Capitulo 12

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- Sí, podría ser perjudicial para tu divorcio. Tenes razón. Sos una chica sensata. Después del comportamiento de tu marido, no entiendo cómo puedes sentirte culpable de la pareja. Eso podría afectarte en el convenio de divorcio.
- No quiero nada de Diego.
- No seas tonta, Roberta. Ya sé que tienes la herencia de tu padre, pero...
Roberta se puso tensa. ¿Por qué no hablaban más que de dinero? "Una larga trayectoria en la caza de mujeres ricas", las palabras de Diego volvieron a su mente.
- Ése es un tema del que tenemos que hablar.
- Lo digo por vos, no estas acostumbrada a las estrecheces. No soportaría ser el responsable de que te vengas a menos.
- No lo serás. Seré libre y seremos como cualquier otra pareja. Es mejor que te vayas ahora. No debieras estar aquí - Roberta fue razonable.
- Relájate, por el amor de Dios - Facundo iba de un lado a otro de la habitación, observando los muebles antiguos y los cuadros.
- ¿Cuántas de estas cosas son tuyas? - preguntó con un suave silbido de admiración.
Roberta vio en los ojos de Facundo una mirada de avaricia, y una cierta excitación reprimida ante lo que veía. Al notarlo Roberta sintió que algo moría en su interior.
De pronto miró el escritorio pequeño y elegante de su madre. Era el único mueble suyo. Se lo había regalado su padre cuando se había casado. Pero se sentía muy disgustada por la actitud de Facundo para pensar en los recuerdos de familia.
- Ninguna. De hecho, firmamos un acuerdo prematrimonial por el que renunciaba a estas cosas - mintió Roberta -. ¿Y sabes cuál era el asunto de la herencia de mi padre en París? Que el dinero va a tener que emplearse en saldar deudas- volvió a mentir
- ¿Deudas? Estas bromeando Roberta?
- No. Cuando me vaya de esta casa no tendré un centavo.
- ¡Pero eso no me lo habías dicho nunca! - exclamó él, y se calló repentinamente -. Antes de irte deberías pensar bien este asunto. Bien sabe Dios que sólo quiero lo mejor para vos...
- Por supuesto - interrumpió ella.
- Me sentiría realmente mal si vos renunciases a todo esto por mí. Lo que quiero decir es que... ¿Y si las cosas no funcionaran entre nosotros? Si te soy sincero, es demasiada responsabilidad para mí. Debemos pensar muy bien lo que hacemos.
Entonces dijo que tenía una cita. Era evidente que quería irse para pensar a solas lo que ella le había dicho.
Roberta se sintió estúpida, decepcionada. Era evidente que Facundo quería que se divorciara de Diego pero siempre que se llevara
consigo el dinero de él.
Subió y terminó. Facundo iba a desaparecer de su futuro, pero tampoco quería a Diego en él. Dejaría atrás el pasado. Ya no necesitaba ningún hombre en quien apoyarse. Todos los hombres la habían manipulado, desde su padre, pasando por Diego, hasta Facundo. Y ella los había dejado hacer. Sintió una furia incontenible.
Bajó sus maletas, llamó a un taxi. Maxi se preparó para acompañarla.
- No te necesito Maxi, le dijo a su guardaespaldas- Me voy de la casa
Maxi se quedó pasmado. Pero pronto se enterarían todos.
Llegó el taxi. El taxista fue de gran ayuda en sugerirle un hotel. Al bajar compró el diario. Lo primero era encontrar un lugar dónde vivir, y un trabajo.
Esa noche, a las diez, golpearon la puerta de su habitación. Cuando fue a abrir se encontró a Diego. Intentó cerrar la puerta nuevamente, pero sus manos fuertes se lo impidieron, forzándola a retroceder.
- ¿Cómo sabías dónde estaba?
- Maxi tuvo la brillante idea de seguirte - dijo Diego cerrando la puerta y apoyándose en ella.
- No tiene derecho a hacerlo - dijo ella amargamente.
- Él trabaja para mí. Y vos sos el objetivo número uno para cualquier secuestrador. Ha hecho lo que debía. Como yo, que voy a hacer lo que debo hacer.
- ¿Y qué se supone que es?
- No dejarte marchar.
Roberta sintió un frío que la recorría de pies a cabeza.
- Sos como un perro que entierra un hueso y se olvida de él. ¡No tenías el más mínimo interés en ese hueso hasta que vino otro a desenterrarlo!
- Sos mi esposa.
- ¿Desde cuándo? ¿Crees que alimentándome y vistiéndome ya está todo cubierto? Bueno, podes quedarte con tu ropa y tu comida y tu asqueroso dinero. No quiero nada. Igual que no te quiero a vos.
- Vos siempre me has querido...
- Has perdido el tren. Te he olvidado hace mucho tiempo - dijo Roberta con una alegría llena de resentimiento.
- Pero aún quieres que pague por mi actitud -dijo Diego con rabia contenida -. Por eso te vas sin siquiera decírmelo. Ni siquiera una nota...
- ¿Y qué esperabas? Un "querido Diego, han sido unos cinco años horribles, adiós"?
- Lo has dejado entrar a mi casa - murmuró Diego bruscamente.
Roberta se puso blanca, y se quedó muda ante la noticia de que Diego sabía que Facundo había estado en su casa.
- Y seguramente no te hubiese importado llevarlo a nuestra cama también.
Roberta se rió cínicamente. Por fin tendría la oportunidad de decirle algunas cosas.
- ¡Jamás hemos tenido una cama nuestra!
- ¡Basta ya! Estoy tratando de no perder los estribos - dijo Diego tensando los músculos de la boca.
- ¡Me da igual! Quiero que te vayas.
- No me iré sin vos.
- ¿Por qué? ¿Qué tengo yo de especial? ¿Por qué no te vas con todas esas mujeres con las que andas? ¿O crees que no me entero del todo de lo que pasa aquí? ¿O es que todas esas chicas atractivas eran una tapadera como lo era nuestro matrimonio? ¿Por qué queres que me quede? ¿Es que sos homosexual y te sirvo para cubrir las formas???
En el mismo momento en que ella pronunció esas palabras, se arrepintió de ellas.
Los rasgos de la cara de Diego parecían a punto de estallar de furia.
- No... Homosexual no - mientras lo decía se quitó la chaqueta y se aflojó la corbata -. Tal vez necesites una
demostración.....

Matrimonio Diferente •TERMINADA•Where stories live. Discover now