Capítulo 13. Sangre

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La castaña aún no comía nada, y seguía encerrada en esa habitación oscura

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La castaña aún no comía nada, y seguía encerrada en esa habitación oscura. Ella no sabía por qué no podía salir, pero tampoco quiso preguntar, estaba demasiado asustada y recelosa como para querer explorar fuera de aquel cuarto.

Desde la última visita de Zaro, había pasado como un día. La castaña no se movía de su lugar, estaba muy quieta, se la pasaba sumergida en sus pensamientos; a decir verdad, parecía una estatua de mármol.

Eso sacó de quicio a Enrico.

Entró en la habitación abruptamente, seguido por Zaro, quien gritaba muchas palabras en italiano. Enrico arrastraba a un humano diferente, éste era más joven, lo empujó hacia ella y el hombre cayó de bruces.

La castaña ni siquiera se inmutó, miró con gesto aburrido a Enrico. —¿Otra vez tú?

El italiano la miró confuso. Zaro sonrió.

—Bebe —ordenó Enrico, con gesto impaciente.

—¡Enrico! —exclamó Zaro, miró a la castaña con gesto apenado—. Discúlpalo, no sabe lo que hace.

—Claro que lo sé —rugió Enrico—. Ella es un vampiro, y los vampiros ingerimos sangre humana.

Escucharlo tan cruelmente de la boca de Enrico, hizo que la castaña se estremeciera. Miró al hombre que seguía en el suelo, muy asustado, intentando ver lo que había delante de él y protegiéndose con los brazos.

—No lo quiero, Enrico —dijo ella, fríamente—. Ya puedes salir de aquí.

El rostro del italiano se endureció, pero no intentó nada más. —¿Por qué no lo quieres? —preguntó, desconcertado—. ¿Qué no te arde la garganta?

—Es soportable.

—¿No quieres destrozar nada? ¿Ni intentar atacarnos?

La castaña se encogió de hombros. —¿Por qué lo haría?

Enrico negó con la cabeza. —Me sorprende que estés tan tranquila, los neófitos siempre son tan salvajes, sin control, alocados... —miró a su hermano—. Tal vez tenías razón —murmuró.

A partir de ahí, la castaña no volvió a ver una mirada hostil o recelosa de su parte.

Zaro rodó los ojos. —¿Aún lo dudabas?

—¿Sobre qué? —preguntó ella.

—Sobre ti —contestó Enrico—. Desde el primer momento Zaro supo que eras especial.

—¿Desde el primer momento?

—La mordedura —explicó Zaro—. El veneno arde como el infierno ¿No lo sentiste? Estuviste muy tranquila en la transformación.

Ella se estremeció al recordar el dolor. —Claro que lo sentí, pero no quise moverme o gritar.

—¿No quisiste? —preguntó Enrico, atónito.

FRANCESCA SWAN || Jasper Hale ✓ *Editando*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora