Capítulo 3

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El chico se adentraba por aquel oscuro y desolado pasillo, conmigo detrás suyo siguiéndole a sabe dios dónde.

Me estaba arrepintiendo de haberle seguido el juego y haber llegado hasta aquí.

No es que fuera cobarde ni tampoco pesimista... pero, la realidad es que, no creo que Mar Preston tenga tanta suerte cómo para cautivar al chico más sexy de la universidad con solo una noche y unos pepinos en el cabello.

—¿A dónde vamos exactamente? —Pregunto siguiendo al chico a una distancia razonable; no lo sé, por si tuviese que huir.

—Ya verás, es un secreto que no muchos saben... solo mis mejores amigos... y ahora tú. —Mira por encima de su hombro, volteando el rostro hacia mí y me sonríe.

Luego de algunos pasos más, Marcus, se detiene frente a una puerta y espera a que yo esté cerca. Una vez a su lado, éste, gira la perilla y un salón lleno de trofeos de baloncesto brilla ante mis ojos.

Ambos, nos adentramos a aquella increíble habitación, y mi quijada amenaza con salírseme del rostro al ver tanto trofeo y premio juntos.

—¿Porqué hay tantos premios aquí? ¿De quién son? —Pregunto comenzando a caminar por la habitación observándolo todo.

—De mi papá.

—¿Tú papá es baloncestista?

—Lo era...antes de qué... —Coloca el vaso vacío de cristal que aún carga sobre una mesa cerca de un sofá.

—Oh, yo... —Me interrumpe.

—No lo sientas, está bien. Tengo la habitación para recordarle. —Se acerca a mí mirando los trofeos de su padre. Pasando sus dedos delicadamente por sobre la superficie de estos y suspirando.

—Debe haber sido un gran baloncestista, a juzgar por sus numerosos premios. —Digo un tanto triste por el chico; quién toma una de las medallas que cuelga de la pared, y la aprieta fuerte contra su puño.

—Sí, el mejor para mí. —Suelta aquella medalla luego de un gran suspiro, para luego, caminar hacia mí y sentarse en el sofá con una expresión de tristeza en el rostro.

Yo, me siento a su lado sintiendo su pena y dolor.

Tal vez, el chico no eran imposible cómo yo me lo estaba imaginando. Sí tenía sentimientos, sí le importaban los detalles, la familia... tenía corazón.

Creo que lo juzgué mal demasiado rápido; pensando que un tipo cómo él, quien parece haber sido hecho en el mismísimo Olimpio por Zeus; no podría estar con una don nadie cómo yo... 

Ambos, nos quedamos en silencio, y el chico; se desliza suavemente en el sillón hasta lograr acercárseme.

—Mira, tú ves aquel que está allá. —Señala acercando su rostro al mío para que yo viera lo que él. —Ése lo ganó en su último año de vida, antes de qué... —Se queda callado y baja su mirada al suelo.

Yo, volteo mi rostro hacia él y le observo... tan frágil y quebrantado; tan sentimental y emotivo.

—Es bueno que estés orgulloso de él. De seguro lo aprecia desde el cielo. —Le doy una sonrisa al chico y éste, levanta su mirada y se me queda viendo por unos segundos.

Siento mi pecho apretarse al ver cómo me está mirando... al ver sus lindos ojos color miel observarme de aquella manera. Sus largas pestañas rizadas que parecen esculpidas por los mismos dioses; su nariz perfilada y ése arete... ése arete en la nariz que lo hace ver tan rudo y lindo a la vez; si es que eso tiene algún sentido.

Veo cómo Marcus comienza a acercarse lentamente, y mí corazón se me quiere salir del pecho al ver sus intensiones... al saber que quiere besarme.

¿Mar Preston besaría al sexy y codiciado Marcus Gregory? ¿Estaba alucinando? ¿Estaba dormida y aún no despertaba para ir a la universidad? O tal vez, ¿había muerto intoxicada por aquella ensalada de él sábado y aún no lo asimilaba?

Hades ©Where stories live. Discover now