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El corazón me latía con fuerza contra el pecho y una extraña sensación de vacío en el estómago me invadió. Afloje mi agarre y me tambalee al incorporarme, pero no aparte la vista de su rostro.

—¿Dejarás que te ayude? —Trate de que mi voz sonara lo más tranquila, aunque la verdad era todo lo contrario.

Ulises tenía la mirada fija en un punto perdido, pero percibía su atención sobre mí.

—Si dejó que me ayudes—se aclaró la garganta—¿Me dejarás en paz?

No pude evitar sonreír, lo había logrado —Prometo no ser tan irritante y vendré dos días a la semana, para que te acostumbres a mi presencia.

Las comisuras de sus labios se elevaron y pude ver un par de hoyuelos dibujándose en sus mejillas.

—Suena tentador—Se pasó una mano por la barbilla pensativo, reprimí una sonrisa a pesar de que sabía que no podía verme. — Si no puedes ayudarme, ¿Dejarás de molestarme?

Este chico cree que me rendiré fácil—¿Por qué no habría de poder ayudarte?

Ulises solo una risita y de nuevo se veía como ese chico de revista, modelo e incluso podía imaginar que su belleza no era de este mundo. Estaba segura de que en un pasado hizo que el corazón de muchas señoritas se alterara y sus hoyuelos le favorecían, él era irresistible.

Muy irresistible.

Tenía dudas sobre el pasado de Ulises, en primera porque él no se parecía en nada a la señora Samantha y en segundo lugar quería saber exactamente qué le había pasado.

Sonreí como boba, eso no importaba ahora, ya que este chico me traería problemas con mis hormonas y eso si que era un asunto más importante. 

—¿Entonces? —Pregunte mordiéndome el labio inferior en un gesto nervioso.

Sacudió la cabeza sin dejar de sonreír—Esta bien Nicole, tú ganas. Solo por esta vez aceptaré tu poderosa ayuda.

Di un pequeño grito de felicidad y me levanté rápidamente para ir con Samantha, la cual tenía lágrimas en sus ojos y una sonrisa dibujada en el rostro.

—Mamá puedes dejarnos solo media hora, quiero saber cosas básicas.

La amable Samantha quedo asombrada y yo también, pensé que diría que primero acordaría con su madre los días que vendría o algo por el estilo.

—Claro hijo, vuelvo a la hora acordada—Samantha alzo los pulgares arriba y salió de la habitación de su hijo.

Un silencio se hizo presente, los nervios estaban de nuevo, ¿Por qué su cuarto era tan triste?, todo era de color negro, blanco y básicamente eran colores para ponerme a llorar. Observe detalladamente su habitación y esta estaba algo desordenada.

—¿Entonces tu nombre es Nicole?, ¿Tienes otro nombre? — Volví a mirarlo, estaba sentado en su cama, viendo hacia arriba.

—No, Solo soy Nicole, ¿Y tú? —La conversación era algo seca, tenía que sonar más segura, él había aceptado mi ayuda y no quería que se arrepintiera.

—Ulises Webster, pero todos me dicen Ulises.

Y otra vez el Silencio se hizo presente, no sabía que preguntarle o mejor dicho tenía miedo de que las preguntas le hiciera lo dañaran. Lo observe y tuve la bonita casualidad que esta vez él miraba hacia donde yo estaba, como si supiera exactamente dónde estaba, aunque eso era una suposición loca.

Estando de pie al lado de su cama, podía admitir que sus ojos eran lo que más admiraba de su belleza, era raro ver a un chico con ese color de ojos, pero gracias a su piel blanca le daba aurora de chico malo, sexy, atractivo, Ulises sí que había sido bendecido con grandes rasgos.

—¿Cuantos años tienes? —Su pregunta hizo que dejara de admirarlo.

—Tengo dieciocho años, en diciembre cumplo los diecinueve, ¿Y tú?

—Diecinueve años, los cumplí en junio—Hace dos meses para ser exactos, así que era mayor, aunque en realidad solo por meses.

Ulises soltó un suspiro, al parecer esto de conocernos le estaba siendo complicado y lo entendía, tenía tiempo que no hablaba con alguien más que no fuera su familia.

—Nicole—Esta vez su voz era neutra, a comparación de hace unos minutos.

—¿Sí? —Espero que no se haya arrepentido.

—¿Por qué quieres ayudarme?, no me malinterpretes, pero estoy seguro de que sigues estudiando, no tienes ninguna enfermedad y doy por hecho que tienes una vida social, ¿Por qué interesarte en alguien como yo?, ¿Que te hizo venir?

Suspiré y sonreí.

—Quiero que sientas de nuevo al mundo, no se cual fue tu pasado, ni como eras, pero si esto es una segunda oportunidad para ti, quiero que la aproveches. Debo admitir que al principio estaba en un parque decidiendo si venir o ir al cine, pero recordé a mi padre, él falleció, pero siempre me alentó a ser alguien diferente. —Tome asiento en un banco que estaba cerca de su cama— Al llegar aquí y verte, sentí que debía ayudarte, no por compasión o porque tu madre me lo haya pedido, quería hacerlo y demostrarte que eres más de lo que crees. Aún puedes cumplir tus sueños.

Ulises tenía una sonrisa y sus ojos estaban algo cristalinos.

—Gracias Nicole y creo que por hoy he tenido suficiente de ti.

Reí, él estaba en lo correcto, había pasado la media hora muy rápido. Me pare del banco. —Debes acostumbrarte, soy muy persistente.

—Creo que lo note.

—Entonces, te dejo—Dije caminando hacia la puerta.

—Nicole—Su voz volvía a sonar ronca, deteniéndome justo en el límite de la puerta.

Voltee medio cuerpo, para verlo— ¿Sí Ulises?

—Hasta mañana—Me dedico su sonrisa encantadora y me quede idiotizada mirándole.

—Hasta mañana.

Salí de la casa de Samantha a toda velocidad intentando comprender que acababa de pasar. Todo había salido completamente diferente a lo que había planeado y habían sido la hora más extraña e interesante de mi semana.

Estaba tan aturdida que no pude concentrarme en la tarea. Decidí dejarla a medias, ya se la pediría a alguien mañana temprano. Al final decidí ayudar a mi madre con la tienda, solo para despejar mi mente.

—¿Te encuentras bien? —Me pregunto mi mamá mientras cerrábamos el local de la tienda.

Sonreí—Sí.

—¿Que tal te fue con el hijo de Samantha?

Suspire, mi madre sabría al instante que ese chico me causaba cierta curiosidad.

—Fue extraño, pensé que sería un niño y la casa de Samantha en realidad era una mansión, el chico tiene mi edad.

Mi madre sonrió—Ya veo.

—¿Piensas algo no es así madre? —Inquirí entrecerrado los ojos.

La sonrisa que me había dado hace unos minutos mi madre, era la que utilizaba cuando tramaba algo.

—En el destino.

Voltee los ojos—Me voy a la cama, que descanses.

—Hasta mañana hija, te amo.

—Te amo más, mami.

Salí de la tienda y pase por la sala de la casa, la cual se encontraba anexada al local, para así dirigirme a mi habitación. Esperaba que el día de mañana fuera un buen día y que Ulises siguiera convencido en aprender.

Esa noche fue diferente.

Había soñado con él.

Aunque No Pueda Verte ©Where stories live. Discover now