Capítulo 17.

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Habían pasado dos semanas desde ese día en el supermercado y el rizado al otro lado del mundo estaba más que feliz ahora que sabía apreciar la libertad, paz y privacidad de la que gozaba estando solo, sin Debbie cerca, o en su casa.

El susodicho se encontraba caminando libremente por las calles de Los Ángeles. Disfrutaba del clima nublado, así no corría riesgos con su piel. Había tomado en serio el consejo de Amira, aunque no dejaba que su enfermedad lo limitara, empezaba a cuidarse más, iba más frecuentemente a visitar a su dermatólogo.

Y aunque estaba feliz de la partida de su prometida, no estaba muy feliz por su familia, que le habían tomado por enemigo.

Andaba solo por la vida, a excepción de su única compañía, que era virtual. Amira Gilmore. Le alegraba los días y las noches, le daba algo de vida a su vida. La misma mujer que se encontraba ahora subiéndose a un avión con rumbo a Los Ángeles. Se había organizado de manera tal que pudo irse del país dos días antes de la fecha original, y todo por darle una sorpresa al hombre que se había convertido en un gran amigo suyo. Estaba entusiasmada por el reencuentro y no paraba de idear escenarios diferentes en los que pudiera sorprenderle. 

Pero para eso tendría once horas, tiempo le sobraba así que decidió matar tiempo leyendo un libro en portugués que había llevado consigo. Después de dos horas en lo mismo y una parada al baño,  cayó rendida con la cabeza recostada de la ventana. Había ido bastante informal pues sus días de trabajo como tal empezaban en tres días. Tenía tres días para ser holgazana en algún hotel, dormir por montones, salir de noche, estar con su familia y sentirse realmente libre. Hace mucho no tenía tantos días libres. Desde que Amira empezó a trabajar no se daba ese lujo, incluso en su pasantía en la universidad, no se lo daba tampoco. Aunque era joven, ni ella misma sabía como había logrado tantos años sin vacaciones. Y sabía, que si algún día quería tomarse vacaciones, podría hacerlo por meses. Porque en festividades como Navidad, Año Nuevo, su cumpleaños... se quedaba trabajando pues su familia no vivía en el mismo país y no tenía nada qué hacer en esas fechas, y por eso ganaba extra, y no solo dinero, sino que tiempo de vacaciones también. 

Y sí, había ido a visitar a su familia ocasionalmente, pero lo hacía en fines de semana y el domingo en la madrugada estaba en un avión de vuelta a su trabajo para llegar directo a Deko Inc el lunes a las siete de la mañana. Era muy diligente y comprometida con su trabajo. No necesitaba un esposo porque ya estaba casada con la empresa. Y precisamente por ese compromiso y lealtad, Joseph Spinster tenía como preferida a Amira. Por eso había sido promovida tres veces y aumento de salario cinco veces en los seis años que llevaba trabajando allá. Por eso y todas las otras cualidades de aquella mujer, Joseph la tenía en un pedestal, la veía como su hija. La hija que nunca tuvo. Y era evidente en su mirada, los ojos se le nublaban de amor cuando la veía, le brillaban los ojos.

Y muchos se dieron cuenta de eso. Ese amor que le tenía había sido causante de muchos rumores y chismes en la empresa acerca de ellos dos. Pero poco a poco todos se fueron dando cuenta la relación que tenía la castaña con la familia Spinster y todo el chisme se disipó en cuestión de semanas. 

Mientras Amira dormía muy cómodamente en el avión, Michael se paseaba por un parque enorme que nunca había visto, escuchaba música en sus auriculares. Había llegado a pie y no tenía idea de donde estaba pues nunca había caminado tanto por las calles de Los Ángeles, llevaba algunas horas caminando pero no le preocupaba mucho donde podría llegar, pues simplemente tomaría un taxi de vuelta a su casa. Eran calles tranquilas, amplias y llenas de arboles de sicomoro. 

—Disculpe, no soy de ésta área. ¿Cómo se llama esto por aquí? —Preguntó a un señor con barba blanca y boina que estaba sentado en un banco de hierro. 

All of Me © [MJ]Where stories live. Discover now