N: La Caja Musical Rota

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Ya habían pasado dos largos años trabajando en una tienda departamental allí conocí a una amiga, Yamileth o creía que era así, ella era una bonita empleada; un lindo cuerpo, hermosa sonrisa, coqueta, una chica llamativa. Por el contrario, yo solo era común con mi cabello castaño y de baja estatura, no llamaba la atención con una personalidad seria desde joven y con el poco tiempo que me daba el trabajo no me daba para tener más amigos, y no me quejo después de todo de allí pagaba todos mis gastos. En vez en cuando salía al cine o a tomar algo con ella, pero de haber sabido que me pagaría así jamás la hubiera dejado acercarse a mí.

También tenía un amigo por así llamarlo pues era mi jefe Gerardo, con quien salía de vez en cuando a comer o dar una vuelta. A veces nos acompañaba su amigo de la infancia Eduardo, con el cual yo le tenía un poco más de confianza. La verdad, todo iba relativamente bien.

Eduardo era quien más apegado estaba a Gerardo y siempre me decían que me sobrecargaba de trabajo, pero un día todo cambio.

Se había acabado la tan tranquila rutina de mi vida.

He aquí donde la oscura y negra historia empieza realmente.

Para ser honestos, los días en la tienda era súper ajetreados, casi siempre estaba muy estresada y ocupada con el trabajo. En los descansos deseaba más tiempo pero de igual forma seguía con el trabajo del día. Pero esa tarde, después de haber regresado del descanso una voz me saco de mis pensamientos.

––Layla, es hora de seguir trabajando. Layla, Layla. ¡Layla, con el demonio despierta! Houston, la perdimos. –– Con una risa sarcástica Yamileth me miraba. Su voz se escuchaba siempre como un eco, que retumbaba en mis oídos y cada vez que estaba muy concentrada, para mí era odioso que me sacara de mis pensamientos.

Había ocasiones en las que no quería hablar, no porque fuera mala, si no es que siempre fui callada y más aún, cuando a cierta hora ponían una canción que me gustaba podía escucharla y tener paz, aunque fuese una canción navideña y eso hacía que pasara el tiempo más rápido en el trabajo. Una canción muy dulce que siempre que podía la tarareaba entre en los pasillos de la tienda se me quedaban viendo con rareza, ya que para ellos eso era raro, ya que aunque fuese primavera o verano la tarareaba, y sabía que murmuraban cosas como "Que rara es esa chica" "¡Vaya! Hasta que al fin la chica sonríe pero con una estúpida canción". No me afectaban sus críticas y no me importaban sus opiniones al respecto, me gustaba mucha la canción "The Plum sugar Fairy Dance". Si, la canción del cascanueces, y lo más curioso es quien la ponía a la misma hora, y la ponía porque él sabía que bailaba ballet y esa fue mi primera canción. Pero eso ya es pasado, lo más raro en la tienda; no porque ellos sabían del aprecio que me tenía. Lo raro era que yo sonreía al pasar por su área con esa canción y él se sonrojaba.

Tanto era lo me gustaba que también tenía una cajita musical con una linda bailarina bastante vieja que yo mantenía muy cuidada ya que le compre cuando cumplí quince años y siempre la traía para todos lados. Hasta ese día en que ocurrió un incidente.

––Layla, por amor al cielo ya deja de pensar en la inmortalidad del crustáceo y ayúdame con–

La chica de ojos miel volteo sin darse cuenta que su cajita musical, estaba por un lado de unas cajas, cuando en ese momento sin poder ver bien las cajas se movieron y se escuchó un pequeño estruendo, ambas veían este desastre y la otra con exageración dijo:

–– ¡Oh joder! Lo siento mucho Layla, lo siento, no fue mi intención. Qué pena, lo lamento.

La otra joven con su voz casi quebrada y ojos llorosos contesto: ––Déjalo ya estaba muy gastada y muy viejita, no pasa nada–– unas pocas lagrimas que caían de sus ojos color miel, hacia a sus mejillas algo pálidas. Fue en ese momento que se acercó un hombre de cabello negro y mirada café. Gerardo, que había oído el estruendo llegaba a ver qué pasaba.

–– ¿Qué paso? –– dijo con seriedad en su voz al ver a la chica llorosa ante él. Se acercó y ayudándole a recoger los trozos de la cajita dijo: –– Aquí no hay nada que ver. A trabajar, dejen de estar holgazaneando.

Cuando las personas se alejaron, mientras Layla recogía lo que quedaba de la cajita musical, Gerardo dijo con una voz seria y pausada –– ¿Segura estas bien? –– Layla elevo su mirada encontrándose con una suave sonrisa, haciéndola sentir avergonzada aparto la mirada ignorando lo que sentía.

–– Si, estoy bien.

Sonriendo como de costumbre me levante y aleje sin mirar atrás dejando un trozo que era como una media luna. Salí de la tienda dejando a todos atrás, con un suspiro tire todo lo que tenía en mis manos, cuando mire al basurero note que la bailarina no estaba decidida a no llorar no mire más mi preciada cajita me llego a la cabeza una frase que había leído hace unos días "No permitas que nadie vea tu debilidad y que no debes recoger la piedra que tiraste jamás" así que hice exactamente eso, pero lo que no sabía es que mis días de ser grises pasarían a ser negros, porque una tragedia llegaría para ser la piedra más grande en mi camino.

Pureza Tomo 2 [EN PROCESO]Where stories live. Discover now