Especial Parte III: Libertad

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Los días, semanas y meses transcurrieron con la misma regularidad en la prisión que albergaba al enemigo más peligroso para todas las razas de inmortales. El calabozo en los pisos subterráneos de uno de los palacios secundarios de la Casa Livádi, era único en su especie; construido con la única finalidad de albergar al hechicero sorceri más cruel en todos los tiempos. Por tanto, día y noche, aquella casa, así como el propio calabozo, era resguardada por guardias imperiales altamente preparados para toda situación de escape.

Casi un año pasó desde su encierro, y cada día sin falta, el heredero al trono del pueblo fey, visitaba a su destinado encarcelado. Los primeros días estuvieron llenos de tensión entre ambos; peleas verbales y rechazos continuos. Después de semanas todavía existía la molestia de encontrarse todos los días, pero los pleitos disminuyeron sobre todo por el cansancio del sorceri. Unos meses más tarde, la resignación en la conducta de Miguel dieron paso a conversaciones casi unilaterales -en algunas ocasiones las respuestas evasivas de rencor u odio se hicieron presente- siendo de tal manera que las emociones, sentimientos y condiciones varíen mediante el tiempo.

Ese día, unas horas antes del atardecer, Francisco llegó como de costumbre, pero algo había cambiado. Los guardias a su mando podían notar la preocupación, anhelo y desesperación en sus fríos orbes claros.

Miguel tenía su cabeza apoyada en la pared de piedra mientras estaba sentado en su dura cama. No dormitaba a pesar de tener sus ojos cerrados, es más, supo que su peor enemigo una vez más lo había visitado; sin embargo, no quería molestarse en hablar con él.

 No dormitaba a pesar de tener sus ojos cerrados, es más, supo que su peor enemigo una vez más lo había visitado; sin embargo, no quería molestarse en hablar con él

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—Miguel...

—¿Uh? —respondió el mencionado con un desinterés total.

—¿No me vas a responder? —la mirada fija del fey parecía cavar sobre él.

El sorceri lo observó unos segundos con aquellos luceros dorados opacos, luego los desvió hacia sus uñas, e hizo notar que le interesaba más eso que responderle; no obstante, le contestó muy a la ligera.

—No me interesa. Nunca lo hará.

El heredero al trono frunció su ceño y apretó su puño sobre la pared casi golpeándola.

Él tenía un deber que cumplir, un matrimonio que efectuar, y casi desecha todo ese futuro tan solo al venir a ese calabozo para pedirle a Miguel que estuviera con él.

"Me casaré, pero si tú dices que no debo hacerlo, no lo haré." Dijo anhelante por un pequeño atisbo de cariño o celos. Nunca los halló. Miguel, muy por el contrario a su deseo, se encogió de hombros y le restó importancia a su confesión.

—¡Tú...! —lo observó con desdén— Eres mi destinado. —susurró entre dientes.

—Principito. —el menor dejó de atender a sus uñas descuidadas y le dedicó su afilada mirada a aquellos iris claros— Aunque me ruegues una y otra vez, no obtendrás nada de mí. 

Egoísmo [AU] | EcuPerWhere stories live. Discover now