Capítulo 23: La presidenta.

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Lisa siguió amándola hasta que Rosé alcanzó su cuarto orgasmo de la noche

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Lisa siguió amándola hasta que Rosé alcanzó su cuarto orgasmo de la noche. La pelinegra se había encargado de haberla recorrido toda y de que no quedara centímetro de su piel sin reclamar como propio. Pero, ahora, en un tiempo de descanso, la pelinegra estaba sorprendida por lo que Rosé le estaba diciendo.

—¿Nunca, nunca? —preguntó, incrédula y mirando a la pelirroja que descansaba en su pecho. Rosé todavía agitada y con los ojos cerrados, agitó la cabeza para mirar—. ¿Nunca más de un... nunca más de uno? —hizo la pregunta completa y volvió a tener la misma respuesta—. ¿Estás se...?

—Lisa... —Rosé no quería escuchar más la misma pregunta—. Bésame, por favor —pidió.

Se fundieron en un abrazo de piel ardiente, muslos entrelazados, bocas sedientas y con los ojos cerrados y manos sin vergüenza. Rosé deslizó su propia mano entre sus cuerpos y sorprendió a la pelinegra al sujetarle el miembro. Lisa se arqueó y gimió como si la hubieran herido de muerte. Su pene creció en la mano de Rosé mientras el beso se profundizaba y los dedos de Lisa separaban los labios de la vagina para hurgarla. No hallaban la saciedad, no existía fin.

—Quiero ponerme sobre ti —le dijo la ex morena.

Lisa sonrió.

—Puedes hacer conmigo lo que quieras —le dijo entregada.

Con mucho esfuerzo, se levantó del sillón y buscó otro condón; agradeciendo haber estado preparada para esa noche. Volvió a Lisa y le colocó el preservativo bajo su atenta e intensa mirada. Cuando se acomodó, volvió a sentirse nerviosa por el tamaño de la chica.

—Ayúdame —le dijo suavemente a la pelinegra y esta no dudó en seguir su indicación.

La ayudó a acomodarse y a deslizarse sobre su pene duro y caliente hasta que el cuerpo de Rosé lo tragó por completo, el rostro de Rosé pasó del dolor al placer en milésimas de segundos. Poco a poco, Rosé se iba meciendo sobre Lisa e iba encontrando el vaivén correcto.

Por su parte, Lisa no atinaba a nada, se limitaba a admirar a la mujer que estaba sobre ella. Con sus pechos resaltando, le recordaba más que nunca al dibujo que había hecho sobre la pared de la oficina. Su Rosé. Su amor. Su autoritaria y dulce mujer sin vello, pelirroja y de ojos color miel. Su dama. Ella nunca había estado en los planes de Lisa, pero solo tuvo que abrir una puerta para encontrársela. En verdad la pelinegra nunca había buscado enamorarse, pero Rosé le provocaba una clase de pasión que jamás había sentido, ni siquiera con sus dibujos. Sin duda su vida había cambiado y ya no la podía pensar sin Rosé en ella. El sentimiento que salía de Lisa, el amor que sentía por la mujer que estaba moviéndose constantemente sobre ella la emocionó. La pelinegra se incorporó para quedar frente a ella. Rosé se acomodó y la recibió en su nueva postura.

—Mírame, por favor —le pidió la pelinegra a Rosé. Por unos instantes se contemplaron en silencio—. Eres lo más lindo que he visto en mi vida —le dijo, sincerándose.

NO SOY PARA TI / CHAELISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora