Capítulo 14.

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El día había transcurrido tranquilamente para la castaña. Mientras se ocupaba de su trabajo, su celular recargaba su batería a un lado de ella, apagado. Ni se quería imaginar la de llamadas y mensajes que tenía, por eso lo estaba posponiendo para la hora de almuerzo.

—Y... Listo. —Agregó el punto final a un contrato que redactaba. Guardó el documento, lo imprimió y lo guardó en un sobre. Tomó su bolso y móvil y salió de la oficina con el sobre en manos. Caminó hasta la oficina de su jefe, que no se encontraba ahí y sacó el contrato de su envoltura, tomó un bolígrafo del portalapices sobre el escritorio y lo acomodó sobre el mismo. Ella firmó su parte y le dejó el resto a él.

Finalmente ocupó un elevador y llegó a los estacionamientos subterráneos. Encendió su auto y su móvil, y con música clásica de fondo, condujo hasta un restaurante muy particular.

Disfrutaba de su propia compañía. Era lo que más hacía. Y desde aquel día que su amigo le reprochó la falta de "vida" que tenía, aprovechaba cada oportunidad de probar sitios nuevos. Esta vez se decidió por un restaurante al aire libre en una enorme plaza con pisos de piedra y fuentes de agua. Habían incontables mesas en el sitio, pues habían más restaurantes en la explanada.

Eligió una de las más pequeñas, pues solo era ella la que la ocuparía. Le trajeron un menú y decidió cambiar un poco la rutina pidiendo una pasta y una copa de vino Chatteu Lafitte.

Mientras esperaba su orden se tomó la libertad de revisar su teléfono. Y lo primero que vio fueron las llamadas perdidas, empezaría a devolverlas. Tenía cerca de veinte. Siete de esas eran de Michael. Y el resto eran de su amiga, sus padres y dos números locales desconocidos. Cuando atendieron las llamadas, resultaron estar equivocados de número y se disculparon. Sus padres le dijeron que solo querían compartir con ella una curiosa anécdota que les había ocurrido en el momento. Habló con ellos un rato, principalmente con su padre, que se encontraba en ese momento en el hospital tomando sus terapias. Su amiga Danielle tomó la llamada y le reprochó.

—¿Por qué no tomaste mis llamadas? Me preocupaste mucho, estúpida.

—Lo siento, estaba durmiendo. Y luego mi batería murió y hasta ahora tengo chance de revisar todo.

—¿Donde fuiste a almorzar?

—Vine a un restaurante de cocina francesa en la explanada del Boulevard que queda cerca del edificio.

Ah, ese. Es muy bueno. Debes probar la pasta que hacen allí, es la mejor después de la pasta italiana que he probado. ¿Y los baguettes que ponen de compaña? —Imitó un beso y supo que era un clásico "chef kiss". —Trés magnifique.

—Gracias, lo tomaré en cuenta. Y tú, ¿a donde fuiste a comer?

Vine con Joe a Panera.

—Mandale saludos al viejo. Y dile que dejé un contrato en su escritorio que debe firmar y llevar a archivar con Sandra.

Está bien.

—Provecho, hablamos luego.

Está bien, ciao bella.

—Ciao.

Marcó a su amigo, que tanta falta le hacía a pesar de lo idiota que podía ser a veces. Estaba dispuesta a disculparse con él por lo que le había gritado. Y quería saber en qué había terminado eso de Debbie.

Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis tonos, y fue a buzón. Lo intentó nuevamente.

Siguió intentado otras tres veces y no obtuvo respuesta de su parte.

All of Me © [MJ]Where stories live. Discover now