∆∆∆ 6 ∆∆∆

1.9K 126 2
                                    

Conseguí el empleo.

Y ese no es todo, la paga es muy buena, así que las posibilidades de un futuro teléfono nuevo está cerca.

El empleo es algo complicado ya que me encargo de todo lo que entra a la fábrica de tela.
Me dieron medio turno y eso es un gran apoyo, estudiaré en la mañana y trabajaré en la tarde, osea ya tenía planeado que si mamá me dejaba vivir aqui conseguiría un trabajo, así que esa parte de mi lista ya está palomeada.
Me faltaba contarle la verdad, pero eso sería más adelante.

De regreso a casa pensaba en como poder hablar con el Hidalgo, básicamente no sabía si él me había contestado.

Llegó a casa y no escucho absolutamente nada, así que como siempre comienzo a subir las escaleras hacia mí habitación hasta que escucho como cierran una puerta con el buen yoshi aparece frente de mi.

— Hola T/n..— menciona yoshi bajando sin hacer contacto visual y lo detengo.

No he tenido una gran amistad con yoshi, pero por costumbre lo conozco, es un gran chico y muy guapo.

— ¿Estás bien?— el suspira, como aquellos suspiros de desánimo.—

— Todo bien— dice volviendo a tomar su camino hacia la puerta y no se por que siento que el debe de sacar lo que siente por dentro, es normal de toda persona.

— Yosh...— haci le digo yo, Raquel le dice yoshi, yo le puedo decir Yosh, el voltea verme— Algo paso verdad... No por ser la hermana de Raquel no significa de que no puedas tenerme confianza como una amiga—

— Gracias... Pero estás cosas se arreglan entre uno mismo.— asiento y el abre la puerta y desaparece.

Estoy muy agotada como para saber de la boca de Raquel lo que pasó.

Llegó a mi habitación y mis ganas de dibujar me invaden, y quién soy yo para negarme.

Dejo que mis manos hagan el trabajo que solo ellas saben hacer perfectamente.
Veo como comienzo a trazar lo que será una cara.

¿Cara de quién voy a dibujar?

La inspiración viene, y comienzo con unos ojos, de una mirada profunda que pueden asustarte, sigo son la forma de la mandíbula y lo que resta del rostro: las cejas, las pestañas, la nariz perfilada, los labios que conocía bien pero a la vez me daban asco.

Me detengo y veo que acabo de dibujo a Evan, un miedo recorre mi cuerpo y la vergüenza aparece otra vez y el sentimiento de miedo aparece. Rompo el dibujo con enojo, pensar en todo aquel pasado que aún sigue presente me hace querer desaparecer.

Tiro los pequeños pedazos de papel a la basura para luego acostarme a dormir.

Lo único que necesito es olvidarme de los que paso.

Cómo si eso fuera posible..

𝐸𝑙 𝑢́𝑙𝑡𝑖𝑚𝑜 𝐻𝑖𝑑𝑎𝑙𝑔𝑜. Apolo y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora