Capitulo 37

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- Se me ha ocurrido simplemente - contestó él, llevándose la bebida a la boca, que estaba intacta hasta ese momento.
Hubo silencio nuevamente.
- Has encontrado trabajo - dijo él nervioso.
- No pienso estar aquí toda la vida. Estoy empezando. Y saco lo justo para vivir. Si te preocupa eso...
- ¿Por qué iba a preocuparme?
- Quizás te hubiera gustado que no pudiera salir adelante.
- Quizás - él no lo negó.
- ¿Has tenido noticias de mi abogado ya?
Hubo un silencio sepulcral.
- Has tirado todos mis medias - dijo Diego apesadumbrado.
- Era una especie de declaración de principios- le respondió ella
- Sí, me he dado por enterado.
- Fue una tontería - dijo ella dibujando el borde del vaso con el dedo -. ¿Cómo está Dolores? - le preguntó sin poder reprimirlo.
- Feliz... su marido volvió a buscarla el mismo día de la cena. Ella ha prometido trabajar un poco menos, y él ha prometido aprender a cocinar o algo por el estilo.
- ¿Era eso de lo que estabas hablando aquella noche?
- Sobre todo me estaba diciendo cosas sobre mí. Que le había roto el corazón hace cinco años, y que ni siquiera me había dado cuenta. Y que si me hubiera casado con ella y le hubiese hecho lo que te hice a vos, me habría castrado.
Volvió el silencio.
- ¿Queres dormir conmigo esta noche?
Roberta no podía creer lo que le preguntaba. Pero él la miró desafiante, como para que no tuviera la menor duda de sus propósitos.
- No voy a contestar semejante proposición.
- ¿Por qué no?
- ¡Estoy en proceso de divorciarme de vos cara dura!
- No ha habido ninguna mujer. Ni siquiera he mirado a otra. No deseo a otra mujer. Te deseo a vos.
- Entonces tenes un problema - dijo ella temblando como una hoja. Y en realidad lo deseaba tanto, que se odiaba.
Diego le tomó la mano, evitando que ella se alejara de él.
- No debería haberlo preguntado... No era realmente lo que quería decir.
- ¡Pero es exactamente lo que estabas pensando! - exclamó Roberta, quitando la mano apresada por la de él.
Roberta se sintió indignada ante la actitud descarada de él. La deseaba aún, pero aunque se lo pidiera de rodillas no accedería.
Por el rabillo del ojo lo vio levantarse y abandonar el bar. Roberta hubiese querido llorar desconsoladamente, pero había un público que la estaba esperando y un trabajo que realizar.
Eran las cuatro de la madrugada de esa noche cuando se durmió por fin.
A las ocho alguien llamó a la puerta de su casa de manera insistente. Roberta hizo un esfuerzo y se levantó a abrir. Un ramo de rosas rojas fue depositado en sus manos. Era Diego que aprovechándose de que Roberta estaba medio dormida, había entrado y cerrado la puerta.
- ¿Y qué esperas que haga con esto? - dijo ella consciente del aspecto horrible que tenía, frente a él que parecía sacado de un anuncio de trajes italianos.
- Las pones en agua...
- ¿Qué pasa con vos? - preguntó ella.
Él la miró unos segundos, y luego se apartó en silencio.
- Fueron muy pocas las mujeres con las que me acosté en estos años. Con la mayoría en el primer año, durante el último con ninguna.
¿Qué reacción esperaba él después de semejante información?
Pero no pudo pensar en nada. Simplemente le pegó con el ramo por la espalda varias veces, compulsivamente, hasta que el ramo se le cayó de las manos. Él no hizo amago alguno de defenderse.
Entonces Roberta hundió su cara en sus manos y sufrió un ataque de llanto repentino. Diego la tomó de las manos.
- Por favor, veni a casa.
- ¡No puedo!
- No te preguntaré lo que has estado haciendo durante este mes. Te lo prometo. No volveré a mencionarte a Velasco. Puedo hacerlo. Dejaré de ser celoso. Crees que no puedo, pero sí puedo.
Roberta separó sus labios secos en medio del llanto.
- ¿Estabas celoso?
- Me devoraban los celos. ¿Qué crees que soy, una piedra? - dijo con firmeza -. Cuando vi esas fotos me quise morir. No pude soportarlo. Y sabía que si no era capaz de tolerarlo, te perdería. Y te he perdido al final.
- Diego... .-la garganta de Roberta se espesaba.
- Esa noche en Atenas sabía que estabas pensando en él. Y pensé que no podría vivir con ello.
- Estaba pensando en vos. Salvador acababa de decirme lo de su parentesco, y me sentía muy culpable porque sabía que vos lo debías saber.
- No sabía que habías estado hablando con Salvador. Y cuando me diste esa llave al día siguiente, de la forma en que lo hiciste, supe que la recompensa que esperabas era tu libertad. No podía obligarte a seguir a mi lado. Y menos si estabas enamorada de Velasco. No tenía sentido. La decisión de quedarte tenía que ser tuya, y realmente no quería estar presente cuando la tomases.
De ese modo Diego admitía un acto de cobardía que jamás hubiese esperado de él.
Ahora me daba cuenta de que la inseguridad la había llevado a malinterpretar sus palabras y sus hechos. Porque la que había estado luchando por escapar de ese matrimonio había sido ella, y él en cambio la había presionado para que siguiera con él. Y en el momento que apareció la llave, era lógico que él pensara que ella tenía que tomar una decisión.
Roberta tragó saliva, le costaba hablar.
- No estoy enamorada de Facundo.
- Esas fotos dicen algo muy diferente - dijo él soltándole las manos y yendo hacia la ventana.
- Las fotos pueden engañar. Ni siquiera lo he visto desde el día que estuvo en la casa. Y ese mismo día se terminó todo. No fue más que una aventura, algo sin importancia, un pasatiempo, como quieras llamarlo. Estaba muy sola, aburrida y supongo que quería lo que jamás había tenido.
- Lo que podrías haber tenido conmigo si yo no hubiese sido tan orgulloso y tan mezquino como para ofrecértelo - Diego volvió hacia ella y agregó -. Vos has sido más sincera conmigo de lo que me merezco. Si te he perdido ha sido por mi culpa. Me enamoré de vos la primera vez que te vi. Vos no te equivocaste con mis sentimientos. Fue como si la luz me golpease de pronto. Y cuando me pude recuperar del shock, lo único que quería hacer es salir corriendo.
- ¿Pero...?- dijo Roberta

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora