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Un pequeño gemido salió de mis labios mientras sentía el toque de su pulgar sobre mi pezón sobre la tela del sujetador.

Todo era tan absolutamente abrumador y extraño.

Era nuevo, diferente, fascinante.

Ulises apartó sus labios de los míos y deslizó su mano por debajo de la material de mi sujetador. Ahogué un gemido mientras su mano ahuecaba mi pecho desnudo.

El corazón comenzó a latirme frenéticamente mientras observaba los labios entreabiertos e hinchados por los besos urgentes que nos dábamos.

—¡Oh, eres preciosa!—gimió en voz baja mientras cerraba los ojos con fuerza.

Cerré los ojos al sentir su pulgar rozándome suavemente y enredé mis manos en su cuello para jalarlo hacia mi y besarlo una vez más.

Apartó su rostro del mío. Nuestras frentes se tocaban y subió el material de mi blusa y me dejó al descubierto mientras sentía el rubor instarse en mis mejillas.

—Ulises —dije casi en un sollozo.

Él desperdigó besos en mis mejillas, mis párpados, mi nariz, mi frente, mi barbilla mi mandíbula, mi cuello, mi clavícula.

Mi respiración era pesada y de pronto, tenía mucho calor.

El peso de su cuerpo sobre el mío era extraño, pero agradable. Su mano no había abandonado su caricia sobre la piel sensible de mi pecho y cuando deslizó su otra mano para ponerla sobre mi otro pecho solté un gemido de sorpresa.

Pude ver una sonrisa divertida en su rostro mientras bajaba de mi clavícula.

—¿Ulises? —dudé al ver a donde se dirigían sus labios.

Mi blusa estaba enroscada sobre mis pechos así que viajó hasta mi pecho descubierto y un jadeo se apoderó de mis labios cuando sus labios se cerraron en mi piel sensible.

Cerré los ojos con fuerza mientras me mordía el labio inferior para no gemir.

Su lengua exploraba suavemente mientras sentía la humedad recorriendo mi piel, me arqueé sólo un poco por instinto y Ulises deslizó su mano por mi espalda mientras me sostenía cerca.

Cuando su boca abandonó mi pecho su aliento me hizo cosquillas.

—No sabes cuánto daría por poder verte en éste momento.

Pude escuchar el dolor de su voz y yo quería aliviarlo.

—Siénteme. —tartamudeé con inseguridad.

Ulises gruñó mientras sus labios se posaban sobre los míos y sus manos me acariciaban los pechos, la espalda la piel de mi estómago.

No había sucedido nada más. Simplemente me había llenado de caricias de la cintura hacia arriba.

Sus labios hinchados abandonaron mis labios y yo besé su cuello como él había besado el mío.

Un sonido ronco salió de su garganta sobresaltándome un poco. Luego comprendí que le había gustado y volví a repetirlo.

—Te quiero, Rachel —murmuró mientras escondía su cara entre el hueco de mi cuello y masajeaba la piel sensible de mi busto con cariño.

—Te quiero —respondí en un resuello.

[...]

No había podido dormir.

Lo único que había podido hacer era recordar las manos de Ulises sobre mi cuerpo. Sus labios rojos y mullidos besándome sin parar durante casi una hora.

Aunque No Pueda Verte ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang