10: Hitch, la especialista en seducción

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—...A veces no comprendo cuál es mi rol en todo esto. —Sushi le dio un sorbo a su cerveza y exhalé de forma sonora cuando noté que su monólogo sobre Lucy Davis no había terminado—. Por si fuera poco, hace un par de días me dejó encargado de varias tareas y llamadas, se suponía que en la tarde nos encontraríamos en una cafetería cerca de acá para terminar de coordinar algunas cosas para su viaje a Las Vegas y cuando le pregunté dónde estaba, me envió una dirección. Me dijo que le había llamado Murray por una emergencia. ¡Una emergencia sobre algo que era mi responsabilidad! Así que corrí y corrí hasta llegar a dónde estaba... ¡y era un spa! Aun así pregunté por ella y me condujeron por un pasillo hasta que abrieron una puerta, y allí estaba. ¡Le estaban depilando sus partes íntimas! ¿Puedes creer que fui testigo de eso? No hay nada más perturbador que ver cómo le arrancan vellos íntimos con cera caliente a tu jefa.

Me cubrí la boca para no soltar una carcajada ruidosa frente a él. Podía imaginar la escena con claridad, y la expresión en el rostro de Sushi tuvo que haber sido épica.

—¿Y no le molestó que la vieras?

—¡Claro! Me gritó que me fuera, pero fue demasiado tarde. Sigo traumado.

—«Trauma» suena como una palabra muy fuerte. —Hice un mohín—. Lucy tiene un muy buen cuerpo para su edad.

—No he dicho que no lo tenga, pero joder... Vi cómo la depilaban la juja y ¿puedes creer que ni se inmutó? Se supone que es algo doloroso y ella lucía tranquila, al menos hasta que reparó en mi presencia. Esa tolerancia al dolor debió heredarla de Lucifer. Quizá Lucy es apócope de Lucifer.

—No puedo tomarte en serio si te refieres a las partes íntimas de una mujer como «la juja».

Decían que si no podías con tu enemigo, debías unírtele. Eso era lo que estaba haciendo con Sushi ahora.

Dado que él en cada rato libre que tuviera se instalaba en mi oficina para hablarme de cualquier cosa que pasara por su cabeza, decidí que no lo pelearía más, simplemente dejaría que las cosas fluyeran. Así que después de varios días de una camaradería no tan desagradable, vinimos a tomarnos una cerveza juntos.

Su emoción fue tal, que parecía un niño llegando a Disney.

Nos encontrábamos en el bar más cercano a LB&T, y que de hecho era el sitio en el que solía pasar el rato con quienes fueron mis compañeros de pasantías. Al ser viernes, reconocí a varios rostros de la compañía tomándose tragos y disfrutando del ambiente, tal como nosotros.

De manera inconsciente, mis ojos viajaron hasta la puerta del bar donde se toparon unos de un azul mucho más oscuro que el mío y que parecieron contentos de verme. Levanté la mano y le hice una seña a Vienna para que se acercara, capturando la atención de Sushi en el proceso.

—Por Dios —murmuró—. ¿Crees que todavía me odie por cómo me emborraché en su exposición?

Fruncí el ceño al recordarlo, definitivamente le vigilaría la bebida esa noche porque él perdía el control con facilidad.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora