Diecisiete

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Conocía el bastión bastante bien. Había dado vueltas por allí desde hacía dos años, muchas veces al lado de Techno, muchas veces en solitario. Conocía bastantes salas e incluso pudo acceder a todas aquellas donde los civiles no podían pasar. Beneficios de que su mejor amigo fuese el guardia de mayor rango en todo el bastión.

Skeppy giró a la derecha, luego a la izquierda y finalmente llegó a una grieta en el suelo a la que deseaba llegar desde un inicio. Sin pensar siquiera en la gran altura, deslizó su cuerpo delgado entre ella, aterrizando dolorosamente con la planta de los pies en una sala llena de cubos de magma. Skeppy soportó el grito de dolor y miró satisfactoriamente como los piglins miraban hacia su grieta de escapatoria antes de avanzar por los pasillos rápidamente para llegar a la sala de abajo. Skeppy tenía sólo unos cuantos segundos, un minuto a lo mucho, para llegar hasta Techno. Apresuró sus pasos y giró en todas las direcciones correctas hasta llegar a la inconfundible sala gigantesca de los portales. Su estómago dolió cuando se detuvo, miró que nadie estaba cerca y entró.

Techno estaba allí, claro. Skeppy sabía que estaba de guardia. El piglin bruto levantó su hacha al instante de escuchar el ruido de los pasos, pero se relajó al instante al ver a su amigo caminar hacia él. Antes de que pudiese decir cualquier mínimo saludo, la gema llegó hasta su lado con los ojos llorosos.

—¡Lo jodí! ¡Lo jodí! ¡Lo jodí y me descubrieron! —repitió mientras trataba de atrapar aire en sus pulmones a bocanadas descuidadas.

—¿Qué dices? —El piglin bruto trató de comprender lo que su amigo decía.

—¡Me vieron sin el casco, saben que soy del supramundo!

Techno se quedó congelado en su sitio antes de mirar hacia la puerta inquisitivamente.

—Mierda —dijo. Su oreja izquierda se removió unos segundos. Estaba captando el sonido de los guardias corriendo y gritando por los pasillos—. No puedes quedarte aquí —susurró apresuradamente mientras rebuscaba entre sus bolsillos—. Si te ocultas aquí, tendrán tiempo para dar la alarma y todos los guardias comenzarán a patrullar. Tendrán permitido entrar incluso aquí e irán contra ambos. Tienes que salir tan pronto como puedas —Por fin sacó lo que esperaba. Una manzana dorada encantada relució ante la vista del chico de diamantes, quien dudó un buen segundo antes de tomarla—. Sólo puedo darte esto y nada más. Lo siento mucho, no puedo hacer mucho más. Eres bueno, Skeppy, puedes hacerlo.

La gema sostuvo la manzana con fuerza en sus dedos, pero esta ni siquiera tuvo un mísero rasguño. Con una rápida inhalación, la guardó en su propio bolsillo y se lanzó hacia delante con rapidez.

—Gracias por todo lo que has hecho por mí, en serio —exclamó al mismo tiempo que abrazaba al gran piglin frente suyo. Techno le rodeó con un brazo antes de responder.

—No lo digas como si fuese una despedida, idiota.

—No lo será, aún me falta pagarte la renta que te debo.

Ambos soltaron el inicio de una carcajada antes de separarse. Techno miró a las paredes y le hizo una señal silenciosa de la posición actual de los perseguidores por las paredes. Skeppy asintió antes de dirigirse a la puerta, dar un largo suspiro y salir de la sala sin mirar atrás.

De más estaba decir que no fue bien. Los piglins civiles le reconocían incluso bajo su armadura de oro y le señalaban, atrayendo la atención de los guardias hasta él. Pronto, Skeppy estuvo de nuevo con varios sujetos sobre sus pasos.

¡¿Por qué mierda los bastiones eran tan grandes y complicados para navegar?!

Se sentía debilitado, pero no quería usar la manzana de Techno. No, aún podía aguantar. La manzana podría ser su salvación en otro tipo de situaciones.

Mente en blanco [Skephalo]Where stories live. Discover now