Ocho

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Skeppy salió de su hogar a primera hora de la mañana. Ni siquiera había terminado de salir el sol cuando ya se encontraba bien adentrado en el bosque. No dejó ninguna nota, no avisó a nadie, se aseguró que las puertas no hiciesen ruido y usó una vagoneta solitaria que nadie vio partir. Todo un secreto. Fuera, en la ladera de la montaña, el sitio estaba plagado de criaturas nocturnas. Tener que lidiar con las criaturas de la noche le supuso un problema leve. Con todo lo que había entrenado, ningún zombie, esqueleto o creeper iba a hacerle siquiera un rasguño.

Llegó hasta el sitio del portal un par de horas antes del mediodía, si era que no estaba equivocado con la posición del sol.

Tomó un buen tiempo para prepararse mentalmente y, después de ello, llegó el momento. De más estaba decir que su preparación mental no fue muy efectiva. De hecho, sólo sirvió para hacer más y más nudos dentro de su cerebro enredado.

Vomitar era lo jodidamente mínimo que iba a hacer. Su estómago se había reducido a nada, la cabeza le daba vueltas y su vista estaba borrosa. Sus piernas se sentían como si pesasen cien kilogramos cada una y apenas pudo obligarlas a dar unos cuantos pasos al frente.

Fue en ese momento en que se arrepintió de no decirle a nadie que ese era el día en que se iba. Si al cruzar ese portal, no regresaba, nadie iba a saber dónde estaba. Nadie sabría que pasó con él, cómo o dónde murió, o por qué se fue. Pero… pero era mejor así. No podría lidiar con el pensamiento de preocupar a las personas que amaba. No cuando iba a arriesgar su vida por algo tan… egoísta.

Sólo desaparecer podía darles esperanza de que quizás volvería.

Ignorando ese tren de pensamientos, revisó por décima vez todo lo que tenía. La mochila llena de provisiones, sus armas encantadas afianzadas detrás de su espalda, su armadura de diamante encantada encima y su nuevo comunicador en su bolsillo derecho. Con la mano temblando, extrajo el mechero que tenía cuidadosamente guardado en una bolsa lateral de su mochila.

Lo encendió un par de veces para comprobar que funcionase bien antes de forzarse a caminar hacia el portal de obsidiana. Si lo que había leído y escuchado era cierto, sólo tenía que prender fuego al interior de este y podría encenderlo. Y también, si era cierto lo que sabía, detrás de ese portal podría haber piglins que cortasen su cuello apenas diese un paso dentro. O criaturas temibles. O un océano de lava. A saber.

Su cuerpo entero se sacudió con un escalofrío horrible. Obligó a sus manos a moverse y acercó el mechero con el corazón latiendo tan rápido que le dolió el pecho. Encendió el portal y el mechero se rompió en pedazos. Sus usos se habían terminado. Skeppy sostuvo los trozos en su mano antes de notar el portal. Encendido.

El interior brillaba en tonalidades moradas y emitía su propia luz. Unas formas onduladas de un morado más oscuro danzaban en dicha superficie y, completamente hipnotizado, Skeppy se olvidó de sus nervios y dio un paso al frente.

Soltó los trozos del mechero arruinado y caminó tranquilamente hasta que el portal lo consumió. Literalmente.

Su cabeza dio vueltas a una velocidad realmente vertiginosa. Todo a su alrededor estaba moviéndose en un horrible panorama y su estómago se hizo presente nuevamente sólo para darle náuseas. Su cara y sus brazos comenzaron a cristalizarse y su cabeza martilleó. Iba a vomitar, pero no de los nervios, sino de las náuseas.

Cerró los ojos y trató de salir, pero ya lo habían consumido y no había marcha atrás.

Y así como despareció, volvió a aparecer. Pudo dar un paso vacilante y se precipitó de inmediato hacia el frente. Cayó de bruces y apenas alcanzó a poner sus manos al frente para no caer de lleno al suelo. Joder, su estómago estaba demasiado revuelto. Iba a vomitar encima de los zapatos de alguien… ¿qué?

Mente en blanco [Skephalo]Where stories live. Discover now