Capitulo 8

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Roberta había salido corriendo de la habitación, llorando de rabia y desesperación.
Al día siguiente, Martín le había informado acerca de su deficiencia cardiaca. Le había dicho que no sabía cuánto iba a vivir, y que estaba sinceramente preocupado por su futuro. Era otro golpe para Roberta. Martín había puesto a Diego por los cielos.
Según Martín, Diego era como un diamante en bruto por el medio social en el que se había criado, pero la iba a tratar con respeto y honor como a su esposa. Ese tipo de arreglo era algo común en Grecia. Si se casaba con Diego estaría a salvo, segura por el resto de su vida.
- ¡Pero no me ama! - había protestado.
Martín la miró fríamente y le dijo:
- Te desea...
- No tanto como a esas acciones - protestó en voz baja.
- Depende de vos lo que este matrimonio resulte. Te estoy dando la oportunidad de casarte con el hombre que amas.
Roberta volvió al presente, y se retorció las manos. Su padre le había servido a Diego en bandeja de plata. Se lo había dado encadenado y esposado a cuenta de un chantaje. ¡Cómo no lo había sospechado antes!
Se oyó un golpe en la puerta. Era una empleada anunciando la cena. Roberta no podía creer que fuera ya la hora de la cena. Facundo la llamaba todas las noches a las ocho. Sabía que ella jamás salía de noche. ¿Le habría dicho el mayordomo que se había ido a París? Levantó el auricular del teléfono de la habitación y marcó el número de su apartamento.
¿Dónde diablos estás? - contestó Facundo inmediatamente -. tu mayordomo me ha dicho que "el señor y la señora Bustamante no
estaban". ¿Qué quiere decir eso?
- Hemos volado a París...
- ¿Hemos?
- Mirá, había un problema con la herencia de mi padre y tuve que venir. Mañana estaré en casa. Te amo.
- ¿Qué tipo de problema?
- Nada importante - ocultó Roberta. No quería contarle los detalles sórdidos del asunto a Facundo, al menos por teléfono.
- ¿Va a mostrarte las maravillas de París, entonces? - se burló Facundo.
- ¿Salir con Diego? ¡Estás bromeando! - forzó una risa, aliviada de que Facundo no estuviera enfadado -. Te echo mucho de menos. He pensado en vos todo el tiempo.
- No veo la hora de que llegue mañana.
- Se me hará eterno... - dijo. "Pero no puedo usar nuevamente a Maite", pensó, recordando a Maxi, y preguntándose cómo podía
quitarse de encima al guardaespaldas.
Pero Roberta se sentía un poco culpable de sus citas con Facundo, ya que cuando ella se había casado en la iglesia, había hecho unas promesas en las que entonces creía...
¿Por qué sos tan cobarde y no le planteas el divorcio, ya que a él le importas tan poco? - le decía innumerables veces.
Roberta suspiró hondo, bajó el auricular en un gesto que quería relajar su tensión.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo después de dejar caer el auricular. Diego estaba de pie, silencioso y quieto, como una estatua. Roberta se quedó paralizada ante semejante visión.
Quiso decir "Die...", pero no pudo articular una palabra......
- La cena... - murmuró Diego-. Pero termina la llamada primero.
Levantando el auricular dijo:
- Adiós - y colgó.
Su corazón bombeaba sin parar. Lo vio alejarse de la habitación. No podía haberla oído. En ese caso, seguramente le habría dicho algo. O reaccionado de alguna manera. En cambio, Diego había sonreído.
Al abandonar la habitación, lo oyó decir al chofer que ya no lo quería. ¿Habría planeado salir a cenar fuera y luego habría cambiado de parecer? Esperaba que no fuera por su causa. Pero era difícil que Diego hiciera algo por ella.
Tengo que hacer unas llamadas. No me esperes para cenar.
Roberta comió sin ganas. Se sentía culpable, irritada, confusa. Toda su vida había sido una persona honrada y sincera, hasta que había conocido a Facundo hacía tres meses. Había sido un encuentro accidental, en Harrods. Habían charlado, reído, tomado café.
Todo muy inocente. La segunda vez también se habían encontrado por casualidad.
¿Por qué se sentía de ese modo? No tenía más que pedirle el divorcio a Diego. A él jamás le habían importado los sentimientos de ella. Ella había tenido que sufrir el chismorreo publico y de la prensa, viéndolo fotografiado con distintas mujeres. Pero eso no era excusa para hacer lo mismo que él.
Llevaba por el cansancio y la tensión de todo el día, Roberta decidió irse a la cama. Se lamentó de no tener un piyama. Por fin se metió entre las sábanas desnuda. Y después de darle más vueltas a la cabeza, decidió pedirle el divorcio a Diego al día
siguiente.
Se despertó sobresaltada. Las luces estaban encendidas, y pestañeó insistentemente como para saber si era un sueño o la realidad. No se acordaba siquiera de dónde había dormido, y cuando se sentó en la cama aún estaba totalmente desorientada.
Pero entonces vio a Diego, algo alejado de la cama. Tenía un aspecto horrible, ése fue el primer pensamiento de Roberta, luego
atinó a taparse su desnudez con la sábana. Le brillaba el pelo castaño, estaba sin corbata, y tenía la blanca camisa de seda medio desabrochada, lo que permitía la visión de un pecho masculino. Los rasgos tensos, la piel pálida. Parecía estar bajo los efectos de un shock.
- ¿Qué ocurre? ¿Ocurre algo malo? - musitó ella a la vez que bostezaba y descubría en su reloj que era casi de madrugada.
- Me has deshonrado - dijo con un acento quebrado.
Roberta lo miró medio dormida aún.
- No comprendo, ¿qué decis?
- Mi mujer con otro hombre... - le dijo con una expresión de ferocidad en los ojos.
Pero Roberta estaba más asombrada por la frase "mi mujer", que había pronunciado, que por el descubrimiento de su infidelidad.
Jamás usaba ese término. Y era ofensivo y ridículo incluso en el contexto de ese matrimonio.
- No lo niegas - agregó.
¿Qué pensaba? ¿Qué iba a estar como la loca del Muelle de San Blas, esperando a su marido? Era cierto que había estado así durante casi cinco años, pero eso no podía durar eternamente. ¿Y qué le importaba además?
- ¿Cómo lo has descubierto? - preguntó ella no tan firmemente como hubiera querido.
- Parece que no te das cuenta de la magnitud de tu ofensa.
- ¿Has estado bebiendo? - preguntó Roberta débilmente, pensando que tal vez fuera el motivo de su reacción melodramática.
- ¿Qué tiene que ver eso? ¡Te he oído hablar por teléfono con tu amante! ¡Y no podía creerlo!
- ¡Oh! - debía haberlo imaginado. Pero él era tan retorcido, que no había demostrado nada en su momento.
- Tengo las facturas del teléfono y también el número al que has llamado desde aquí, y es el mismo número.
- Te lo habría dicho si me lo hubieses preguntado - Roberta sentía una extraña sensación desagradable que no podía identificar.
- ¿Qué me hubieras hablado de él? ¿No tenes vergüenza?
- ¿Por qué tengo que avergonzarme? - pero curiosamente la actitud de Diego la hacía sentirse culpable, y eso la irritaba terriblemente.
- Vos sos... mi esposa - dijo furioso.....

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora