Veintiséis

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Skeppy admiró la obsidiana que conformaba al portal. Hacía poco que la había visto, pero sentía como si hubiesen sido años. Todo se sentía a años de distancia, si tenía que ser sincero.

Estaba sentado en el suelo de piedra negra mientras el ruido le seguía llegando algo lejano, lo que le daba la capacidad de ignorarlo un tanto. Se encontraba admirando ese material resistente que pronto sería su boleto de ida al supramundo. A su hogar. Con sus amigos. Con su familia. Con su…

—¡¿Bad?! —exclamó repentinamente. Trató de ponerse de pie, pero sus piernas no lograron sostener su peso y cayó sin nada de gracia sobre su trasero. Por suerte, no estaba cerca de ninguno de esos charcos ocasionales de lava que poblaban la sala.

—¡Skeppy! —respondió la voz de su alma gemela. La gema guardó el gruñido enfadado que tenía atorado en la garganta por no poder levantarse y alzó la cabeza para mirar al demonio. Y se quedó paralizado en su sitio.

—Estás… —comenzó, pero no terminó. Tampoco necesitó terminar. Las heridas y rasguños que se alcanzaban a ver por debajo de la armadura, además de la sangre carmesí que brotaba de ellas, le hicieron perder el habla. Bad se apresuró a negar con la cabeza, quitándole importancia y posteriormente inclinándose un poco y extendiendo su mano al frente para que pudiese tomarla. El chico de diamantes no lo dudó ni por un segundo. Se agarró fuerte y logró ponerse de pie aunque el mundo le dio vueltas.

—¡Cuidado! —demandó la voz de Techno desde sus espaldas—. Regeneración te ha cerrado las heridas, pero no puede reponerte la sangre que perdiste. ¡Tómenlo con calma, idiotas!

Skeppy se giró con una mueca enfadada sólo para ver a Techno lanzandole algo que definitivamente iba a chocar contra su cráneo, ya que sus reflejos definitivamente no servían y no podría atraparlo. Trató de cristalizarse aunque la reciente ruptura en su estómago le rogó que no lo hiciese, pero antes de que el objeto estuviese siquiera cerca, el demonio ya lo había interceptado y se lo había entregado. Rápidamente otra cosa fue lanzada, esta vez para el demonio.

Gracias —farfulló la gema en voz baja. Era una botella. Una poción. Techno ni siquiera hizo un reconocimiento de que había escuchado el agradecimiento. Simplemente se giró y siguió con lo que estaba haciendo. Estaba bloqueando la entrada a la sala con los bloques de pesado oro que custodiaba. Skeppy luchó un rato por quitar el corcho y comenzó a beber el contenido en pequeños sorbos. Bad fue mucho más rápido y, ni bien terminó la poción, fue directo a ayudar a Techno. Skeppy trató de mantenerse de pie mientras bebía, pero al cabo de unos segundos, tuvo que apoyarse en la obsidiana para no caer. Fuese lo que fuese la poción, le estaba haciendo sentir mejor, pero no lo suficiente como para estar completamente en sus cinco sentidos.

Techno y Bad terminaron de bloquear la entrada con el oro. Por fuera de la sala, los golpes furiosos sonaban contra la puerta.

Es su momento —farfulló Technoblade, admirando la puerta y los bloques de oro que imposibilitaban abrirla—. Enciendan el portal y váyanse. Eso no va a detenerlos por mucho.

Skeppy saltó ante esas palabras casi literalmente. La botella vacía se deslizó entre sus dedos y cayó con un sonido que todos ignoraron.

—¡¿«Váyanse»?! —exclamó, llamando la atención de sus acompañantes—. ¡No digas mierda justo ahora! ¡Vienes con nosotros!

Bad, por la que parecía ser la centésima vez ese día, no dijo nada ante las malas palabras y mejor optó por dirigirse hacia el piglin amigo.

Sé que es riesgoso para ti ir al supramundo siendo un piglin —dijo rápidamente—, y también sé que es difícil dejar lo que ha sido nuestro hogar todas estas eras, pero si te quedas… no hay muchas probabilidades de que sobrevivas —Negó varias veces con la cabeza—. Y si lo haces… bueno, los piglins jamás perdonan, ¿no?

Mente en blanco [Skephalo]Where stories live. Discover now