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A pocos metros de distancia, pude ver una de las cabañas de madera que estaban acondicionadas como baños.

Mi corazón latía fuerte contra mi pecho, las manos me sudaban y me sentía completamente nerviosa. Ulises lucía tan decidido y yo no sabía exactamente que esperar.

Entramos al baño silenciosamente e inspeccioné todos los compartimentos para ver si no había alguien más ahí. Estábamos completamente solos.

—¿Estamos solos? —me preguntó apretando mi mano.

—S-Si —susurré.

Enredó sus dedos en mi muñeca para tirar de mí hacia él. Sus brazos se envolvieron en mi cintura y sus labios se fundieron con los míos en un beso fiero y urgente. Mis manos se posaron de inmediato en su cabello mojado haciéndome cosquillas entre los dedos.

Su lengua exploró mi boca a conciencia mientras sus manos se aferraban a mi cintura.

El beso disminuyó su intensidad y comenzó a ser lento, pausado, calmado... Como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Podía sentir su cuerpo frío por el agua y deslicé mis manos por su pecho, sintiendo las suaves y pequeñas gotas de agua surcando sus firmes pectorales.

Sus besos descendieron lentamente desde mi mandíbula hasta mi cuello y su manos se deslizaron por mi espalda una y otra vez, calentando la piel sensible por el sol con su toque. Sus manos encontraron el cordón de mi nuca. Ese que sostenía la parte superior de mi traje de baño, y tiró suavemente de él.

Sentí el material aflojarse de mi frente y los latidos de mi corazón aumentaron al sentir que sólo su cuerpo contra el mío detenía el material de la parte de arriba de mi traje de baño.

Ahogué un jadeo cuando se apartó para dejarlo caer descubriendo la piel blanca de mis pechos.

Aquella piel que no recibía rayos del sol nunca.

El calor subió por mis mejillas y me senti sonrojar. Intenté cubrir mi desnudez posterior con mis manos pero él las detuvo y susurró —
Eres tan suave...

Sus grandes manos ahuecaron mis pechos y un suave gemido salió de sus labios mientras tarareaba.—El tamaño perfecto.

Sus dedos se deslizaron suavemente por mi piel y susurró una maldición cuando sus dedos encontraron mis pezones. Me tensé por completo ante su caricia pero no me importó haber echado mi cabeza hacia atrás intentando absorber la sensación placentera que me recorrió.

Sus labios buscaron los míos y me dejé llevar por el lento ritmo de sus caricias sobre mis pechos anhelantes de su toque; sus besos húmedos descendieron por mi mandíbula, mi cuello y el hueso de mi clavícula antes de bajar poco a poco hasta que encontraron los montículos elevados de mis pechos. Me mordí el labio inferior para no gemir cuando sentí su lengua deslizarse por mi piel.

Atendió cada uno de mis pechos con caricias y besos dulces, haciendo que la sensación placentera se extendiera por todo mi cuerpo.

Todo era tan nuevo, tan increíble, tan dulce...

—Ven aquí —susurró mientras me guiaba y sentaba delicadamente en una banca de madera que se encontraba en una esquina del improvisado vestidor dentro de los baños, se hincó frente a mí y lo miré mordiéndome el labio inferior, intentando cubrir mi desnudez con ambas manos.

Puso una mano en cada una de mis rodillas mientras las abría delicadamente y me sentí expuesta a pesar de vestir el delicado material de la parte baja de mi traje de baño.

Sus manos trazaron círculos por mis pantorrillas y mis muslos. Antes de deslizar suavemente una mano por el punto en el que mi pierna se unía a mi cadera.

Aunque No Pueda Verte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora