32: Siempre termino encontrándote

6.4K 477 285
                                    

Vienna

Caminé con prisa y cuidado para no resbalarme. No había parado de llover en todo el sábado, aunque últimamente prefería los días grises y lluviosos.

Una vez estuve dentro del museo, me permití relajarme. En los últimos días no había tenido mucho tiempo para mí, para pensar y definir qué quería. Por una parte, Zoe decidió pasar casi todas las tardes conmigo, creyendo que estaba destruida por lo sucedido con Nate. Lo cierto era que, si bien estaba triste y había llorado varias veces esa semana, no sentía el vacío que imaginaba que sentiría. Tal vez porque me había preparado durante mucho tiempo para que me rechazara.

Por otro lado, mi cita con Robert —el chico del Bloody Mary— me mantuvo distraída un par de días. Sí, había tenido una cita que había salido muy bien. Aquello no borraba mis sentimientos hacia Nate ni los opacaba, pero me había dejado con el pecho cálido luego de horas de conversaciones profundas. Él había regresado a Londres y tal vez no lo volvería a ver, sin embargo, aquel encuentro no lo olvidaría jamás.

Robert era torpe a la hora de sacar temas de conversación, le costaba el contacto visual y sus cumplidos eran raros. Estuvo nervioso gran parte de la cita, lo cual fue extraño para mí porque siempre había sido yo la que se hundía en nervios cuando salía con alguien.

Quizá por que sabía que se iría a Londres horas después de la cita o porque no quería que hubiera falsas promesas en el aire, le aclaré que era seropositiva desde el inicio de la cita y que, aunque no lo fuera, me habían roto el corazón recientemente.

—Te lo digo para que no te desilusiones —expresé aquella noche, antes de que entráramos al restaurante. Lo hice con mi mentón en alto y mirándolo a sus ojos castaños—. Si ahora no quieres que cenemos, lo entenderé. Son tus últimas horas en Nueva York, y es normal si quieres beber, follar, y despedirte de la ciudad como hacen tantos turistas.

—Voy a tener una cena con una verdadera neoyorquina. Me estoy despidiendo de la ciudad de la mejor manera posible —respondió, serio—. Pero si para ti es muy pronto aún para tener una cita, no tengo problema en acompañarte a casa y dejarte allí, Vienna. No tienes que sentirte obligada a compartir conmigo.

Sus palabras no salieron con molestia o frustración, sino con absoluta empatía.

—¿Sueno egoísta si te confieso que quiero cenar contigo porque me vendrá bien no pensar en... alguien?

—Entiendo el sentimiento. Podemos ser dos egoístas que aprovechen una cita para así no pensar en quienes les han hecho daño.

Así dio inicio una cita que terminó con ambos caminando a medianoche en Nueva York solo por el placer de caminar. Él me contó sobre su exesposa, trabajo, todo lo que hacía en Londres y sus increíbles ganas de regresar; yo le conté todo lo referido a Nate, a mis múltiples trabajos, las marcas que me dejó Charlie y el miedo que tenía de confesarle todo a mis padres.

En el taxi de regreso a mi casa, él se atrevió a tomarme de la mano y yo se lo permití.

—Me recuerdas a mí —soltó, cuando estuvimos cerca de mi destino. Lo miré curiosa y esperé a que continuara—: Durante mucho tiempo pensé que mi esposa me dejaría y me preparé durante meses para ello, de esa forma no me dolería cuando lo hiciera. Pasé tanto tiempo preparándome para cuando me dejara, que nunca hice lo posible para evitar que sucediera. Sin quererlo, saboteé mi relación por miedo a que me doliera, ¿y sabes qué?, me dolió de todas maneras.

—¿Por qué dices que te recuerdo a ti?

—Has pasado tanto tiempo preocupándote por cómo Nathaniel te podía rechazar, que no intentaste esquivar ese destino.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Место, где живут истории. Откройте их для себя