18: Estoy pagando el precio

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Espero que disfruten este capítulo tanto como yo lo hice al escribirlo. Recuerden dejar su votito al leer.♥

El despertador sonó a la misma hora de todas las mañanas

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El despertador sonó a la misma hora de todas las mañanas. Sentía el cuerpo pesado y me costó trabajo levantarme para ir al baño. Cuando lavé mi rostro fui recordando poco a poco las cosas que habían sucedido la noche anterior: el discurso de Audrey, la expresión triste de mi hermana, la llamada de Vienna, su visita, la película, el beso, la incómoda despedida...

Me apresuré en buscar la habitación de Lili donde se suponía que había pasado la noche mi amiga, pero no la encontré. En la esquina de la cama estaba doblada la ropa que le había prestado. ¿Se había ido? ¿Se había marchado de mi departamento sin avisarme?

Me dirigí a la sala donde Nemo corrió a recibirme y, con un poco de culpa, lo ignoré, tratando de encontrar a Vienna. En el mesón de la cocina había dejado una nota, probando que en efecto se había ido y quizás a mitad de la madrugada.


N,
Es probable que cuando encuentres esto ya esté en Brooklyn. Tuve que irme muy temprano para poder bañarme y cambiarme de ropa en casa. ¿Qué dirán de mí en el colegio si me ven con la misma ropa de ayer? No quise despertarte.
V.

No eran ni las siete. Vienna, que era la reina de la impuntualidad había escogido esa mañana para salir de mi casa casi que antes del amanecer. Sabía que todo esto había sido mi culpa: si no la hubiera besado, no nos hubiéramos despedido de aquella terrible forma en la noche, como un par de desconocidos que se dan cuenta de un error que han cometido. Mi testosterona había atacado de frente una de las dos únicas verdaderas amistades que tenía.

Lo peor del caso era que si no hubiera sido por el timbre, estaba seguro de que hubiera tenido sexo con Vienna Fitzpatrick, arruinando por completo nuestra amistad.

Busqué mi celular en la habitación y abrí nuestro chat:

Yo: Eres la primera mujer que se va en la madrugada sin despedirse de mí. Me siento usado.

Pude haber comenzado con una disculpa, pero creí que con un mensaje jocoso para animarle su mañana estaría bien. Después, a una hora prudente, la llamaría para conversar mejor lo sucedido anoche.

Decidí darme una ducha y desayunar algo rápido para llegar temprano a la oficina. Al parecer Lucy no había dormido nada, porque al revisar mi bandeja de correo electrónico, me encontré con al menos diez mails distintos de cosas que necesitaba para ese mismo día.

Tenía más trabajo que ganas de existir.

Cuando llegué a la empresa mucho antes que la mitad de los trabajadores de mi oficina, decidí llamar a mi hermana. A decir verdad, por más inspiradora que fuera la conversación con Vienna la noche anterior, no dejaba de darle vueltas a todo lo que Audrey había mencionado, y, por supuesto, no dejé de sentirme culpable por haberla lastimado. Lilibeth era la última persona en el mundo a la que quería hacer daño.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora