Capítulo 28: La caja azul de terciopelo.

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Una semana después.

Lisa llevaba más de media hora parada frente a la puerta de vidrio de un elegante negocio. Esa tarde había hecho dos tatuajes. El primero de un feroz dragón rojo y anaranjado en la espalda de un chico, y el segundo de una hermosa y delicada flor en la pierna de una joven. Luego había ayudado a Irene a mejorar sus delineados, había hablado por teléfono con Rosé, había tenido que pasar un rato largo por el baño por las cosas que Rosé le había dicho por teléfono y finalmente había discutido nuevamente con Wesley sobre su poco compromiso con el trabajo.

Después de lo anteriormente mencionado, solo tomó su billetera y salió del estudio sin decirle nada a nadie. Llegó al lugar donde estaba parada ahora e inclinando su cabeza, se quedó mirando el cartel de la entrada:

Tiffany & Grande Co.

Y allí permaneció por un largo tiempo.

—Disculpa... —una mujer morena con un cabello perfectamente peinado, con una cinturita muy pequeña y vestida con un impecable vestido, se le acercó. Según los cálculos de Lisa, debería tener entre unos 20 o 30 años.

Lisa la miró de inmediato, haciendo resentir su cuello.

—Disculpe, yo... yo... yo... solo miraba... miraba... no llame a la policía, por favor —lo que menos quería era terminar encerrada y tener que llamar a Rosé para que la fuera a sacar.

—No se alarme, señorita —la calmó la mujer—. Mi nombre es Hwasa y trabajo aquí —explicó—. Estaba adentro inspeccionando el local, controlando que todo esté en orden y cuando me arrimé a la vidriera, la vi mirando el cartel de la entrada —señaló las letras talladas sobre la piedra de la entrada—. Al principio pensé que era un turista más de esos que se quedan impresionados o que tan solo quieren una foto con una marca famosa, pero... —la mujer miró su reloj— usted ya lleva casi cuarenta minutos aquí —detalló.

Lisa, nerviosa, rascaba su cuello—. Lo... lo siento... es que... es que...

—¿Tal vez yo la pueda ayudar en algo? —la mujer no podía evitar sentirse intrigada por la pelinegra.

Lisa miró fijamente a la mujer con su pose inconfundible; la mirada de la chica no mentía, realmente quería ayudar.

—¿Usted... usted... tiene algún tatuaje? —para Lisa era importante saberlo.

La mujer la miró confundida, pero divertida.

—No me quiero imaginar lo que diría mi abuelo si tuviera uno —obviamente eso era un no a la respuesta.

Lisa frunció el ceño.

—¿A su... a su abuelo no le gustan? —preguntó acostumbrada a este tipo de reacciones.

La mujer agitó la cabeza.

—Hacerse un tatuaje para él es como amputarse una parte de la piel. Siempre nos decía a mi hermana y a mí: "La piel es la primera barrera que tiene el ser humano contra las bacterias, hay que cuidarla más que cualquier otro órgano". —imitó la voz de su abuelo—. Pero ahora que te veo a ti... —miró los brazos tatuados de Lisa—. Y que te veo muy sana, supongo que eso tira a la basura la teoría de mi abuelo —dijo convencida.

Lisa agachó la cabeza, lamentando no haberse puesto una camiseta de mangas largas ese día. Siempre lo hace cuando no está en el estudio, pero cuando salió de su casa en la mañana nunca pensó que ahora iba a estar parada frente a una de las joyerías más famosas del mundo.

Hwasa notó la incomodidad de la pelinegra y se acercó a ella.

—Aquí entre nos, me encantaría hacerme un tatuaje —confesó en un murmullo.

NO SOY PARA TI / CHAELISA G!PWhere stories live. Discover now