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Palacio Topkapi

Süleyman por milésima vez leía aquella carta que ella le había dejado, últimamente ninguna mujer había podido entrar a sus aposentos, ni siquiera su madre, ni sus hermanas y Mehmet se encargaba de las juntas de consejo y demás asuntos urgentes del palacio ante la ausencia de su padre, Süleyman físicamente estaba con ellos, pero no hacía nada más que extrañar al amor de su vida.

Estaba decaído al no saber dónde estaba, temía que le pasase algo y se culpaba por haberla alejado de tal forma, Firuze no volvió a sus aposentos, esa mujer era el recordatorio del corazón roto que dejo.

El harén se había vuelto un lugar más callado, no había festividades desde que la sultana se fue, las mujeres miraban aquel balcón y se veía gris, la sonrisa de la sultana solía inundar sus mañanas, todo era mejor con ella, quizás no entraban a los aposentos del sultán pero tenían una vida tranquila y cómoda, además de justa, todo el lugar tenía luz y brillaba cual diamante, pero ahora todo estaba triste y solitario.

Afife se había ido, la sultana madre no dudo en quitarla de ese puesto en cuanto tuvo la oportunidad, ellas la habían llamado para que le hiciese la vida imposible a Hürrem sin embargo ella había resultado estar a su lado, no se metía en problemas por ella, pero tampoco era injusta y eso les molestaba por que después de un tiempo Afife comenzó a tratar a Hürrem como si fuese su hija.

Mehmet la había enviado al viejo palacio, él sabía que su madre la buscaría a su regreso y se aseguró de que estuviese cerca para ella.

Sümbül seguía en el palacio y no podían echarlo pues Mehmet no lo permitía y el sultán tampoco, pero él estaba casi acorralado, las mujeres que ahí estaban parecían buitres y lo vigilaban a todo momento, apenas tenía un poco de tiempo para descansar.

Sha recibió una carta, su hija estaba enferma, tendría que marcharse, se despidió de su madre y hermanas, antes de irse hablo con su hermano y después de que se fue algo paso, Süleyman decayó mucho más que antes.

Aunque todos en el palacio lo notaron Hatice y la madre sultana intentaban convencerse a si mismas de que el sultán estaba así por no saber como estaba su amado y frágil príncipe, cuando sabían perfectamente que su corazón estaba destruido por la partida de la hermosa pelirroja de ojos azules que dejo un hueco en su alma.

...

Rüstem entro a los aposentos del sultán, esos que cada día parecían más oscuros y tristes, hizo una reverencia y noto aquella carta en sus manos, cada que entraba a verlo la tenía, si el sultán tan solo supiera que él fue quien los envió al barco equivocado para dejar a la sultana irse lo mataría, pero Rüstem no le debía lealtad al sultán, se la debía a la sultana Hürrem, ella lo había apoyado para convertirse en uno de los hombres en los que el sultán más confiaba.

Anastasia La Rossa (Hürrem Sultán)Where stories live. Discover now