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Capítulo once - El trato. 

Cuando desperté a la mañana siguiente me sentía mucho mejor, Poppy me trajo el desayuno y me hizo tomar un jugo que no era especialmente apetecible.

—Debe tomárselo, señor Malfoy, o no podré darle el alta. —insistió la enfermera, de mala gana lo cogí y me lo bebí de un trago. —Bien. —dijo antes de salir de la enfermería.

Dejé el vaso en la mesita de noche, justo cuando vi a alguien acercarse.

—Hola, Malfoy.

Fruncí el ceño. —¿Granger? —pregunté extrañado. —¿Ocurre algo?

—De hecho, si. —se acercó más, llevaba ropa casual, ya que era domingo, y un libro en el pecho. Lo dejó en el borde de la camilla y se sentó en la silla en la cual Potter se había sentado la noche pasada. —Te he estado... Analizando, y quería confirmar mi sospecha.

Tragué con dificultad. —¿Qué sospecha? —pregunté nervioso.

Bueno, —fingió mirarse las uñas distraídamente. —he notado como has cambiado, respecto a tu comportamiento con Harry.

Solté una risa nerviosa. —¿A qué te refieres, Granger?

—Ahora eres "amable" con el, demasiado, diría yo. 

Dudé. —Si, soy amable con él, ¿Y qué?

—Te he mirado a los ojos cuando hablas con él, Malfoy. —me miró con una sonrisa de "te he pillado."

—No me gusta tu amigo. —dije.

—Oh, pero yo nunca dije que te gustase. —su sonrisa cambió a una de victoria.

Mierda, me he delatado. 

Suspiré —Bien, ya confirmaste tu sospecha, ¿Qué más quieres?

—Ayudar. —dijo tranquilamente. Alcé una ceja en señal de que estaba confundido, ella puso los ojos en blanco. —Harry ayer llegó a la sala común con una sonrisa que no había visto antes, no se si le gustes, pero... Se le ve feliz contigo, y hacéis buena pareja. Quiero ayudarte a conquistarlo.

—Me empiezas a caer bien. —sonreí. —¿Qué ideas tienes?

—Aún no tengo nada. —le miré con mala cara. —¿Qué? Al menos quiero ayudar. Ya se me ocurrirá algo, tu tranquilo. —dijo y se levantó de la silla. —Empezaré por saber si aunque sea le atraes, pero con una condición.

Crucé los brazos. —¿Cuál?

La vi dudar. —Tienes que intentar lo mismo con Pansy.

—¿Cómo? —pregunté confundido.

—Ayudarme a conquistarla.

Mis ojos se abrieron. —¿TE GUSTA PANS...? —me tapó la boca antes de que acabara la frase.

—Si, pero cállate. —se separó. —¿Hay trato? —extendió su mano.

La miré y sonreí. —Hay trato, Granger. —dije tomando su mano y sacudiéndola. 

—Bien, debo irme. —dijo cogiendo su libro. —Que te mejores, Malfoy.

—Gracias. —dije mientras desaparecía por la puerta. 

Inteligente.

Unos segundos después un ojiverde cruzó la puerta, confundido.

—¿Estabas hablando con Hermione? —preguntó señalando la puerta.

—Oh, no, bueno, vino a ver cómo estaba, pero fue venir e irse. —mentí.

El miope asintió y se sentó en la silla. —¿Cómo estás?

—Mucho mejor, Poppy me obliga a tonarme jugos raros, pero dice que hoy me podrá dar el alta.

—Me alegro. —dijo con una sonrisa.

Sonreí ligeramente. —Y... ¿Qué hará Harry Potter por navidad?

Soltó una risa. —Pues iré a la madriguera, probablemente.

—Oh, navidades con los Weasley.

—Si, ellos son como mi familia. —dijo orgulloso y yo asentí. —Y, ¿Qué hará Draco Malfoy?

Sonreí. —Ya sabes, irme a casa con mis padres.

—¿A Malfoy Manor? —asentí. —Dicen que tu mansión es impresionante.

—No se equivocan, pero un poco solitaria.

—Me lo imagino. —dijo apoyando su cabeza en su mano, cuándo otra persona entró por la puerta y se acercó a nosotros.

—¿Madre? —al decir esto, Potter se acomodó en la silla y se giró hacia ella. Venia con un vestido elegante de invierno, negro y su pelo rubio suelto, con una bolsa en la mano. 

—Hola, Draco. Potter. —le saludó con una sonrisa.

—Señora Malfoy. —le devolvió el saludo. —Voy a... —dijo levantándose.

—No, no te preocupes, puedes quedarte. —el azabache se volvió a sentar, haciéndole caso. La verdad es que mi madre imponía bastante.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté con una sonrisa mientras ella se ponía al lado de mi en la camilla.

—¿No puedo ir a visitar a mi hijo cuándo se rompe un brazo? —me besó en la cabeza. —¿Cómo estás, hijo?

—Mejor, mamá, hoy me dan el alta. ¿Cómo estás tú? —pregunté.

—Muy bien, me alegro. —dijo con una sonrisa.

—¿Y papá?

—En un viaje de negocios, vuelve ésta tarde. —asentí. —Te traje esto para que no estés triste. —me dio la bolsa de papel que llevaba.

La puse encima de la camilla y la abrí, dentro había una caja de bombones de una marca Francesa. —Gracias, madre, me encantan.

—Lo se, por eso te los traje. —me sonrió. —Bueno, tengo que volver a la mansión, le voy a preparar a tu padre la tarta de frambuesa que tanto le gusta cómo sorpresa. —abrí la boca. —No te preocupes, te mandaré un trozo. 

—Cómo me conoces. —sonreí.

—Comenzó a alejarse de la camilla. —Que te mejores hijo. Cuídate, Potter.

—Gracias... Usted también. —contestó nervioso. Cuando mi madre salió el menor soltó todo el aire que contenía desde que entró.

Reí abriendo la caja de bombones y probando uno. —Deliciosos. ¿Quieres uno? —cogí unos y extendí el brazo.

Potter lo agarró, haciendo que nuestros dedos rozaran. Sentí un escalofrío recorrer toda mi columna.

—Gracias. —dijo antes de metérselo en la boca. Soltó un jadeo de placer. —¡Son los mejores bombones que he probado nunca! —exclamó.

—Lo se, eso es porque es de una de las mejores marcas de bombones Francesas.

—¿Por qué Francesa?

—Mi familia es medio Francesa. —abrió los ojos como platos.

—¿De verdad? ¿Tienes sangre Francesa? —preguntó.

—Si, ¿Por qué? ¿Quieres probar? —dije y nos reímos.

—No soy un vampiro, Malfoy. No como tú, qué lo pareces.

—¡Oye, cállate! Encima que comparto contigo. —hice un mohín y Potter rio más fuerte.

—Lo siento, conde Malfoy. —dijo haciendo una reverencia.

—¡Oh, jódete! —exclamé y continuamos riendo, mientras un calor en nuestro pecho aparecía, ya como de costumbre.

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𝑵𝒐 𝒕𝒂𝒏 𝒆𝒏𝒆𝒎𝒊𝒈𝒐𝒔 [𝑫𝒓𝒂𝒓𝒓𝒚]Where stories live. Discover now