CAPÍTULO 8

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Dos días después de la fiesta, horas antes de volver a Colombia, Melissa se despertó bien temprano, era 7 de diciembre y su hija cumplía años, pero para su sorpresa se encontraba sola en la habitación. Ni rastros de Max y Vic. Después de darse una ducha, bajó a ver con que locura los sorprenderían esos dos, y escuchando ruidos provenientes del patio, esta caminó hacia ellos. De pronto los ojos de esta conectaron con los de su hija, quien se soltaba de Max y corría hacia esta.

—     Feliz cumpleaños hermosa mía ―dijo al sostener a la niña en brazos mientras la pequeña al abrazarla comenzaba a llorar.

—     ¿Pero qué pasó?

Melissa miró a Max que se encogía de hombros y de inmediato la dejó en el piso, se arrodilló a su altura y le preguntó:

—     ¿Qué pasa mi amor?

La niña, limpiándose las lágrimas con sus manos, miró a su madre y con una sonrisa que le iluminó su linda carita, levantó las manos al cielo y dijo:

—     Está comenzando a nevar mamá, está nevando.

Al escucharla, Melissa no pudo más que sonreír, su hija, esa que se creía hada del invierno, por primera vez veía nevar.  Esta la buscó con la mirada y vio como mirando al cielo daba vueltas tratando de tocar los pequeños copos de nieve que comenzaban a caer, mientras Emma y Emily entraban al patio con una gran torta en forma de barco, para que Vic se hiciera unas fotos de recuerdo antes de irse. Al darse cuenta de que la torta era para ella, la emoción fue tan grande que mirando a su madre le dijo:

—     Prepárense, que en esa torta si quiero que me metan la cabeza y me la dejen ahí.

El retorno a Bogotá fue muy triste para todos, despedirse de sus amigos no fue fácil, pero al recordar que se verían para esa misma fecha el otro año, se llenaron de alegría, ninguno faltaría a la boda de Paty. En la ciudad ya Melissa volvía a la normalidad, su hermana había llegado de visita con su hijo Sebastián y todos la estaban pasando de lo lindo. Con relación al trabajo, esta no había pensado en llamar a Camilo, apenas acababan de volver hace una semana y esta se tomaría un tiempo más para mirar que hacer.

—     Ya sabes que en mi local de uñas podrás venir a trabajar cuando quieras, no ganaras lo mismo, pero te va a servir para vivir ―dijo Laura.

Su hermana había llegado hace algunos días a pasar navidad con ellos, ya que su esposo quien era policía no libraba esos días.

—     Laura, pero yo no tengo idea de cómo pintar uñas, ni hacer todas esas maravillas que tú haces.

Se ve fácil, pero es todo un arte.

—     Lo puedes administrar y ayudarme hacer crecer mi negocio, yo te necesito desde hace mucho y lo sabes, además sería mucho más relajado para ti y para la niña.

—     La idea es hasta interesante, pero tendría que irme de la ciudad y la niña está en la escuela.

Su hermana vivía con su esposo y su hijo en Medellín y aunque a ella le gustaba la ciudad, no sabía qué hacer.

—     Todo son excusas Melo, yo hablo con la coordinadora del colegio de Sebastián, sé que aceptará a Vic, y si es por la casa no te preocupes, puedes vivir conmigo, ya verás como la niña dice que sí.

—     Déjame pensarlo ―dijo esta

A Melissa le sonaba la idea de comenzar algo nuevo, pero en otra ciudad y viviendo en una casa compartida con una familia no la motivó. Aunque era su hermana, vivir en una casa donde está un hogar formado y tras de todo ir con una niña puede llegar a ser más que molesto, inoportuno e imprudente. Se puede dañar un hogar por meter a la familia en tu casa, por más apegados que se esté. No en todos los casos, pero este podía ser uno, ya que nunca habían tratado a fondo al esposo de su hermana; estos se habían conocido en Cartagena y como Melissa desde hace más de 10 años no iba a la ciudad donde nació, solo lo vio las ocasiones que estos vinieron de vacaciones a Bogotá.

POR PRIMERA VEZ DESPUÉS DE MUCHAS VECES. [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora