CAPÍTULO 14

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Una tarde mientras salía con Vic y Soledad al parque, sentada en una de las bancas bostezaba cansada después de 24 horas de trabajo continuo, apenas regresara a su casa, se posaría en su cama y caería rendida por el cansancio que su cuerpo tenía. Melissa que no era para nada amante de los libros, se disponía a leer uno que había encontrado en casa de su madre y el cual había tomado para pasar el tiempo cuando venía al parque con su hija y en las noches cuando no podía dormir. Como somnífero era la mejor compañía. Lo que no visualizó, fue que la historia del asesinato iba a estar tan entretenida, que la curiosidad la había hecho llevarse el libro y leer rumbo al trabajo todas las mañanas.

Vic corría por todos los jardines del parque mientras Soledad, le dada de comer a la lengua con las otras empleadas que se reunían en el parque para chismosear y contarse todo lo que sucedía en del barrio. Melissa, que en ese momento observaba a su hija, la vio tomar una flor y acercarse a ella.

— Mami, cuando sea grande, ya sé que otra cosa quiero ser...

La niña se sentó a su lado y moviéndose para poder recostar la cabeza en sus piernas y sus pies en el otro extremo de la banca, se acostó.

— ¿Qué otra cosa quieres ser? ―Preguntó está sobándole la cabeza.

Ya sabía que quería ser actriz de telenovelas.

— Quiero ser florera de flores, así como el tío Max era.

La niña levantó la mirada y vio a su mamá de cabezas con una sonrisa en el rostro.

— Florista, cielo ―dijo está revolviéndole la cabeza.

— Sí, eso, florista.

Su hija amaba las flores, y después de fracasar estrepitosamente con el conejo, el loro y todo animal que llegó a su poder, esta antes del nuevo mini invernadero tenía pequeñas macetas con flores en algunos lugares del apartamento, que aunque Soledad y Melissa eran las que se ocupaban de que no se marchitaran y estaban más al pendiente que Vic, eran la adoración de su hija, la cual tenía mil historias en su cabeza sobre las flores y las hadas, y de cómo estas nacían dentro de cada florecita.

— ¿Por qué quieres ser florista? ― Preguntó curiosa.

Quería saber que locura pasaba por la mente de su hija en ese momento.

— Porque en las flores encuentras los secretos del mundo y yo quiero saberlos todos.

— ¿En serio? ―Preguntó Melissa riendo.

La imaginación de su hija afloraba de lo más profundo de su ser, amaba inventarse historias, historias que la hacían más fuerte cuando alguna persona intentaba rechazarla por algún motivo.

— Sí. Además, las flores tienen todas las respuestas.

La niña levantó la margarita que tenía en la mano y poniéndola frente a los ojos de su madre preguntó:

— ¿Mi mami me quiere?

Sin darle tiempo de responder, esta comenzó a arrancar los pétalos de la flor mientras repetía, Si me quiere, no me quiere. Cuando finalizó, miró a su madre a los ojos y le dijo:

— Si me quieres. ¿Vez como nunca miente?

Melissa agachó la cabeza y besando su frente le dijo:

— No solo te quiero, te adoro.

La niña volvió a ponerse de pie y comenzó a jugar mientras Melissa volvía a su libro. Al cabo de unos minutos, subió la mirada para observar a su hija y se dio cuenta que esta se acercaba a una niña indigente, la cual estaba sentada en un muro apartado de la zona de juego. Con curiosidad Melissa miró a su hija, ella nunca rechazaba a nadie y esperaba que esta no le hiciera ningún desplante. La chica de quizás unos cuatro o cinco años mayor que su hija, con su pelo escondido bajo el pasamontaña gris y su contextura delgada bajo una ropa demasiado grande, sonreía mientras su hija le tendía la mano y esta se la tomaba. Melissa pudo leer en los labios de esta Stefany, y bajando la cabeza se sintió orgullosa, la humildad que su hija tenía dentro era más grande que incluso la de ella misma.

POR PRIMERA VEZ DESPUÉS DE MUCHAS VECES. [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora