Capitulo 4

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Tres hombres los esperaban dentro. Uno de ellos a quien Roberta reconoció como el representante de su padre, quiso hablar con ella, pero Diego se lo impidió de manera poco caballerosa. Siempre era así. Intolerante, grosero hacia quienes él consideraba seres inferiores a él. Como el hombre de mediana edad, cara colorada y tensa, que los acompañaba.
Subieron al ascensor. ¿Acaso había una nueva oferta de acciones en su valiosa línea de barcos? ¿Cómo podía ser tan codicioso un hombre con toda la fortuna y el poder que tenía Diego? ¿Pero acaso no se había casado con ella por codicia?
El representante de su padre puso una llave en la mano de Roberta sorpresivamente, y se dispuso a partir.
- Dámela a mí - dijo Diego tenso.
Debía de ser la llave de una caja fuerte, propiedad de su padre. Por primera vez no hizo caso y se dirigió directamente hacia donde estaba el representante del banco, que ponía en ese momento una caja fuerte sobre una mesa, y luego abandonaba la habitación vacía.
- Roberta- protestó Diego.
Roberta no quiso mirarlo. Pero dijo:
- Si es de mi padre, es mío.
- Tené cuidado con lo que decís.
Sus palabras la hicieron estremecer. Lo miró y se sintió paralizada. En el rostro de Diego se adivinaba la agresión y la violencia a punto de estallar.
Roberta cesó en su intento, y súbitamente dejo la llave al lado de la caja.
- Si está en esta caja, podes quedarte tranquila. Pero si no está, podes considerarte afortunada si llegas a ver el día de mañana.
No entendía a qué cosa se refería que pudiera estar en la caja. Un sudor frío se apoderó de ella. Sus piernas se debilitaron. Sus ojos color claros lo miraron incrédulos. Pero él no la estaba mirando. Estaba metiendo la llave en la caja, temblándole el pulso.
Roberta se lamió los labios secos en un gesto ansioso. Debía tratarse de algo más que acciones. Nunca había visto a Diego perder el control de ese modo. Y ahora, fuese lo que fuese lo que estaba dentro de la caja, estaba frente a él.
La caja estaba llena de papeles. Diego comenzó a revolverlos, dejando de lado las fotos y cartas, que quedaron esparcidas por toda la mesa. Estaba pálido, y su búsqueda se iba haciendo más desesperada a medida que avanzaba.
Roberta fijó la vista en un sobre grande dirigido a una persona de la que jamás había oído hablar. Ni siquiera reconocía la letra. Entonces vio una foto grande en la que se veía a hombres y mujeres en actividades obscenas. Sintió disgusto. No entendía por qué su padre las guardaba.
- ¿Qué es todo eso? - le preguntó a Diego, puesto que era evidente que él sabía bastante más que ella acerca de la caja y su contenido.
Él pasó la foto sin demostrar un ápice de asombro.
- ¿Qué es? - preguntó él repitiendo sus palabras con una mueca que simulaba una risa cínica -. ¡Es una caja de vidas destrozadas! Los secretos de otra gente. ¡Tu padre vivía a costa de sus víctimas y de su miedo, el muy cerdo!
Roberta se puso lívida, pero lo increpó:
- ¿Cómo te atreves a hablar así de mi padre?
Diego no la estaba escuchando. Seguía buscando entre los papeles..
- Qué me obligase a revolver entre esta basura es el último de sus insultos. ¡Yo, Diego Bustamante, ensuciándome las manos, porque no hay nadie en quien pueda confiar como para que hurgue entre esta colección de errores humanos! ¡Sus trofeos! ¡En lugar de tirarlos los ha conservado hasta el final, el muy cochino!
Roberta casi no se sostenía de pie. No podía dar crédito al crimen que se le imputaba a su padre. Y en su incredulidad todo se le hacía confuso.
- ¿Qué estás diciendo? - la voz de ella sonó tan débil que apenas se oyó.
- ¿Estás sorda? - la miró Diego sin piedad -. ¿Por qué crees que me casé con vos? ¿Por tu cara bonita y tu educación de convento? ¿Por tu habilidad para actuar como una dama y saber colocar adornos florales en la casa?
- Por las acciones de mi padre - alcanzó a pronunciar ella.
- ¡No había acciones! ¡Era todo mentira! ¡Ésa línea de barcos ni siquiera existió! - gritó él con furia, sus palabras retumbando en la habitación.
- Me estás mintiendo - contestó Roberta a punto de desfallecer.
La atención de Diego estaba puesta en el documento que tenía en ese momento en sus manos. De pronto, sin aviso alguno previo, dio un golpe sobre la mesa.
- ¡Es sólo una copia!
- ¿Una copia de qué?- dijo Roberta temerosa
- ¡Y éste es el fin!
Diego parecía un león dispuesto a comérsela.....

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Where stories live. Discover now