Capítulo 12

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THIAGO

Fueron llegando de uno en uno. Normalmente los castigos no pasaban de las seis de la tarde y, como era yo el que los supervisaba, si me daba la gana podía despacharlos y mandarlos a casa antes de que el horario se cumpliese del todo. Nadie iba a decirme nada. A esas horas solo quedaban algunos profesores que preferían terminar el trabajo allí e irse libres a sus casas y el equipo de limpieza del instituto.

Los lunes, miércoles y viernes trabajaba en la constructora de Logan Church, era la única manera de ganar algo de dinero. En el instituto no me pagaban absolutamente nada, siendo horas de servicio a la comunidad, y dado que tenía experiencia en albañilería, el señor Logan no había puesto impedimentos en contratarme. Había sido muy considerado con los horarios y, aunque me hubiese gustado que me contratara más días, tampoco podía quejarme. La mayoría de los trabajadores del pueblo me miraban como si fuese la peste. Carsville era un pueblo anticuado. Los habitantes eran casi todos extremadamente religiosos, y saber que un macarra había vuelto al pueblo y encima tenía que cumplir horas de servicios a la comunidad en el instituto... El director Harrison me había hecho un favor, sí, pero yo sabía que estaba buscando la mínima oportunidad para mandarme a la mierda. Me había hecho el favor por mi madre, pero odiaba tenerme por esos pasillos.

Mientras esperaba que todos los castigados llegasen, seguí trabajando en una nueva jugada. Llevaba más de cuarenta minutos planificándola y esperaba poder ponerla en práctica en el partido de la semana siguiente contra el equipo del instituto de Falls Church. Esos cabrones llevaban haciéndonos la competencia desde antes de que yo me fuera del pueblo y odiaba saber que el año pasado nos habían eliminado de las semifinales estatales. El partido de la semana siguiente se jugaba fuera de casa y sabía que eso iba a añadirle presión a los jugadores. Teníamos que ir extremadamente preparados porque, joder, no pensaba dejar que nos quitaran la victoria. Si algo me motivaba de mi trabajo en el instituto, era llevar al equipo al número uno y lo íbamos a ser, estaba seguro.

Levanté la mirada casi por instinto y la vi entrar por la puerta. Su mirada se cruzó con la mía y la desvió con prisas. La vi atravesar las mesas hasta colocarse al final de la clase, a la derecha. Iba vestida con la ropa de deporte que se ponía para entrenar con las animadoras. Una parte de mí hubiese pagado por que siempre fueran en pantalón de chándal en vez de con esas puñeteras falditas, aunque no me recreé mucho en ese pensamiento. Las piernas desnudas de Kam ya me habían traído demasiados quebraderos de cabeza... Sobre todo cuando soñaba con ellas rodeándome la cintura mientras le metía la polla hasta...

Basta.

—Llegas tarde —le ladré sin poder contenerme. Cómo odiaba que mi cuerpo traicionara a mi cabeza de esa ma-
nera.

Kam levantó la mirada del cuaderno que acababa de sacar y me miró un segundo a mí para después fijarse en el reloj que había sobre mi cabeza.

—Son las cinco y un minuto —me contestó mirándome con incredulidad.

—Si vuelves a llegar tarde, hablaré con el director.

Sabía que estaba siendo un cabrón, pero me daba igual. Mi mirada se cruzó con Julian, que al igual que Kam, parecía no creerse lo que estaba pasando. Kam apretó los labios con fuerza, pero no dijo nada más.

Mejor así.

Al cabo de un rato el imbécil de mi hermano apareció en la sala de castigados. Entró sin mirar a nadie, dejó caer la bolsa de deporte a su lado y sacó el móvil sin ni siquiera dirigirme una mirada.

Vi que Kam se cruzaba de brazos y se echaba hacia atrás esperando que le dijera algo.

—Taylor, llegas tarde —dije dando toquecitos con el boli en el papel que tenía delante.

DÍMELO BAJITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora