Capítulo 29

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KAMI

Sentí miles de cosas cuando sus labios tocaron los míos. Tantas y todas tan intensas que el resultado de nuestras bocas unidas se convirtió en un cóctel peligroso que sabía que podría volver a necesitar como una droga. Lo que empezó siendo un beso triste..., lleno de sentimientos, amargura, culpabilidad, angustia y pena pronto se convirtió en una necesidad casi vital para los dos... Porque ambos llevábamos deseando ese momento desde hacía demasiado tiempo y lo habíamos enterrado en un lugar donde ninguno de los dos sabía cómo llegar.

La manera en la que Thiago se apoderó de mis labios distaba mucho de parecerse a aquel beso infantil que nos dimos cuando éramos unos niños. Antes de que todo lo que ocurrió después arruinara nuestra vida, nuestros sueños y nuestra infancia. Su manera de besarme fue desesperada, pero a la vez demandante. Me reclamaba como suya, me marcaba por todos los rincones que su lengua no tardó en probar y descubrir.

—Ven aquí —dijo desabrochando mi cinturón, después el suyo y tirando el asiento hacia atrás. No dudé en pasarme a su lado, en sentarme a horcajadas sobre él y dejar que me comiera a besos, que me invadiera en todos los sentidos de la palabra.

Sus manos recorrieron mi espalda... bajaron despacio hasta llegar a mi culo.

—No sabes el tiempo que llevo queriendo hacer esto, Kamila —dijo apretándome con fuerza y reclamando mi boca una vez más.

Mis manos fueron hasta su cuello y lo atrajeron hacia mí. Me incliné tanto hacia atrás que podía sentir el volante clavarse en mi espalda, pero no me importó. Lo quería cerca de mí. Lo deseaba de todas las maneras que se puede desear a una persona.

—Thiago... —dije cuando sus manos dejaron mi culo y se pasearon por mi cintura hasta llegar a mis pechos. Me apretó con fuerza el sujetador deportivo que llevaba y empezó a besarme el cuello... Hizo algo con la lengua que consiguió que todos los pelos se me pusieran de punta, pero no fue suficiente. No lo fue...

Mis manos bajaron hasta colarse por su camiseta empapada y lo acariciaron con desesperación. Su cuerpo era puro músculo, estaba duro y marcado por todos los lados. Era el cuerpo de un deportista, de alguien que a pesar de lo ocurrido seguía entrenando y trabajando duro... Mi mente me trajo con ese pensamiento una realidad en la que Thiago había perdido todo lo que amaba por lo ocurrido aquella noche del 15 de octubre, ocho años atrás... Porque no solo perdió a su hermana, sino que, por lo que sabía, no volvieron a ver a su padre, no después de que se mudaran. Su madre sufrió una depresión y nunca volvió a ser la misma... Hasta yo me di cuenta cuando la vi semanas atrás, cuando entré en su casa... Katia Di Bianco no era la misma mujer que yo conocí, con la que yo crecí. Entendí entonces por qué Thiago descarriló. Descarriló en un intento por salvar lo que quedaba de su familia y se perdió a él mismo en el proceso...

En algún momento de nuestro beso desesperado, las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas y él acudió con su boca a limpiarlas una detrás de otra.

—No llores —me rogó ralentizando el beso, sus manos aferrándose a mi pelo—. No llores, Kam, por favor.

Y con eso me rompió... Me rompió por dentro de todas las maneras que se puede romper a una persona.

—No me dejes nunca —me oí decirle al oído, mientras él toqueteaba todas las partes de mi cuerpo que mi ropa le permitía—. No vuelvas a irte. No vuelvas a alejarte de mí, por favor... —le pedí sintiendo que ese sentimiento de abandono, el mismo que había sentido cuando se fueron de Carsville sin despedirse, volvía a relucir después de años ocultándolo bajo miles de puertas y cajones...

Me cogió la cara con la mano derecha y la acercó a la suya para dejar bien clara una cosa.

—Fuiste mía, desde el mismísimo instante en que me dejaste ser el primero que besaba tus labios.

DÍMELO BAJITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora