4: Unos comen mierda y otros la pisan

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El capítulo de hoy va dedicado a Re_Member_Me que después de tantos meses, aun sigue por estos lares, jaja. ¡Que lo disfrutes, chiqui! ❤

 ¡Que lo disfrutes, chiqui! ❤

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8 AÑOS ANTES

Comenzar clases era un evento que casi siempre me llenaba de adrenalina.

Mi corazón se agitaba ante la emoción de compartir con mis amigos y compañeros lo que habíamos hecho el verano anterior. Al mismo tiempo, existía esa incertidumbre de no saber cómo sería el nuevo año o si de lograríamos aprobar hasta el final.

Pero este año era un poco diferente. Porque lo que sentía era pánico.

Nunca fui una alumna de notas magníficas, ni fui el promedio sobresaliente, ni era una atleta. Todo en mí era regular: mi aspecto, mis notas, mi familia, mis amigos. Mi cabello era castaño, y mis ojos azules no eran de un tono cielo desgarrador, sino de un azul que casi pasaba por marrón. Era bastante delgada, tanto, que mi mejor amiga me comparaba con una tabla de surf: nada delante, nada detrás. No era la más culta, no era la más inteligente. Me gustaba pintar, pero mi talento no era una promesa para futuras generaciones. Mis padres eran los típicos padres americanos con trabajos esclavizantes. Tenía dos mejores amigos: Chris, quien recién se había mudado a Arkansas —¿quién demonios vive en Arkansas? —, y Ashley, quien me había dejado de hablar desde que se enteró que me cambiaba de instituto.

Sí. A pesar de que yo no era una alumna destacada, con mucha ilusión apliqué a una beca para uno de los mejores colegios de Manhattan, aun cuando me quedaba lejos de casa —yo vivía en Brooklyn—. Siempre creí que no me admitirían, pero al final del verano una carta llegó.

Una beca de ochenta por ciento en el mejor colegio de Nueva York.

Ashley no tomó bien la noticia y me acusó de abandonarla, como Chris había hecho con nosotras. No importa cuánto le insistí para hablar, Ashley simplemente me puso en su lista negra. Y yo me resigné a la situación.

Ahora estaba con las manos temblorosas, cundida en miedo, sin saber qué esperar de aquella nueva experiencia.

El génesis de mi pánico se debía a que: uno, no conocería a nadie; dos, era un colegio de chicos ricos y yo no era parte de aquel privilegiado gremio. Sentía miedo, no por no encajar, sino por el hecho de que me fastidiaran por no provenir del mismo círculo que ellos.

Esto último no lo calculé cuando envié la carta de aplicación.

Inhalé todo el aire que pude mientras cruzaba las puertas de aquel colegio, y di un paso a la vez. Subí las primeras escaleras empedradas sin mirar a nadie, creyendo que de esa manera nadie me miraría a mí.

Me costó un poco de trabajo conseguir el salón de clases que me correspondía, pero logré hacerlo sin ningún tipo de ayuda. Allí surgió el primer inconveniente.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Where stories live. Discover now