Después de mucho tiempo, Francesca regresa a un pequeño pueblo en el estado de Washington para vivir con su padre, Charlie Swan. A sus casi dieciocho años, espera tener un último curso de preparatoria tranquilo.
¿Será prudente la presencia de ocho v...
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1ro de mayo.
Jasper regresó de cazar con su hermana; entró directo a su habitación y se colocó frente al gran ventanal para mirar al bosque, como lo hacía desde que regresó de hablar con Francis, tres semanas atrás.
Amelia había obligado a Jasper a alimentarse porque todos en la familia estaban preocupados por él: no cazaba por voluntad propia, no salía de su habitación, no leía y ya no miraba los partidos con Emmett.
Esme era la más mortificada por su hijo, claramente estaba sufriendo, sin embargo, ella no podía hacer nada por él y se resignó esperando que todo mejorara.
La matriarca del clan Cullen entró a la sala de estar y se sentó junto a su hijo Emmett, quien veía deportes. El fortachón, como de costumbre cuando su madre se sentaba junto a él, cambió de canal a las noticias nacionales y ambos disfrutaron de unos minutos a solas.
De repente, una noticia de urgencia los alertó. "...hasta ahora, van cinco desapariciones en los últimos cuatro días, todas en el área Kenwood y sus alrededores en el norte de Seattle..."
Ambos vampiros se tensaron. —Francis —susurró Esme preocupada.
Apenas dos segundos después, Jasper se materializó en la sala de estar, y seguido de él, Rosalie.
—¿Qué está pasando? —preguntó el rubio.
Jasper no había escuchado las noticias por estar absorto en sus pensamientos, pero sintió la inquietud de su madre seguida del nombre de su chica.
—Hay cinco desaparecidos en Seattle en un lapso de cuatro días —explicó Emmett, en tono solemne—. Todas en la misma área.
Jasper no necesitó escuchar más. Fue directo al garaje y arrancó su Mustang.
—¡Jasper! —exclamó Esme, intranquila con la estabilidad de su hijo.
—Déjalo, Esme —le dijo Rosalie suavemente—. Necesita estar cerca de ella, le hará bien.
(...)
Finales de mayo
Faltaba muy poco para que Francis terminara su segundo semestre en la universidad. Estaba repleta de tareas, trabajos finales y exámenes, pero a pesar de esto, disfrutaba la carga porque amaba su carrera.
La castaña se preparaba muy temprano para la escuela cuando sonó su teléfono celular. Era de su casa en Forks.
—¿Hola?
—Francis —contestó su padre solemne.
La castaña reprimió un suspiro. —¿Qué pasa, papá?
—Te lo pediré una vez más —le dijo duramente—. Vuelve a casa ahora.
