2: No cualquier chica

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—¿Qué piensas de mi nuevo asistente?

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—¿Qué piensas de mi nuevo asistente?

La primera pregunta de aquella «entrevista» me agarró con la guardia baja dado que pensaba que nos concentraríamos en lo típico: mis habilidades, aptitudes, o algo sobre el área de trabajo.

—Es ruidoso y demasiado extrovertido para mi gusto, pero parece diligente.

Ella hizo un mohín.

—Del uno al diez, ¿cuál es tu nivel de promiscuidad?

—¿Disculpe? —La miré un poco descolocado.

—Me escuchaste. De todas maneras repetiré en caso de que tengas algún problema de retención de información, lo cual encendería mis alarmas como tu jefa. Del uno al diez, ¿cuál es tu nivel de promiscuidad?

Lucy Davis estaba sentada con una expresión moderada e imperturbable, analizando cada una de mis reacciones. No entendí los motivos ocultos de estas preguntas tan aleatorias, pero sabía que la única solución, especialmente con ella, era una franqueza espontánea, y por supuesto, llena de respeto.

—Depende. Si estoy soltero, como ahora, podría ser un... ¿seis? Sí, definitivamente seis.

Se cruzó de brazos, circunspecta.

—¿Encuentras a alguna de las mujeres de este departamento atractivas?

—Ninguna me interesa, señorita Lucy —respondí con un encogimiento de hombros al comprender qué era lo que realmente me preguntaba—. No pretendo inmiscuirme en líos de faldas con personas de este departamento. Ya aprendí lo suficiente durante mis pasantías.

—¿Qué haces cuando no estás en la oficina? Responde con detalles y sinceridad.

¿Detalles y sinceridad?

—Usualmente troto antes de desayunar, luego vengo al trabajo. Al salir, me gusta ir a mi casa y fumarme un porro mientras reflexiono sobre cuán aburrida y miserable puede ser la vida. Algunas tardes hago planes con los pocos amigos que me quedan, y otras solo disfruto tener sexo con mujeres que conozco por Tinder.

Lucy enarcó una ceja, y por un breve instante creí distinguir la intención de una sonrisa. No obstante, fue tan minúscula como fugaz. Se limitó a asentir con lentitud, sorprendiéndome que no se molestara o se burlara de mi honesta respuesta.

Además, esa entrevista me parecía una completa broma dado que Lucy me conocía desde hacía casi un año.

—¿Cuál crees que es tu mayor defecto?

Vaya. Con aquella pregunta mi mente se quedó en blanco. Tuve que tomarme un par de segundos de introspección, y traté de repasar mi personalidad y mi cuerpo con la finalidad de encontrar algo que otros considerarían defecto. Era un poco competitivo, pero no lo veía como una falla en mí, sino como cualidad. Quizá no era empático en mi proceso de toma de decisiones, lo cual se traducía en que podía lastimar a algunas personas de vez en cuando. Pero así era la vida. Todos lastimábamos, todos mentíamos.

Vendiendo mentiras © [Vendedores #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora