11

8 0 0
                                    

El chofer entró temeroso y sintiéndose un poco intimidado por la imponente y enigmática figura del detective. Su reacción fue llevar las manos al pecho en señal de cohibición. Su bigotillo de escoba pintaba una línea de tristeza.

―No me tenga miedo, amigo mío, pásese―le invitó como si lo conociera de toda la vida―. O quiere unas Sabritas para pasarse, ahorita mismo voy y se las traigo―se mofó.

Como si no lo hubiera escuchado y solo le sonrió de nervios.

―Todo lo que pueda usted aportar será crucial para la resolución de éste caso porque tiene el privilegio de ser uno de los testigos más importantes, pues vivió en carne propia el incidente y aparte, es usted alguien allegado al doctor, o eso me dijeron, por favor, de éste festín de información que tiene, no sea tragón y convide―abrió los brazos.

―Está bien, señor, le diré todo lo que sé, pero no se burle de mí―jaló la silla y se sentó, por poco y la rompe con su peso.

―Qué caray, no le prometo nada. Comencemos por lo más básico, dígame su nombre, profesión y domicilio.

―Achis―por alguna razón se le hizo gracioso que le pidieran su domicilio―. ¿Y para qué el domicilio?

―Para ir a robarle a su casa―agarró el ala de su bombín y se lo bajó a los ojos.

―Oh pues, es que con la inseguridad uno ya ni sabe.

―Solo contésteme (ah muy chistosito, ¿verdad? Me agrada)

―Juan de Dios Meléndez para servirle a usted, soy el chofer personal del doctor y vivo en Querétaro, por la calle Miraflores número cincuenta.

―Qué bien que colabore mi amigo, ¿Qué me puede decir de lo que vino a hacer el doctor aquí?

―Es que, mi patroncito es muy especial, quizá lo conozca, se llama Ramón Salvatierra y según él es medio famosillo―dijo con un creciente orgullo.

―He leído en el periódico de él, creo haber conocido a su maestro―intervino el detective.

―Pues ese mero. El chiste es que ya llevaba rato planeando una venida para acá y pues mientras andaba en las Europas yo me puse a chambear de taxista, en cuanto llegó, para pronto me dijo: "Mire mi Juan, vámonos para Guanajuato" No me dijo ni para qué, pero ahí vengo a traerlo, hasta cuando andábamos llegando me dijo que disque venía a ver a los pellejos estos para estudiarlos, ya en estos tres días me di cuenta que anda haciendo unas tesis para presentárselas a otros doctores―le soltó toda la sarta de información.

― (Éste es de los que cuentan toda su vida a la primera pregunta, no creo que ocupe mangonearlo mucho, pero hay que limitarle las palabras) ¿Cómo ha sido su relación con el doctor?

―Pues bien difícil desde el principio, llevo trabajando para él como diez años y puros choques con él, como verá, es bien presumido y nomás me insultaba, hasta ahorita se le está ablandando el corazón al desgraciado, pero puras fallas con ese señor―movía las manos enérgicamente y llenas de expresión.

―Le haré una pregunta que creo que va a desentonar, ¿cree que se haya hecho de enemigos en su carrera? Sea conciso.

―Ah caray, pues siempre ha sido presumido y pues a los que le tiran a lo muy alto siempre tienen dos que tres envidiosos queriéndoles lamer las botas nomás para conseguir un cachito de lo que tienen, pero así enemigos que diga enemigos, se los desconozco.

UN MISTERIO EN GUANAJUATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora