Capítulo 18.

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Después de que conversaran un rato en la cafetería, fueron finalmente donde estaba la familia de ella. Muy felices estaban de tener a la familia completa otra vez. Charles se alegró mucho de que Michael lo fuera a visitar, a final de cuentas, había cumplido su promesa a Amira.

Katherine se alegró muchísimo cuando vio a Michael con su hija, porque se veían estupendamente cuando estaban juntos. Amira prometió ir a la casa más tarde, pero se iba a retirar con el rizado.

—¿A dónde vamos?

—A mi casa.

—Uuh, qué genial. ¿Sabes que iría a sorprenderte a tu casa, pero tú me arruinaste la sorpresa?

—¿Ah, sí?—Volteó a verla gracias al semáforo en rojo frente a ellos.

—Sí. ¿Y como sabes donde vivo?

—Tengo mis formas. —Respondió misteriosa.

—Me asustas a veces.

—Claro. —Respondió dándole el 'avión', miró las calles nocturnas de los Ángeles. Él le hizo cosquillas haciendo que ella estallara en carcajadas y suplicara que parara. Lo hizo cuando vio que ella empezó a molestarse. Le dio un manotazo y él se quejó. —Te advertí que no me gustan las cosquillas, las detesto.

—Qué aburrida.

—Tengo hambre.

—Ah, eso lo explica. —Respondió sarcástico. —Podemos arreglarlo.

—¿Haremos cena?

—Así es. ¿Qué se te antoja?

—Mm... —Pensaba.

—¿Pasta?

—¡Sí! AH, qué delicia. Ya se me hace la boca agua.

—¿Para aguantar hasta la cena te parece si tomamos café?

—Por favor. Oye, parece que dices todo lo que pienso.

—Ya sabes lo que dicen. "Las grandes mentes piensan igual"

Llegaron al apartamento y cuando entraron Amira se sorprendió por la amplitud del mismo. Era moderno pero aún así se sentía acogedor.

—Bonita casa.

—Gracias.

—¿La decoraste tú?

—Sí.

—Vaya... Eres bueno.

—Gracias. —Él soltó una risita porque Amira estaba boquiabierta mirando todo. Llegaron hasta la cocina, que causó un chillido en ella.

—¡Ay! ¿Me regalas esta cocina? ¡Es genial!

—Te regalo todo el apartamento si quieres. Es bueno compartir. —Respondió mientras buscaba algo en la alacena, la verdad es que había dicho aquello con otras intenciones, y por la sorpresa de lo que había dicho él, ella se tropezó cuando iba dando la vuelta a la isla. Michael estaba cerca, por lo que en lugar de caer al piso ella cayó en su espalda, haciendo que él cayera de bruces en la despensa y se diera un golpe con el segundo estante. —Au... —Se quejó tocando su labio. 

—Ay no... Cuanto lo siento. Me tropecé y caí sobre ti. 

—No me digas. —Dijo sarcástico. 

—¡Ay, no! Estás sangrando, y es mi culpa. Cuanto lo siento, nunca hubiese querido lastimarte yo-

Amira empezaba a llorar, así que él la detuvo tomando su delicado rostro en sus grandes manos. Se miraron a los ojos mientras él negaba y sonreía por la ternura que le causaba ella. Secó sus lágrimas con sus pulgares.

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