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Nos dirigí al sillón y me senté junto a él mientras otro rayo me hacía saltar del susto.

Ulises rió en voz baja y yo le solté un pequeño golpe en sus manos por reírse de mí.

—iOuch! —chilló con una sonrisa mientras se sobaba el dorso de la mano. Justo donde yo le había golpeado.

Una sonrisa se escapó de mis labios cuando él me atrajo hacia su cuerpo en un cálido abrazo.
Era increíble la forma en la que su cuerpo cubría el mío. Era tan tranquilizante y fascinante sentir el calor de su cuerpo, su aroma, la presión de sus brazos. Difícilmente podría acostumbrarme a ésta sensación de plenitud que experimentaba cuando estaba entre sus brazos.

—¿Por qué? —inquirí. El sabía que me refería a aquella noche en el café cuando me había dicho que no sentía, ni sentiría nada por mí, nunca.

El besó mi cabello mientras lo pensaba unos minutos.

—Creo que mereces algo mejor que yo —comenzó —. Eres tan increíblemente perfecta que no creo ser lo que tú te mereces.

Fruncí el ceño. Estaba tan lejos de ser perfecta; estaba casi segura de que, si Ulises hubiera podido verme alguna vez, jamás se habría fijado en mí.

—No digas eso —murmuré acariciando su mejilla con mi mano. —; estoy años luz de ser perfecta. Estoy segura de que ni siquiera soy tu tipo de chica..., físicamente, quiero decir.

Ulises comenzó a negar con fuerza mientras decía —Nadie habla del plano físico. En éste momento no podría importarme menos la manera en la que luzco, o en la que luces tú..., hablo de lo que eres. Eres luz, eres paz, eres toda una gama de colores dentro de mis grises días..., Pero entonces, recuerdo al imbécil que fui hace un año, y caigo en cuenta de que no te merezco.
Hice cosas de las que no estoy absolutamente nada orgulloso. Cosas de las que ni siquiera puedo hablar, porque siento que si las digo, vas a salir huyendo de mi. No quiero que te alejes de mi vida. No quiero perderte y sin embargo quiero que salvarte de mí.

Parecía tan atormentado que no fui capaz de decir nada. Sólo acaricié su cabello cariñosamente intentando aliviar un poco del dolor que sentía. ¿Qué podía ser tan grave?,
¿Qué había hecho antes para que creyera que era una mala persona?

—No me importa lo que hiciste, o quién fuiste alguna vez —dije con la voz ronca. —. Lo único que me importa es quien eres ahora y lo que siento por ti. Por éste Ulises que me hace sonreír como boba todo el día con sus bromas estúpidas; no por aquel al que ni siquiera conocí.

Una sonrisa tiró de las comisuras de sus labios mientras se acercaba a mí. Sus labios presionaron pequeños y cálidos besos por todo mi rostro y cuando llegó a la comisura de mi boca, dejó uno particularmente largo.

Sonreí mientras lo atraía hacia mí y lo besaba en los labios con fuerza.

—Te-quie-ro— dijo entre besos y yo reí contra sus labios.

—Te-quie-ro —dije entre besos también.

Una sonrisa tiró de sus labios y me tiró sobre mi espalda, sobre el sillón.

Su cuerpo estaba sobre el mío pero la presión era extrañamente cómoda. Las sonrisas se fueron, y me besó largo y profundo.

No me tocó para nada, sólo me besó largo y tendido durante mucho tiempo. Mis labios ardían por la fricción desesperada de los suyos, pero no me importó.

Eran casi las cinco de la mañana cuando la tormenta cesó y Ulises me obligó a ir a dormir un poco.

La luz me dio de lleno en la cara y me removi incómoda, quería dormir más. Me sentía agotada por completo. Entonces, recordé mi noche anterior y quise saltar de la cama inmediatamente para volver a ver su rostro.

Melissa no se encontraba ya en el tendido así que salí de la habitación precipitadamente directo a la cocina.

Melissa  y Ulises estaban sentados uno frente al otro en el desayunador y me sonrojé solo de mirarlo.

Sentía que mi corazón se había saltado un latido, y sonreí al ver como su atención se fijaba en mi dirección, sus ojos estaban fijos en la nada, mientras iba percibiendo mi aroma.

—Buenos días, Nicole. —dijo con su hermosa voz ronca.

—Buenos días —tartamudeé intentando alizar mi alborotado cabello con los dedos.

Melissa me miró con el ceño fruncido —¿Estás bien? —preguntó mirándome fijamente.

Estaba segura que había notado el rubor en mis mejillas así que solo me limité a decir —Creo que voy a enfermarme.

—Sí. Te ves colorada —dijo Melissa sirviéndose un tazón de cereal. —. Mamá salió hace unos minutos, dijo que volviendo te llevaría a casa.

—Gracias —dije. —. ¿Qué horas son?

—Las ocho y media —Contestó Ulises.

Había dormido apenas tres horas y gemí para mis adentros. Pude notar una sonrisa en la comisura de sus labios mientras se llevaba la taza con café caliente a la boca. Tenía un aspecto cansado pero se veía condenadamente feliz.

Emily me sirvió una taza de café y agradecí mientras tomaba un sorbo del contenido. Me deslicé en el asiento junto a él y pegué un brinco al sentir su mano grande sobre mi rodilla.
Rió por lo bajo mientras acariciaba mi rodilla cubierta por el material delgado del pijamas con sus dedos. Me puse de pie mientras me servía una tostada y ponía un poco de mermelada de frambuesa en ella.

Me senté de nuevo en la mesa y Ulises volvió a poner su mano sobre mi rodilla en un gesto cariñoso.

—Y bueno, ¿Planean hacer como que no se besuquearon en el sillón anoche? —preguntó
Melissa en tono casual.

Comencé a toser enérgicamente mientras me ponía roja de la vergüenza. Ulises apretó su mano contra mi rodilla. Todo el color se había ido de su rostro.

"Mierda" pensé.

Aunque No Pueda Verte ©Where stories live. Discover now