Con una mirada

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Francisco ese encontraba haciendo los últimos arreglos a la decoración del pedido que se le había hecho llegar hace unos pocos días.

Después de eso, se quitó el mandil, procedió a lavar los utensilios usados durante su labor, y se alistó para la reunión que tenía ese mismo día.

María había llegado apenas hace una hora, y recientemente había terminado de almorzar. Francisco, sin embargo, siguió haciendo los quehaceres del hogar hasta que llegara Catalina de su respectivo colegio.

Francisco Burgos, era un joven de 25 años. Su única familia eran sus dos hermanas menores; Catalina de 15 y María de 12 años respectivamente.

Los hermanos Burgos quedaron huérfanos a muy temprana edad. Sus padres habían fallecido en un accidente de tráfico cuando apenas María tenía 2 años de edad.

No obstante, eso no les permitió que carecieran de afecto y de estabilidad económica.

Cuando sus padres vivían, siempre les habían llenado de mucho amor y comprensión. Fueron muchos días felices a su lado, a pesar de que María no vivió casi nada con ellos, y Catalina recordaba casi nada del inmenso cariño que recibían por los padres Burgos.

Felizmente Francisco todavía recordaba cada caricia, cada palabra de amor, cada acción que les brindaban sus amados padres. Él era apenas un adolescente cuando los perdió.

Durante tres años estuvieron a cargo de los tíos de parte materna. Siempre los trataron bien, pero de alguna manera, Francisco no quería seguir incomodándolos. Es por eso que durante su adolescencia, aprovechó en estudiar y trabajar al mismo tiempo para ahorrar un poco de dinero para el futuro.

El mayor de los hermanos siempre supo cual era su vocación, y es por eso que inmediatamente después de tener el dinero suficiente, empezó a estudiar «repostería» en un Instituto cercano al hogar que era de sus padres inicialmente.

Con el tiempo, abrió un pequeño negocio de pasteles, al costado de su casa, y fue así que las ganancias vinieron poco a poco y pudo ser más cercano a sus hermanas. Él quería apoyarlas en todo lo que necesitaran. Él las amaba.

Una vez llegada su segunda hermana, Francisco alistó lo necesario para salir e ir hacia el colegio de la menor de los tres.

- Coco. - Llamó a Catalina. - Por favor, después de tu almuerzo, cuida de María y ayudale con su tarea hasta yo llegue.

- Está bien, hermano, pero debes traerme algo a cambio. - Sonrió ladina.

- ¡A mí también! Compranos algo de comer. - Dijo en voz alta María desde el segundo piso. Había escuchado la conversación que tenían sus hermanos mayores.

- Pero si aquí pueden comer lo que sea, les puedo preparar los postres que deseen.

- Queremos algo distinto, ya hasta nos hostigamos. - Replicó Catalina.

- Son tan malas conmigo. - Fingió indignación el mayor. - Pero está bien, les traeré lo que encuentre por ahí. - Dijo negando con diversión.

Él nunca les negaría nada.

Él nunca les negaría nada

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Egoísmo [AU] | EcuPerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora