Capítulo 13.

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Era la mañana del día siguiente en Encino. El sol entraba pacíficamente por la ventana, calentando a través de las cortinas los cuerpos desnudos sobre la cama. Estaban cubiertos con las sábanas azules. Ese resplandor empezaba a molestar al rizado, se removió varias veces hasta abrir los ojos de golpe, recordando los acontecimientos.

Hizo la peor mueca de arrepentimiento, y se pateaba mentalmente por lo que hizo.

¡Se supone que intentaba arruinar esto, no arreglarlo! ¡Carajo, más idiota no puedo ser! Pensó para sí mismo.

Se puso de pie y con cuidado procuró no despertar a su prometida que yacía descansando plácidamente sobre la cama mientras él se vestía. Salió de la habitación disparado y directo al patio trasero, marcó con su teléfono al número de su confidente número uno para contarle lo que había pasado, iba a dejarla desahogarse y que le ofendiera y reprendiera todo lo que quisiese pues iba a tener razón.

Sonó seis veces y fue directo al buzón. Frunció el ceño pues eso lo interpretó como que aún seguía molesta con él.

Respiró hondo y trató de tranquilizarse caminando por los jardines de la casa, evitando pensar en lo que había hecho pues eso solo lo irritaba más de la cuenta. Y claro, esta vez se había llevado de Amira y tomó una sombrilla que lo cubriera del sol.

Le angustiaba y le molestaba que su amiga no tomara la llamada, pues necesitaba un escape urgente. Alguien que lo aconsejara antes de enfrentar a Debbie. Y temía que su amiga siguiera enojada con él, otra vez le invadía esa frustración de no entender la molestia que ella tenía con él.

Pensó, analizó y rebobinó la última llamada. Y no logra entender, no logra encontrar su error. Simplemente no pudo decirle a su novia que ya no quería estar con ella. Eso no era plato fácil de entregar ni de digerir. Además, existe el mañana. Aún tiene tiempo de decirle las cosas claras, pero no mucho.

De verdad quería entenderla, pero no podía. Y eso le daba más ansiedad pues ella no contestaba las demás llamadas que le hizo él para que le pudiera explicar su enojo.

En intentos de evitar a su prometida, se fue de la casa de sus padres sin decir nada. Por fortuna tenía todo lo que necesitaba para irse, y lo hizo.

Se fue en su auto a su departamento para disfrutar un poco del mismo sin Debbie allí por última vez. Pues debía llevarla "a casa" hoy mismo, después del almuerzo en Encino.

Condujo en silencio, pensando en las ganas que tenía de que Debbie no estuviera allí, pero que su amiga sí. Deseaba poder ir a visitarla en este momento, que vivieran en la misma ciudad.

Otra vez intentó llamarla, y la contestadora hizo acto de presencia en su audición. Suspiró resignado.

La necesitaba más de lo que pensaba. Amira se había vuelto indispensable en sus días. Era esa compañía que no tenía en ningún otro lado. Era esa amiga que siempre necesitó, la compañía que anhelaba desde la secundaria, cuando era un adolescente solitario y deprimido que ocultaba su pesar detrás de sus ojos y en su brillante sonrisa.

Y una sola persona hasta ahora, había encontrado esa tristeza oculta, había decifrado su mirada.

Amira.

Lo que él no sabía era que ella lo había hecho desde la secundaria. Pero como él no sabía que ella existía... No tenía manera de saber la gran amistad que encontraría años más tarde.

Por el momento, el sujeto de los pensamientos del rizado se encotraba aprovechando el día tan bonito, sin nieve ni lluvia. Un día tan extraño en Londres. Había salido a caminar después de salir del trabajo, y había dejado su celular en casa por la paranoia de ser robada. Estaba en Londres, pero no podía evitar recordar lo que le pasó en la gran manzana hace unos años. Desde ese momento dejó de confiarse en "somos un país primermundista, y estoy en una gran ciudad", y empezó a cuidarse sea donde estuviese.

Hace unos meses, cuando estuvo a punto de ser robada en Los Ángeles, se arrepintió de caminar sola, de noche, y por un callejón. Pero lo importante es que aprendió la lección y nunca jamás lo ha vuelto a hacer.

Las peores experiencias son las que nos sirven de mejores lecciones.

Hacía dos horas que había salido a tomar algo de aire fresco, pero ya era hora de retornar. El cielo empezaba a nublarse, nada extraño. Por precaución, llevaba su paraguas negro con ella.

Por fortuna no tuvo que utilizarlo pues llegó a su hogar con el cielo a punto de caerse. Y como si fuera a propósito, empezó a llover estruendosamente cuando cerró la puerta principal. Rió para sí y agradeció al cielo.

Preparó la tina como hace tanto no lo hacía y se metió en la misma, sintiéndose relajada automáticamente. Tal fue la relajación que inmediatamente salió, se puso su pijama y se durmió. Ni siquiera cenó o revisó su móvil antes de. No apagó las luces de la casa ni activó la alarma.

Despertó al siguiente día, desorientada. Había caído muerta desde las seis de la tarde y sabía que era el siguiente día, pero no sabía la hora.

Restregó sus ojos en intento de aclarar su vista y parpadeó varias veces hasta que lo logró. Se puso de pie sin muchas ganas de dejar su cama que repentinamente se había vuelto más cómoda en ese último minuto. Buscó su móvil por toda la casa, apagando luces en el camino y pensando "pudieron haber entrado a robar, no activé la alarma"; lo encontró finalmente en la cocina, sin batería.

Fue de vuelta a su habitación para recargarlo, pero en el camino a la misma, echó un vistazo al reloj de la sala de estar y vio que eran las ocho de la mañana.

¡Oh, carajo! Exclamó internamente.

Fue disparada a cargar su celular y darse una ducha express. Se alistó en tiempo récord y sin encender el móvil ni desayunar, salió a la empresa. Una vez llegó, apurada, fue directo a la oficina de su jefe que se encontraba libre por el momento.

—Lo siento tanto, me quedé dormida y-

Empezó a hablar atropelladamente y con respiración errática pues fue caminando lo más rápido que pudo.

—¡Amira, cálmate! ¿Qué pasó? —Se acercó a ella preocupado y posó ambas manos en sus hombros, se rebajó un poco a su altura para mirar sus ojos.

—Lo siento.

—No te disculpes.

—Ayer fui a caminar por horas y cuando llegué a casa estaba exhausta y me dormí. Vine a despertar hace 40 minutos. Ni siquiera apagué las luces o activé la alarma en la noche. Estuve muerta por trece horas. ¡No lo puedo creer!

—No deberías estar así de preocupada, princesa. Haces tu trabajo, incluso más del que se te requiere. Nunca llegas tarde. Que un día te pase eso no es nada, porque mereces descansar muchísimo. ¿Sabes cuántos adultos que trabajan quisieran poder dormir trece horas? Aunque quisieran no pueden porque simplemente es así. Por alguna razón la edad nos va quitando ese privilegio. —La confortó.

—Es nuestro ciclo circadiano. Va alterándose a medida que vamos creciendo.

—¿Nuestro...?

—Reloj biológico. —Lo puso en palabras más simples.

—Ah, sí. ¿Estás más calmada? ¿Quieres tomarte el día libre?

—¡No! Para nada. Ahora que dormí tanto tengo más energía que nunca. Creo que no había dormido tanto desde que estaba en la secundaria y de vacaciones. Gracias, Joe.

—Anda, ve a hacer tu magia allá afuera. —Él le da un abrazo bien fuerte, y era lo que ella venía necesitando hace mucho. Él se iba a alejar, pero ella apretó más su cuerpo y él entendió la señal. Suspiró y con una sonrisa en su rostro posó su mentón en la coronilla de la castaña.




























Nota de autora:

Bueno... Hasta aquí mi reporte juAkin AAJJA

Nos veremos luego, los quieroooo.

Pero díganme, como les pareció los últimos caps que publiqué?

Dios les bendiga! 

All of Me © [MJ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora