Capítulo 9

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KAMI

«La culpable de lo que ocurrió está justo ahí delante y ni tú ni nadie va a hacer que cambie de opinión al respecto.»

Sus palabras habían entrado por la ventana de mi habitación sin ningún tipo de filtro. Nuestras casas estaban lo suficientemente cerca como para haber podido oírlo con facilidad gracias a las ventanas abiertas por el calor del fin del verano. Mi madre siempre insistía en que cerráramos las ventanas si empezábamos a pelearnos, ya fuera yo con ella, ella con mi padre o incluso Cam conmigo. Nadie podía saber que dentro de aquellas paredes la familia Hamilton no era tan perfecta como todos esperaban. Cualquier cosa que escuchasen los vecinos sería la comidilla del pueblo durante semanas. Por esa razón había aprendido a no elevar el tono de voz si me cabreaba o me enfadaba. Una técnica que ya os puedo decir que no era nada sencilla.

Saber a ciencia cierta que Thiago me culpaba por lo que había ocurrido seis años atrás, que me culpaba por el sufrimiento que habían pasado, me tenía con el corazón en un puño. Siempre me había sentido culpable, siempre supe que de no haber abierto la boca nada de lo que había sucedido a continuación habría ocurrido y crecer con ese sentimiento de culpa me había marcado de manera terrible.

Durante años me costó conciliar el sueño. Mi padre quiso mandarme al psicólogo, pero mi madre insistió en que lo único que quería era llamar la atención. ¿Yo llamar la atención? Desde que tenía uso de razón había intentado permanecer en la sombra. No me gustaba ser el centro de atención de nada, pero mi madre siempre había querido presumir de mí ante todo el mundo. Fui su muñeca, a la que vestía a su antojo durante años. Los únicos que me habían ayudado a descubrir quién era en realidad habían sido los hermanos Di Bianco, con ellos había podido explorar mi lado salvaje, mi mente curiosa, mis ganas de estirar la cuerda al máximo...

De esa Kamila apenas quedaba ya nada.

Me acosté en la cama y cogí el bloc de dibujo que tenía siempre debajo de mi almohada. Estaba lleno de dibujos de todo tipo. Me encantaba dibujar, era lo único que aún mantenía de esa niña que fui, y lo defendía con garras y dientes. A mis padres no les disgustaba que lo hiciera. Era de las pocas cosas que mi madre aceptaba de mí, de hecho, le gustaba hasta presumir de mis dibujos ante la gente. Yo me moría de vergüenza. Rara vez dejaba que Ellie mirase lo que pintaba en aquellas páginas, para mí era como una especie de diario... Mis pensamientos, todas las emociones que no dejaba que nadie viese, se plasmaban en lo que dibujaba con un lápiz H2 y marcaba con un 2B.

Miré con disgusto los ojos del retrato que llevaba toda la semana intentando perfeccionar. Thiago me devolvía la mirada, sí, pero no se parecía en nada a la realidad. Había conseguido captar los rasgos duros de su mentón y también su nariz aguileña, pero sus ojos... No había manera de captar su mirada, la intensidad con la que me observaba... Hacía apenas unos minutos nuestras miradas se habían vuelto a encontrar en la distancia que separaba nuestras casas y el dolor por haber escuchado sus palabras, lo que pensaba de mí... Aún sentía mi corazón latir acelerado en el pecho.

Al menos, las cosas con Taylor parecían ir mejor. Pero a pesar de que se había mostrado de lo más amable conmigo aquella mañana, yo había sido una estúpida.

Cerré el bloc de dibujo y lo coloqué debajo de la almohada. Tras apagar la luz me prometí que al día siguiente intentaría progresar en mi relación con el que una vez había sido mi mejor amigo.

Con Thiago las cosas estaban perdidas para siempre y, aunque fuera triste, ya era hora de aceptarlo.

Me centraría en el hermano que aún parecía tenerme algo de cariño.

—¡Dame una L! —gritábamos todas con entusiasmo en el entrenamiento de animadoras antes de almorzar.—. ¡Dame una E! ¡CARSVILLE!

Sentí cómo me impulsaban en el aire. Giré el cuerpo como se suponía que tenía que hacerlo girar y, tras dar una voltereta en el aire, caí en los brazos de mis compañeras. Me recogieron y me impulsaron para que saliera despedida hacia delante, diera una voltereta más y terminase delante de la pirámide que el resto ya habían formado.

DÍMELO BAJITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora