Capitulo 5

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- El original te lo dio a vos, ¿no es verdad? ¿Te lo dio a vos para dejarlo a salvo...?
- ¿Qué cosa me dio? - casi no podía articular palabra Roberta.
- Vos sabes de qué estoy hablando. No te hagas la inocente - dijo él yendo a un rincón de la habitación -. Si no está acá, lo tenes que tener vos. Martín no era ningún tonto. Y sabía que me desharía de vos si caía en mis manos. Así que te lo dio a vos Entonces, ¿dónde está?
- ¡Basta ya! ¡Déjame en paz! - gritó a pesar del terror que sentía.
- Si no me decis dónde está el certificado, soy capaz de cualquier cosa. ¡He vivido extorsionado durante cinco años para proteger a mi familia, y no pienso vivir así un día más!
Diego había pronunciado por fin la palabra, "extorsionado". No podía ser cierto. Su padre no podía haberle hecho un chantaje. Roberta estaba a punto de desfallecer.
Siempre me he preguntado por qué lo había hecho así...que vos tuvieras que ser mi castigo de por vida - soltó Diego como pensando en voz alta -. Pero te diré una cosa, preciosa. Prefiero ir a la cárcel, antes que cumplir esta otra sentencia.
Aterrada, Roberta miraba la cara de Diego, y finalmente, de manera misericordiosa, dejó de verla, al mismo tiempo que Roberta se desvaneció.
Roberta recobró la conciencia en la limosina. Diego estaba inclinado sobre ella como cuando ella se había desmayado. En un movimiento brusco del coche, Roberta se apartó hacia el lado opuesto del asiento.
- ¡Aléjate de mí! - le gritó presa del pánico.
- ¿Sos una criatura muy delicada, no te parece?-
- De pronto te has vuelto un manojo de nervios - Diego la miraba con satisfacción perversa; parecía haber recuperado el control -. ¿Dónde está el certificado?
Roberta se clavó las uñas. Necesitaba alguna sensación que le dijera que estaba despierta, que no se trataba de una pesadilla.
- Te he dicho que no sé de qué hablas.
- Bueno, si antes no lo sabías, ahora ya lo sabes, y quiero que me lo digas.
- No puedo creer que mi padre te hiciera chantaje...
- ¿Un asunto sucio, no? - Diego la trataba sin la más mínima compasión -. Pero él era un profesional, de alto vuelo. A él le interesaban los ricos y famosos. Le gustaba los personajes a los que pudiera sacarles el jugo. Era muy bueno en su trabajo. Nunca dejaba a sus víctimas totalmente secas, ni los llevaba al extremo de que quisieran matarlo. Los hacía pagar durante mucho tiempo y luego los dejaba en paz, pero siempre se quedaba con la prueba de sus delitos y trapos sucios para protegerse. Hizo una fortuna...
- ¡No me lo creo!
- ¿Crees que tu padre guardaba esas fotos pornográficas sólo por diversión? Si se quedó con la prueba de los trapos sucios de mi familia... -La voz de Diego se hizo más dura aún -. También tenía el certificado original, y como he intentado recuperarlo buscando por todas partes, es evidente que vos lo tenes.
- ¡Él no me dio nada! - gritó histéricamente.
- A mí no me vas a engañar. Inténtalo y .......
- ¡Estás loco! - sollozó.
- Hasta ahora he sido paciente. He estado en la cuerda floja durante cinco años. La única forma de mantenerme a salvo era seguir casado con vos. Pensé que ibas a irte con tu papito. Pero no lo hiciste. Y hay una cosa que me ha quedado clara. Estás enamorada de mí...
- ¿Qué? - Roberta lo interrumpió.
- Estás obsesionada conmigo. ¿Crees que no lo sé? - Diego la miró con desprecio -. Cualquier mujer normal ya se hubiese desengañado y hubiera dejado de esperar que su amor fuera correspondido... ¡Pero vos no! Te has quedado hasta el final, fiel hasta el fin, ¡sin darme la posibilidad de que pueda quejarme del maldito trato que hice!
- ¿Fiel? - no podía creer todo lo que oía. Era increíble, pero Diego se creía lo que decía. Estaba convencido de que se había quedado a su lado por una cuestión de amor. El nombre de Facundo quería abrirse paso entre sus labios, pero era mejor que no.
- No estoy enamorada de vos- dijo dignamente.
- ¡Escucha, estás hablando con el chico que fue tu regalo de cumpleaños cuando cumpliste diecisiete!
- ¿Cómo?
- ¿Me elegiste en alguna revista de sociedad? ¿O me viste personalmente antes? ¿Me echaste un vistazo y saliste corriendo a decírselo a papá? "Papá: éste es el que me gusta".
Diego hablaba en serio. Realmente hablaba en serio.
- ¡vos tenes que estar mal de la cabeza!
- Hablaremos. Llevo cinco años esperando esta conversación. Todo lo que sé es que el querido Martín hizo el trabajo sucio por vos. Me cazaste como a un animal...
- ¡Sos un animal, un auténtico insulto a la especie humana! - estalló Roberta-.
- ¡Dios! Mi joven dama sabe alzar la voz - dijo cínicamente Diego -. No parece gustarle la verdad. Hiere tu orgullo. Pero sé que he sido atrapado intencionalmente. Yo no sabía siquiera quién era tu padre la primera vez que fui a la casa. Me hizo una proposición de negocios una tercera persona, y fui citado allí. Y ocurrió justamente que tu padre no se encontraba en casa cuando llegué. Pero, ¡Oh, sorpresa! ¡Estabas vos! Llevabas algo blanco y romántico, llevabas una flor en el cabello, es decir estabas armada hasta los dientes con tus encantos virginales. Lo recuerdo perfectamente.
- ¡No fue así!
- Cualquier griego con sangre en las venas se hubiese rendido a tus encantos con mirarte dos veces - le dijo Diego con resentimiento -. ¡Y vos ahí, todo sonrisas tímidas y con rubor en las mejillas, comiéndome con esos ojos como si llevases una semana de ayuno!
- ¡Basta ya! - la voz de Roberta casi se rompió.
- Entonces me invitaron a cenar y vos tocaste el piano, y cantaste como un ángel. Todas tus virtudes puestas en juego para mí. Y no sé cómo fue, pero finalmente el negocio pasó a un segundo plano, y se me olvidó. Para que sepas, había sólo dos preguntas que me interesaba hacer, pero no era pertinente hacerlas esa noche.
- ¿Sí? - Roberta trataba de borrar los recuerdos penosos de ese día.
- ¿Tenías suficiente edad para obtener el consentimiento de tu padre? ¿Intentaba tu padre protegerte del mundo y de los depredadores como yo? El matrimonio no estaba entonces en mi cabeza, y nunca había estado.
Roberta sintió nauseas. Diego siguió hablando:
- ¿Y de quién fue la idea de que me quedara a cenar? Tuya, vos le dijiste a él que me querías y eso fue todo. Luego él escarbó y escarbó, hasta sacar a la luz cosas que sólo dos personas vivas sabían, y que ninguna de los dos iba a contar jamás.
- ¿Qué averiguó? - preguntó ella ansiosa.
- Vos lo sabes... Martín sabía perfectamente que no viviría muchos años. Y no se fue a la tumba con el secreto - dijo Diego.
- Él no me reveló nada.
- Y si vos no lo tenes, debes saber quién lo tiene.
El chofer abrió la puerta y ella casi se cae del asiento. Miró la calle del barrio residencial casi con pánico. Hubiese querido correr. Ella sabía dónde estaba. Era el apartamento de Diego en París donde ella había pasado una noche de bodas inolvidable...........

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora