Capítulo 8. La calma

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—Aún no entiendo la conexión con Malcolm —admitió Francis, un tanto avergonzada

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—Aún no entiendo la conexión con Malcolm —admitió Francis, un tanto avergonzada.

—¿Sabes cuál es el apellido de Malcolm? —preguntó Amelia pacientemente.

—Coleman.

—Mi hijo se llamó Michael, y él llevó el apellido de su padre: Coleman —reveló Amelia.

La castaña dejó salir todo el aire de sus pulmones. —Oh. Malcolm es tu... ¿Nieto?

—Bisnieto —corrigió—. La verdad es que no lo visito mucho, sólo me aseguro de que él esté bien. Me sorprende mucho que sea tu amigo. Es irreal ¿Me entiendes?

La castaña asintió. —Por supuesto.

Estaban entrando a la casa de los Cullen, Francis sintió que el camino fue realmente corto.

—Ugh —exclamó Amelia, mientras la castaña estacionaba el coche.

—¿Qué pasa?

—Tu hermana y Edward se están besando allá arriba —soltó una risita—. Parece que están tratando de llegar a tercera base, ¿Me entiendes?

Francis hizo una mueca de asco.

—¿Quieres dar un paseo por los alrededores? —preguntó Amelia, para darle privacidad a su hermano.

La castaña aceptó.

Cerca de la casa, había un gran río. A veces se escuchaba desde la sala de estar. Esa noche, el río llevaba poca agua, por lo que estar junto a él resultaba agradable.

Sin embargo, Francis volvió a ponerse nerviosa. Le echó una mirada a la oscuridad del bosque, sentía que alguien las miraba desde los árboles del otro lado del río.

Otra vez, creyó que sus ansias le estaban jugando una mala pasada. Se hizo un recordatorio para hablarlo con Lisa en su próxima cita.

Francis soltó un suspiro. —¿Y qué hay de la segunda parte? —preguntó, mientras se sentaba en una roca grande.

—¿Segunda parte? —replicó Amelia confundida.

—Sí, donde te convertiste en vampira y te quedaste con los Cullen.

La rubia soltó una pequeña risa. —Bien... Mis primeros años no fueron fáciles. Sin poderlo evitar probé la sangre humana y fue mi perdición. Hasta hace dos décadas que pude estar cerca de un humano sin abalanzarme sobre él. La ventaja era que Alice y los Cullen nunca me dejaron sóla.

Francis sonrió. —Debió ser un alivio.

—En parte —respondió Amelia en tono amargo—. En esos años Alice me confesó que ella me amaba. Yo fui criada en un ambiente sumamente machista... Así que, cuando una chica llegó y me dijo que era mi alma gemela, no lo tomé muy bien. Pasaron muchos años hasta que pude comprenderlo.

FRANCESCA SWAN || Jasper Hale ✓ *Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora