·Ethan Winters - RE8·

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Título: La hija de Heisenberg.

Imagina:  Eres la única hija de Karl Heisenberg

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Imagina:  Eres la única hija de Karl Heisenberg. Una persona más sometida al poder del virus. Ethan acaba de llegar hasta la fábrica de tu padre. Tu no sabes quien es, aunque sí has oído hablar de él.

Pov. Omnisciente.

El intruso observaba con atención las distintas fotografías clavadas en la pared junto a un mapa e hilos.

Estaba tan centrado pensando en qué demonios significaba todo aquello, que no se percató de que una sombra de ojos amarillentos lo observaba con cautela desde la oscuridad del lugar.

La muchacha, se acercó con sigilo, analizando a su próxima presa. Enseguida se dió cuenta de que no pertenecía a la aldea, pues no vestía ropajes de lana con tonalidades oscuras. Su ropa se parecía más a la que ella vestía, es más, la chaqueta que utilizaba él, le recordaba al abrigo de su padre.

Decidió despejar su cabeza de todo eso y actuar antes de que fuera tarde.

Ethan sintió sobre su cuello un tacto frío y afilado.

– Date la vuelta y levanta las manos, forastero. – Se escuchó la melodiosa voz de la chica rompiendo el silencio.

El rubio hizo lo que dijo y quedó frente a ella, viendo ahora que aquello que la muchacha presionaba contra su cuello, era una daga. Esta estaba decorada con distintos adornos dorados, seguramente de oro.

"No está mal para ser un forastero" pensó ella al pasear sus ojos por el rostro de su nueva adquisición

– ¿Q-quién eres? – Se atrevió a preguntar el rubio.

– ¿Que quién soy? La pregunta aquí es... ¿Quién eres tú? – Lo miró seriamente.- Suelta la pistola, forastero.-

Le hizo caso en todo momento.

– Ethan, me llamo Ethan. – Le dijo mientras dejaba con gran cautela la pistola sobre la mesa que tenía detrás y volvía a mirarla fijamente a los ojos.

Ella no tardó en hacerlos rotar de posición, llegando hasta la pistola y guardándola en un cajón.

En cuanto lo hizo, bajó su brazo, liberando a Ethan de la amenaza en forma de daga que la chica ahora llevaba entre sus manos.

– Así que tu eres el famoso Ethan Winters...Vaya es un honor. – Bromeó de forma sarcástica. – A mi padre le alegrará saber que has llegado de una pieza. –

Enseguida deslumbró la duda en el rostro del intruso ante esas últimas palabras.

– ¿Tu padre? –

– Sí, me extraña que no sepas de quien hablo...Te ha estado guiando parte del camino. – Dijo con tranquilidad.

Una pequeña sonrisilla se le escapaba. No solía hablar con la gente. Pasaba los días en la fábrica, asustando a los infectados que trabajaban para su progenitor y ayudando a este en sus quehaceres. Tan solo al caer el sol salía de aquel recinto y cazaba en los bosques. Por lo tanto la visita de aquel hombre, le había acelerado el pulso.

– ¿Heisenberg? –

– El mismo. – Una voz grave e intimidante se abrió camino hasta los oídos de los dos jóvenes. – Veo que ya os habéis conocido. –

Ethan tenía miedo de girar sobre el mismo y enfrentar cara a cara a aquel hombre. Aun así lo hizo, no podía echarse atrás ahora.

Por otro lado, la joven mostró una sonrisa ladina y se apoyó de espaldas sobre una de las estanterías que había al fondo de aquel pequeño cuartito. Volviendo a ocultarse en las sombras.

– ¿Qué es lo que queréis? – Preguntó Ethan alterado, dándose cuenta de que lo único que quedaba de la muchacha que lo había sorprendido minutos antes, eran unos brillantes ojos amarillos que lo observaban con tenacidad.

– Eres un hombre inteligente Ethan, sé que quieres largarte de aquí cuanto antes, y voy a serte sincero, yo también. – Comenzó a explicar el mutante. – Yo puedo ayudarte a reencontrarte con tu hija, juntos podemos acabar con esto. –

– No te entiendo. ¿Qué tiene que ver Rose con todo esto? – Frunció el ceño el rubio. – Yo solo quiero recuperarla e irme de aquí. ¡No quiero nada de vosotros! –

– ¿¡Crees que yo no quiero salvar a mi hija de todo esto?! ¿¡Crees que yo quiero que ella no salga nunca de este maldito lugar?! ¡Madre Miranda nos ha utilizado tanto como a ti, Ethan! ¡¿Es que no puedes verlo?! – Se alteró Karl. – ¡La zorra de Alcina, Donna, el besugo del lago! – Enumeraba clavando un cuchillo con su poder en cada fotografía de los nombrados que había colgadas en la pared. – Todos ellos eran pruebas. –

– ¿Pruebas?...Pero, ¿por qué? –

– Tu hija y la mía Ethan, son especiales...todo esto es por ellas, albergan un gran poder...Miranda las necesita a ambas para lograr su cometido. Podríamos acabar con todo aquello que se nos interponga. ¡Acabar con este lugar! – Alzó los brazos en signo de triunfo, tratando de convencer al nombrado de que los necesitaba.

– Queréis utilizar a mi hija como arma...No pienso consentirlo, Rose no es una pistola o un cuchillo. – Se opuso firmemente Ethan. – No pienso dejar que Rose sufra más. Que tu quieras utilizar a tu hija como un arma tampoco está bien Heisenberg...no está bien. –

Aquellas últimas palabras enfurecieron al mutante. Escuchó sus propios latidos acelerarse y no tardó en agarrar al hombre por el cuello de su camiseta y empujarlo con fuerza hacia atrás hasta sentarlo en una silla. Quedó a pocos centímetros de la cara del rubio, amenazante y con muy poca paciencia.

– Amo a mi hija como a nada en este mundo, señor Winters. – Dijo en un gruñido. – Y por eso mismo voy a hacer que se salve de este lugar, con o sin tu ayuda. Tu decides. – Lo soltó en un brusco movimiento, alejándose de él.

Ethan suspiró, llevando sus ojos al fondo de la habitación, encontrándose de nuevo con aquellos amarillentos orbes, preguntándose si realmente podría ayudarla.

Por otro lado, Tn se sorprendía a sí misma al darse cuenta de que una parte de ella deseaba poder contar con la ayuda del rubio.

Finalmente Ethan tomó una decisión.

– Mi hija no es un arma. –

Heisenberg tuvo el impulso de abalanzarse sobre él de nuevo con tal de hacerlo cambiar de opinión. Sin embargo su frustración y enfado eran demasiados como para desperdiciarlos en aquel momento.

– Tn, ya sabes que hacer. –

– Claro, papá. –

Karl dió un último vistazo a los dos jóvenes y salió de allí. Destilaba rabia a cada paso que daba. Ethan no había resultado ser como él creía.

– No has debido enfadarlo. –

– Yo solo quiero recuperar a mi hija. – Repitió aquellas palabras una vez más dejando en claro que no iba a tratar con ellos.

Ella lo miró seriamente. Aunque Ethan pudo distinguir algo de inquietud en sus ojos.

En cuanto Ethan hizo el amago de levantarse de la silla, Tn lo aprisionó de nuevo con su daga, sin dejarlo ir.

Se encontraba de pie frente a él, dejándole admirarla desde su sitio.

Ethan amaba a Mía, pero no pudo evitar sorprenderse por aquella muchacha. Era alta y poseía una belleza impresionante.

– No tan deprisa señor Winters. – Habló agachándose un poco para poder verlo a los ojos. – Vas a necesitar esto. –

Le tendió con su mano libre la pistola que momentos antes le había arrebatado.

A Ethan no le dió tiempo a preguntar porque le había devuelto el arma, cuando ya estaba cayendo por un conducto mientras escuchaba una melodiosa carcajada y un "Nos encontraremos de nuevo, Ethan".

RESIDENT EVIL - ONE SHOTSWhere stories live. Discover now