7.

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Capítulo siete - Un imprevisto.

Llegó el viernes y con ello mi visita a las mazmorras.

Cada Slytherin que pasaba por allí me miraba mal o se burlaba de mi, no sabía si era porque había un Gryffindor en las mazmorras o por lo del torneo.

Estaba apoyado en una pared, harto de esperar a mi compañero cuando alguien a mi lado carraspeó.

Me giré. —Señor Potter... —dijo Snape mirándome de arriba a abajo. —¿Qué hace en las mazmorras un viernes por la tarde? No estará haciendo una de sus... Travesuras, ¿Verdad? —me preguntó alzando una ceja.

—Oh, no... Estaba esperando a Malfoy para acabar el trabajo de pociones. —dije asintiendo con la cabeza.

—Este es un sitio extraño para hacer un trabajo, ¿No cree? —dijo con desconfianza.

—Pues... Yo... —boqueé sin saber que decir cuando vi una cabellera rubia caminando detrás de él.

—Profesor Snape. —dijo Malfoy parándose a su lado.

—Señor Malfoy, ¿Qué hace por aquí? —preguntó el mago.

—Había citado aquí a Potter para hacer el trabajo. —admitió poniéndose a mi lado.

—Ya veo... —sus ojos negros pasaban del rubio a mi. —que pasen una buena tarde. —nos pasó por un lado y yo por fin solté el aire que no sabía que aguantaba.

—Vamos, Potter. —Malfoy empezó a caminar por donde Snape se había ido hacía un momento. Subimos al quinto piso en silencio, me limitaba a caminar detrás suya sin saber a donde me llevaba, cuando me atreví a preguntar.

—¿A dónde vamos?

—Aquí. —frenó repentinamente delante de una puerta, haciendo que me chocara con su espalda. —Idiota.

—Pues avisa. —me separé de él y abrió la puerta. Al entrar me di cuenta de que era una sala en desuso.

No era muy grande pero era amplia, tenía un escrito con un par de sillas, una pequeña chimenea, una alfombra gris debajo de un sofá de tres plazas verde. Había una ventana que iluminaba casi toda la sala.

—¿Y éste sitio? —pregunté dándome un paseo por la sala.

—La encontré con solo un escrito y algunas sillas, había mucho polvo, pero me pareció que tenía potencial. Vengo aquí cuando quiero tranquilidad. —dijo mientras dejaba su mochila en el escritorio.

Hice lo mismo y me senté en una de las sillas mientras él sacaba lo que necesitábamos para hacer la poción.

—En el armario del fondo hay un caldero. —comentó sin mirarme, me levanté y agarré uno. Empezó echando las lagrimas de centauro, después poco a poco fue echándole el polvo de hadas mientras removía, y así igual con las semillas de planta de fuego y con las escamas de tritón.

Yo solo observaba lo que hacía, su cara de concentración al hacer un poción...

—Lista. —un rato después voz me sacó de mis pensamientos. —Ahora solo hay que probar a ver si funciona. —me miró.

—¿Pretendes que sea el conejillo de indias? —pregunté indignado.

—Bueno, te recuerdo que yo hecho la poción. —cruzó los brazos.

—No podemos probarlo... No se... ¿Con una rata? —sugerí.

—No daría el mismo resultado. —surtió un poco de poción en un pequeño frasco y me la ofreció. Puse los ojos en blanco y sin pensar le di un trago.

Malfoy me miraba esperando alguna reacción.

—...No funciona. —dije, pero empecé a sentir un hormigueo por todo el cuerpo, el cuerpo me pesaba y los párpados se me cerraban.

De repente solo veía negro.

***

Potter cayó hacia atrás, pero fui rápido y pude agarrarlo por la nuca para que no se diera con la cabeza contra el suelo.

—No había caído en esto. ¿Potter? —él parecía dormido... O desmayado. —Voy a pensar que la poción ha surtido efecto. —dije para mi y le levanté del suelo, a modo de princesa, y le dejé en el sofá.

Me quedé mirándolo desde arriba, hasta dormido y con las gafas torcidas sigue siendo terriblemente atractivo. Suspiré quitándole las gafas y dejándolas en el escritorio.

—Vale, no te pongas nervioso, la poción solo dura dos horas. —conjuré un tempus. —Son las seis... Mierda, no llegaremos a la cena. —me giré hacia el azabache, que dormía plácidamente en el sofá.

Me volví a sentar en la silla del escritorio, y abrí un libro sobre dragones que había cogido de la biblioteca esa mañana.

***

La cabeza me daba vueltas, sentía un hormigueo por ésta y los párpados aún me pesaban.

Empecé a abrir los ojos lentamente, me di cuenta que no llevaba las gafas, pero al girar la cabeza vi una cabellera rubia fácil de reconocer.

—¿Malfoy? —noté cómo se giró. Intenté sentarme, pero todo me daba vueltas. Solté un jadeo mientras me sujetaba la cabeza.

—Ten. —el rubio se sentó a mi lado y me ofreció mis gafas.

—Gracias. —dije poniéndomelas, enfoqué la vista y empecé a dejar de sentirme mareado. —¿Qué pasó? —le pregunté.

—Pasó que sabemos que la poción funciona. Bebe. —dijo dándome una pequeña botella de agua. La abrí y empecé a beber despacio, el continuó. —Bueno, nos perdimos la hora de la cena, pero podemos ir a buscar algo a las cocinas, ¿Tienes hambre?

—Un poco. —dije sujetándome el estómago, hacia horas que no comía nada.

—Pues vamos. —dije y nos levantamos, agarramos nuestras cosas y salimos. —Mientras estabas dormido busqué algo que te pudiera servir para la primera prueba en un libro de dragones, y encontré varios hechizos que te pueden servir contra ellos. —me dio un papel con varios de estos apuntados. —No es mucho pero...

—Está bien. —le interrumpí. —Uh... Gracias, Malfoy. —el solo asintió.

Llegamos a la cocina, agarramos algunas galletas y salimos.

—Bueno, —habló el Slytherin. —mi sala común es por allí. —señaló a su derecha.

—Si, y la mía es por aquí. —señalé a mi izquierda.

Asintió. —Buenas noches, cara-rajada.

—Buenas noches, hurón. —dije recordándole lo ocurrido hace un par de días. Él me miró con cara de pocos amigos, y yo solo doble el pasillo y me puse a correr, riendo.

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𝑵𝒐 𝒕𝒂𝒏 𝒆𝒏𝒆𝒎𝒊𝒈𝒐𝒔 [𝑫𝒓𝒂𝒓𝒓𝒚]Where stories live. Discover now