Anhelo

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Francisco con toda la ilusión del momento, todavía estaba de pie en la puerta de entrada al salón, esperando por alguna reacción de aquella persona que lo había cautivado a primera vista.

Sin embargo, a penas sus miradas hicieron contacto, al par de segundos, los orbes dorados no lo miraron más. Miguel había bajado su mirada para atender nuevamente a los papeles en su escritorio.

— Buenas tardes. — Al final, el profesor lo saludó formalmente pero sin prestarle atención alguna.

La gran sonrisa que permanecía en el rostro de Francisco, estaba lejos de darse por vencida. Con los latidos erráticos del corazón de Francisco, entró al salón sin despegar la vista de la persona sentada en el escritorio.

Llegó hasta la primera fila de asientos y se sentó en uno de los primeros lugares más cercanos al escritorio del de orbes dorados.

Observó por unos segundos a la persona adelante de él, y a cada momento descubría una característica del profesor que le encantaba más y más.

Si bien lucía serio y estoico, su apariencia era buena. Su rostro se veía suave y cuidado. Su nariz era perfilada, sus labios delgados y rosaceos, sus ojos, sus brillantes ojos estaban cubiertos por sus largas pestañas. Su cabello lucía arreglado, sus traje de vestir se veía impecable, así como su apariencia.

Si bien Francisco no era un erudito en percibir a las distintas razas de inmortales, podía descifrar que el aura que rodeaba a Miguel, le indicaba que éste era uno de ellos.

Francisco estaba tan prendido por la primera impresión con aquel sujeto, que ansiaba conocerlo y entablar una buena conversación.

— ¡Ah! Es cierto, no me presenté. — Volvió a tomar la palabra — Soy Francisco, Francisco Burgos, el hermano mayor de la pequeña María Burgos. — Empezó con algunos signos de nerviosismo, todo ello sin atenuar su gran sonrisa. Quería mostrar lo mejor de sí.

Si bien, aquel moreno no se veía de mayor edad, nunca hacia falta aclarar la relación fraternal que tenía con su hermana. No quería darle la impresión de ser un padre de alguno de los estudiantes a aquel profesor.

Con toda aquella emoción de su presentación, volvió a tratar de descifrar las reacciones del adverso. Sin embargo, lo único que pudo ver, fue que aquél asintió con su cabeza. El profesor no despegó la vista de los papeles en su escritorio.

Su sonrisa trastabilló pero continuó.

— Bueno, sé que en el comunicado mandado a los tutores de los estudiantes decía su nombre, sin embargo, como verá, no soy muy bueno con la memoria y... — Su mirada no se apartaba del contrario, pero éste ni atención le estaba prestando.

El corazón animado de Francisco quería hundirse en la tristeza, pero no lo hizo.

De hecho, aun con todas las ganas de seguir su unilateral conversación con el profesor, puso a trabajar a su cerebro para hacer memoria.

Después de un largo minuto, recordó efectivamente el nombre del profesor que había firmado aquel comunicado.

Miguel Prado.

— ¡Ah! Al fin lo recordé. — Dijo con entusiasmo. — Es Miguel Prado, ¿verdad? — Miró con ilusión al mencionado. Pero aquél siguió ignorandolo.

Por esos instantes bajó la mirada llena de tristeza. Más aun los pensamientos positivos llegaron instantáneamente, y siguió adelante.

— Maestro Prado, la verdad es que soy nuevo en esto. — Confesó con una sonrisa nerviosa. — Es la primera reunión a la que vengo como tutor de mi hermana menor, ¿qué debería hacer? ¿qué debería preguntar? — Su mirada de cachorro esperaba por alguna pequeña reacción del maestro. — ¿Debería preguntar por sus notas? ¿O por lo menos por sus primeras notas? — Se corrigió.

Egoísmo [AU] | EcuPerWhere stories live. Discover now