más que cualquier otra cosa en el mundo. Me alzó en volandas con facilidad sólo para incrustar mi espalda contra la madera y atacar mi cuello sin piedad. Encontró mi punto débil justo debajo de mi mandíbula. Ni yo misma sabía que aquel lugar podía convertirse en una cadena de sensaciones electrificantes para mi cerebro. Comenzó a dirigirse hacia su habitación sin dejar de amasar mi trasero por encima del vestido. Me dejó caer en medio del colchón con una sonrisa ladina adornando su hermoso rostro. Acomodé mi cuerpo sólo para observarla mejor en su tarea de quitarse los zapatos de tacón. Nos analizamos sin cruzar palabras, de hecho, no tenía planificado entablar otro diálogo con ella que no incluyera gemidos y oraciones sucias. Muy sucias. Caminó hacia mí con un andar grácil, lánguido. Sabía que dilatar el momento sólo le daba más ventajas sobre mi propio cuerpo y aquello parecía excitarla el doble. Sus pupilas, otrora verdes, ondulaban en una espesa laguna azabache. Se arrodilló en la cama para gatear sobre mí. Me quedé a la expectativa de su próximo movimiento.

- No tienes idea de cuánto te deseo. - Susurró contra mi clavícula sin dejar de rozar mis pezones por encima de la tela. - ¿Crees que está bien ir a una fiesta sin sujetador?

- Yo no los necesito. - Me encogí de placer cuando pellizcó una de mis aureolas sin miramientos.

- Los hombres de ese bar no dejaban de mirarte. - Siguió apretando con más fuerza, al punto que jadeé por el latigazo combinado de placer y dolor. - No me gusta que miren lo que me pertenece, Cabello.

- ¿Qué vas a hacer al respecto, Jauregui? ¿Encerrarme aquí? - La reté porque ese arrebato de posesividad me tenía al borde de la locura.

- No es un mal plan, aunque prefiero castigarte para que aprendas la lección. - Su mano se perdió bajo la falda hasta encontrar el encaje de mi ropa interior. - Te tienes mucha confianza, ¿eh?

𝓓𝓸𝓷'𝓽 𝓨𝓸𝓾 𝓡𝓮𝓶𝓮𝓶𝓫𝓮𝓻Where stories live. Discover now