Capítulo 21

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TAYLOR

La pelea que había tenido con mi hermano la noche anterior había sido de las gordas. Normalmente nunca nos peleábamos por algo que no fuera una tontería o, si no era una tontería, algo relacionado con nuestra madre, pero pelearnos por una chica...

Jamás.

No os voy a mentir diciendo que nunca tuvimos nuestros piques por alguna que otra que nos gustaba a los dos, sobre todo en verano cuando nos íbamos a la playa y conocíamos a alguna chica guapa e interesante que normalmente no estaba segura de cuál de los dos le gustaba más.

Aunque casi siempre ganaba yo.

Mi hermano era muy atractivo. Sabía que entraba por los ojos casi de inmediato, pero después era frío, serio, con un sentido del humor un poco más amargo y unos ojos que muchas veces querían aparentar dureza, pero que en el fondo ocultaban la tristeza que lo consumía.

Yo, en cambio, siempre había sido más relajado, el gracioso de la clase, el payaso que se ganaba a las chicas con bromas y las seducía regalándoles bombones que robaba cuando nadie me veía. No me juzguéis, eso no lo había vuelto a hacer, pero veía la vida de una forma diferente a como lo hacía mi hermano mayor. La amargura era un sentimiento que mi cuerpo no toleraba ni digería bien. Huía del pesimismo y los malos recuerdos porque no aportaban nada bueno y había podido ver de primera mano lo que podían llegar a hacerle a tu mente si no los frenabas a tiempo.

Kami me transmitía alegría. Kami me aumentaba el ritmo cardíaco. Kami me llamaba a mimarla, a protegerla, a cuidarla. No es que ella no fuese capaz de cuidarse solita, pero despertaba en mí ese instinto protector que nunca había podido desarrollar porque siempre había pertenecido a mi hermano. Con nuestra madre, él era quien se encargaba de todo: animarla cuando estaba triste, asegurarse de que se tomaba sus medicinas, consolarla cuando las noches se hacían eternas y los pensamientos y recuerdos la consumían desde dentro hacia afuera...

Pero con Kami no. Kami siempre había sido mi responsabilidad. De pequeños era a mí a quien acudía cuando tenía miedo. Era a mí a quien cogía de la mano para asegurarse de que ninguno de los dos nos caíamos en el río que pasaba detrás de nuestras casas. Era a mí a quien le pedía opinión sobre sus dibujos, pero sobre todo era a mí a quien elegía primero para cualquier juego y eso... Joder, eso siempre me había hecho sentir especial.

Por eso no pensaba dejar que nadie se interpusiera entre los dos. Nos habíamos besado... y había sido intenso. Había sido especial.

A lo mejor no había sido todo lo romántico que ella hubiese podido esperar, pero, joder, qué beso nos dimos allí a oscuras, delante de todos y al mismo tiempo delante de nadie.

Quería volverlo a hacer.

Verla aquella mañana, otra vez enfrentándose a su ex, me sacaba de mis casillas. Maldito Dani Walker... Cuando creía que nos habíamos librado de él al menos para toda la temporada de baloncesto, llegaban sus padres con un montón de dinero y recuperaban su puesto en el equipo. Al menos ya no era el capitán, puesto que gratamente mis compañeros habían delegado su responsabilidad en mí. Sabía que iba a haber trifulca por eso, pero me traía sin cuidado.

Yo era mejor que Dani Walker.

Recorrí los pasillos hasta tocar la puerta de la profesora Denell. Cuando me invitó a que pasara, le tendí el papel con la descripción de la idea de nuestro trabajo: los mitos de la sexualidad femenina.

¿Cómo demonios iba a hacer ese trabajo con Kami sin empalmarme al instante? Bueno..., eso si aún quería que hiciéramos el trabajo juntos... Como me viniese con algo de tipo «yo hago esta parte, tú la otra y luego las juntamos», me iba a enfadar.

DÍMELO BAJITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora