Veintiocho

1.3K 191 208
                                    

Skeppy miraba por las ventanas de la clínica cómo el sol ascendía perezosamente por el cielo. Había despertado temprano, mucho antes del amanecer, y no sabía por qué. Nunca había sido madrugador, aunque claro, probablemente su estancia en el Nether había arruinado sus horarios. Otras dos camas cerca de él estaban ocupadas por sus acompañantes del Nether, quienes seguían durmiendo para esos momentos. Bad se encontraba hecho una bolita, bastante parecido a como los gatos solían colocarse para dormir. La bata azulada que le habían obligado a ponerse (bueno, a los tres, en realidad) tenía un sitio especial para dejar libre su cola, la cual se balanceaba entre sueños cada tanto. Skeppy estaba seguro casi al cien por ciento que, si se acercaba y acariciaba un poco su cabello, se iba a poner a ronronear. Techno, por otra parte, dormía completamente recto, como si estuviese haciendo de guardia incluso en sus sueños. Quizás lo hacía, a saber. La gema jamás le había preguntado qué soñaba, si es que lo hacía. Cuando despertase, le preguntaría. Bueno, si era que no se le olvidaba...

El chico de diamantes soltó un suspiro súper bajo, ya que cualquier ruido mínimamente fuerte haría que Bad y Techno, ambos, despertasen al instante. Con movimientos lentos y cuidadosos, colocó sus manos sobre su estómago. La cristalización rota le había dejado cicatrices muy feas allí, además que al cristalizar esa zona, esta se veía fragmentada y rota, como un cristal estrellado. Pero estaba bien. La poción de regeneración había evitado que se desangrase, además de parar con las heridas internas que el golpe había causado. Nada más que cicatrices eran el precio por estar vivo.

La mayoría de heridas de Bad también habían sido curadas por la poción y sólo había necesitado algunas vendas en las peores de ellas. Techno, por otra parte, simplemente necesitaba descansar. Ni heridas ni nada.

Skeppy sonrió y, decidido a comprobar su teoría recién formulada sobre «Los demonios Wither son solamente gatos gigantes, así que Bad va a ronronear si lo acaricio justo ahora», comenzó a levantarse de la cama, pero un ruido lo detuvo antes de lograrlo.

¿De dónde? Sonaba amortiguado, lejano. Y cada vez se iba acercando más. Bad alzó la cabeza repentinamente, despierto. Soltó un gruñido hacia la puerta. Así que de allí venía el sonido...

Techno abrió los ojos al segundo siguiente y se sentó en la cama, poniéndose en una posición que no hacía dudar que agarraría a golpes a la primera criatura que entrase por allí.

Skeppy les hubiese dicho, como en cualquier otra situación, que se calmasen. Que seguramente sólo era Ponk o alguno de sus enfermeros viniendo a revisarlos. Pero incluso para él, el sonido era preocupante, así que no le quedó más que cristalizarse y deslizarse fuera de la cama, listo para atacar a la amenaza.

La puerta del cuarto se abrió de repente con un golpe. Los tres dieron un respingo gracias a lo inesperado que había sido. Antes de que alguno pudiese hacer algo, un grito resonó.

¡SKEPPY!

Aunque llevaba años en el Nether escuchando miles de conversaciones en Infernal, lamentos de ghasts y rugidos de hoglins, ningún sonido del infierno igualaba en nada a la ira pura contenida en ese grito. Una ira que iba toda contra él, de manos de la persona que menos hubiese querido recibirla.

El aludido se apoyó un poco contra su cama antes de poder responder.

—Hey, Puffy... —saludó sin retirar su cristalización. Bad y Techno le miraron al unísono, exigiendo una explicación, pero la gema sólo alcanzó a levantar una mano y hacer un gesto para apaciguarlos antes de que la situación continuase.

—¡Tú, pequeño hijo de... —La mujer oveja entró a la habitación con cada paso golpeando fuertemente el suelo de concreto blanco. Ahora entendía qué era el sonido de antes. Detrás de Captain Puffy, otras dos figuras se arrastraron dentro de la habitación. Eran Antfrost y Dream, quienes no se veían tan enfadados como la chica, pero aún había cierto grado de esa emoción en sus facciones. Ponk, desde la puerta y sin atreverse a entrar, simplemente junto sus manos bajo su barbilla, pidiendo perdón con un gesto silencioso. Y entonces cerró la puerta, claramente dejando a su suerte a sus pacientes.

Mente en blanco [Skephalo]Where stories live. Discover now