9: Je ne sais quoi

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8 AÑOS ANTES

De forma casi irremediable, la semana siguiente de que yo embarrara a Nathaniel de caca callejera, comenzamos a hablar en algunos períodos entre clases

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De forma casi irremediable, la semana siguiente de que yo embarrara a Nathaniel de caca callejera, comenzamos a hablar en algunos períodos entre clases. Al inicio parecía todavía receloso ante mi impetuosa y exagerada reacción, pero terminó por reírse del incidente. Intenté no pasar demasiado tiempo con él para seguir el consejo de Joy: serle invisible a la abeja reina del colegio y a su séquito. Lo menos que necesitaba era que me molestasen o me hicieran la vida imposible en mi último año escolar.

Todo cambió cuando, durante un examen de Historia, pillé a Nathaniel copiándose de otra chica. Decidí que no era mi asunto hasta que la chica entregó pronto, dejándolo desorientado. El pobre tenía pinta de que no solo no había estudiado, sino de que no sabía absolutamente nada de la materia.

Pude haberlo dejado pasar. Pude haberlo ignorado. Pude haber asumido que en definitiva no era mi problema.

Hasta que lo vi pasarse una mano por su cabello castaño con desespero. Él necesitaba ayuda, y mi examen estaba casi completo.

Aún en contra de mi razón, lo ayudé. Y esa fue la primera vez que fui castigada en el instituto. Nos retuvieron en un salón hasta las cuatro de la tarde con un profesor que se durmió desde las dos. No solo reprobamos ambos el examen, sino que el incidente dejó una mancha en nuestros historiales.

—Disculpa si te causé problemas, Fitz —dijo él mientras estábamos en detención.

—Lo dejaré pasar solo si dejas de llamarme Fitz. Mi nombre es Vienna —susurré, como si el profesor que estaba feliz en los brazos de Morfeo pudiera escucharnos.

—Está bien. —Asintió y se peinó su cabello de medio lado, escudriñándome con un par de ojos azules que habría derretido todo el Polo Norte en un solo segundo—. Gracias, Vienna. Ambos reprobamos, pero fue bonito de tu parte que intentaras ayudarme.

—Amigos de la caca hoy, repitientes del instituto para siempre —bromeé y él se rio.

Se puso cómodo en su asiento y subió los pies a su mesa.

—No sabía que me considerabas tu amigo, Vienna Fitzpatrick.

—Era solo una broma, joven presuntuoso. ¿Cómo era que te llamabas? —me burlé.

—Elton John —contestó.

—Elton, por supuesto. Cómo olvidarlo.

Nathaniel se limitó a sonreírme y se llevó su suéter del instituto a la cabeza para cubrírsela, quedándose de esa manera durante varios minutos. Mientras tanto, decidí sacar mi bloc de dibujo y hacer algo productivo con mi tiempo.

Mis dedos realizaron trazos de manera automática, recreando una imagen de la cual ni yo misma era consciente. Simplemente dejé que mi cuerpo se descargara solo en aquella página en blanco, expresándole al mundo una y mil ideas.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Where stories live. Discover now