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Mi tarde del sábado fue realmente aburrida.

Acababa de ver a Ulises apenas hacía unas horas y sentía ésta ridícula opresión en el pecho por extrañarlo.

Me la pasé en la tienda acomodando estantes mientras escuchaba música y atendía a los clientes. Una parte de mi quería correr a casa de Ulises y tirarme en su cama a charlar justo como lo habíamos hecho la noche anterior pero sabía que los sábados era el día más concurrido en la tienda y debía estar ahí.

Cuando llegó la noche, me puse a terminar una tarea que tenía pendiente antes de navegar por internet.

Había quedado con Abril para ir el lunes de compras. No era una chica que le gustara pasar horas en tiendas pero era divertido salir a caminar y charlar con ella. Tenía muchas cosas qué preguntarle acerca de relaciones.

Me sentía completamente estúpida para ellas por la poca experiencia que tenía y quizás, ella podría ayudarme.

El teléfono resonó por toda la casa.

Sabía que mi madre estaba en la sala así que no me molesté en correr a coger el teléfono; de cualquier forma, las llamadas nunca eran para mí. Abril y yo nos comunicábamos por mensajes de texto o por internet.

—¡Nicole!, iEs para ti! —la voz de mi mamá me hizo alzar la vista del computador.

—¿Para mí? —dije frunciendo el ceño confundida.

Me puse de pie y caminé escaleras abajo para tomar el teléfono inalámbrico.

—¡Tengo el teléfono! —grité hacia la cocina, donde mi madre tenía el otro teléfono.

Descolgué y escuché a mi mamá colgar antes de decir —¿Diga?

—¿Cómo está la novia más hermosa del mundo? —preguntó la voz ronca de Ulises.

Mi corazón dio un vuelco al escucharlo.

—¡Hola! —dije cariñosamente.

Sabía que seguramente sonaba como la más idiota de las adolescentes enamoradas pero no me importó. Estaba feliz de escuchar su voz.

—Te extraño, princesa —dijo en un quejido que me sacó una sonrisa inmensa.

—Espera —dije viendo que mi padre estaba poniendo atención a lo que yo hacía. Corrí escaleras arriba y cerré la puerta de mi habitación detrás de mi antes de decir —. Mi padre estaba escuchándolo todo desde la sala.

Una risita ronca se escuchó del otro lado de la línea y sonreí aún más.

—Muero por darte un beso —murmuró Ulises cariñosamente.

—¿Sólo uno? —pregunté asombrada —, yo muero por darte mil.

Y ahí estaba de nuevo su risa encantadora. —iTe
quiero tanto! —dijo él.

Mi corazón se disparó en latidos frenéticos. —
¿Cuánto? —pregunté.

—Ni el cariño ni el amor pueden contarse, Rachel; pero te quiero tan desesperadamente —suspiró él.

—Quiero que me ames. —pensé.

El silencio del otro lado de la línea me hizo darme cuenta que lo había dicho en voz alta y el pánico me asaltó.

—¿Qué? —dijo la voz de Ulises. Pude escuchar el pánico en su voz.

"¡Mierda, mierda, y más mierda!" dije para mis adentros mientras pensaba desesperadamente en qué decir para romper la tensión que se había formado.

"Estúpida, estúpida, estúpida." me repetí mentalmente mientras el pánico se apoderaba de mi.

—¿Vendrás mañana? —pregunté mientras me maldecía por dentro por milésima vez.

Aunque No Pueda Verte ©Where stories live. Discover now