Capítulo 20

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KAMI

Los pasillos estaban totalmente a oscuras. Utilicé el móvil para alumbrarme y poder encontrar la salida. Justo cuando la señora que se encargaba de cerrar el instituto le iba a dar la última vuelta a la llave por fuera, llegué para avisarla de que aún había gente dentro.

—¿Qué haces aquí a estas horas?

Mi corazón iba tan acelerado que ni siquiera sé qué le respondí, lo que sí sé es que pasé por su lado casi corriendo. Busqué las llaves en el bolso y me subí al coche. Puse las llaves en el contacto, pisé el acelerador y me largué antes de que Thiago saliera detrás de mí y viera lo afectada que estaba por lo que acababa de pasar. Solo cuando estuve lo suficientemente lejos del instituto y de la calle que llevaba a mi casa, me detuve para empezar casi a hiperventilar.

¿Qué acababa de pasar?

Me llevé las manos a la cara y apoyé esta contra el volante del coche.

Había hecho de todo. Me había liado con tíos. Me había besado bajo las gradas del gimnasio con todo el insti-tuto presente. Me había enrollado en el coche de Dani, tanto en los asientos de atrás como en la parte trasera de su 4 x 4. Me había besado en clase. Me habían metido mano en la piscina, en la playa, en el bosque... Me había acostado con Dani por primera vez en una cama y joder, me había tocado yo solita hasta llegar al orgasmo en demasiadas ocasiones, pero nunca, joder, jamás, había sentido tanto como con los dedos de Thiago entrando y saliendo de mi boca.

Tenía grabado en mi retina su forma de mirarme, de comerme con los ojos. El odio seguía allí, escondido en el fondo de sus ojos verdes, pero el deseo que vi en ellos aún conseguía que me palpitara el corazón.

No me hacía falta tocarme para saber que estaba empapada por lo que acababa de pasar...

Mi cuerpo palpitaba pidiendo más, exigiendo más...

Pero era Thiago.

Thiago me odiaba.

Y con razón.

Y luego estaba Taylor...Taylor... Mi mejor amigo, a quien quería demasiado como para que siete años sin verlo no hubiesen cambiado nada en absoluto...

Y nos habíamos enrollado. Él y yo... y yo acababa de rogarle a su hermano mayor con los ojos que me bajara la falda y me hiciera todas las locuras que se le pasasen por la cabeza. Estuve a muy poco de verbalizarle esos pensamientos. Cuando se apagó la luz fue como si nos hubiesen llevado a una realidad paralela, una realidad donde nada de lo que había pasado siete años atrás existía... Donde sentir algo por él no estaba prohibido... algo que me causaría problemas inimaginables...

El ruido de un camión enorme al pasar por mi lado me sacó de la fantasía que en mi cabeza acababa de cobrar vida por sí sola. Tenía que ponerles freno a esos pensamientos... Había sido un desliz... Thiago había empujado los dedos sin querer en su intento de hacerme callar y yo, que estoy loca o tengo un puto problema serio en la cabeza, me aproveché y empecé a chupetearle los dedos como si fuesen caramelos...

«¡Madre mía! ¿Qué estará pensando ahora de mí? Obviamente es un tío, si una chica empieza a comerle los dedos como si en vez de dedos fuese...»

«Por Dios, Kamila frena», me dije a mí misma.

Pero no pude frenar... Mi imaginación volaba como los pájaros cuando tienen que emprender la migración. Me imaginé desabrochándole el pantalón, metiendo la mano... Me imaginé arrodillándome delante de él para después meterme en la boca...

Un bocinazo y el respingo que pegué, que casi consiguió que diera con la cabeza en lo alto del techo del coche, hicieron desaparecer cualquier pensamiento lujurioso de mi mente.

DÍMELO BAJITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora